domingo, 29 de marzo de 2009

POEMAS CONCENTRADOS
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PROVERBIOS Y CANTARES
VIII

Hoy es siempre todavía.

Antonio Machado.
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EL POEMA

1

¡No le toques ya más, que así es la rosa!

Juan Ramón Jiménez
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RIMA XXI

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía?, y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

RIMA XXIII

Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso…¡ yo no sé
que te diera por un beso!
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Gustavo Adolfo Becquer
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(¿Se puede pedir más belleza
con tan pocas palabras?)

V.Orts Cobos.

viernes, 27 de marzo de 2009

A UN OLMO SECO
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.

Antonio Machado, 4 de mayo de 1912
Campos de Castilla (1907-1917)

domingo, 22 de marzo de 2009

VIDENTE OROPÉNDOLA COLIBRÍ

VIDENTE ORPÉNDOLA COLIBRÍ

Aprovechando que el pueblo estaba en fiestas, la autoridad eclesiástica, la municipal y la militar, (entiéndase: guardia civil), decidieron organizar una peregrinación a la ermita que custodiaba a la patrona, “La Virgen de los Imposibles,” para sacarla en procesión por los alrededores y que viera ella “con sus propios ojos.” el estado tan lamentable en que se encontraba el campo a causa de la sequía.

Todos, ataviados con sus mejores ropas y calzado se dieron cita en la plaza mayor y única del pueblo, y organizados en cuatro filas comenzaron su peregrinación.

Al frente de cada fila iba una autoridad, distribuída de la siguiente forma:
La fila interior derecha la encabezaba el sr. cura. La exterior derecha el sr. sargento.
La interior izquierda el sr. alcalde y la exterior izquierda en sr. consejal de urbanismo, el cual, también se ocupaba de los actos festivos y religiosos.
Cerrando la comitiva, algo distanciado; impermeabilizado hasta las cejas y con botas altas de agua, les seguía Vidente Oropéndola Colibrí. Pensó llevarse también el paraguas, pero para no dar la nota, a última hora optó por dejarlo en casa.

El día era luminoso, casi veraniego, a pesar de estar a primeros de marzo. A los vecinos les chocaba el atuendo de Vidente y algunos giraban la cabeza y comentaban divertidos sobre su excentricidades.

El recorrido transcurrió con cánticos religiosos, oraciones y, alguna que otra confidencia entre el alcalde y el concejal sobre un futuro no lejano de “palacetes amarillos y casitas blancas” distribuidos graciosamente por aquellos campos.

Al llegar a la explanada de la ermita, sorpresivamente comenzaron a caer tímidas gotas de agua. Poco a poco, las gotas fueron perdiendo la timidez y caían más alegres.
La gente no comprendía qué estaba ocurriendo: el cielo seguía sin una sola nube. Todos miraban hacia arriba sorprendidos y admirados a la vez. Por supuesto, todos menos Vidente Oropéndola Colibrí.

El páter, viendo que la lluvia aumentaba buscó las llaves de la ermita y al recordar que se las había olvidado en su casa, llamó al monaguillo para que regresase al pueblo y se las pidiese a “la sobrina”. El agua arreciaba y el buen hombre que –todo hay que decirlo- era muy responsable, ante el temor de coger un resfriado y tener que desatender por un tiempo a su rebaño, buscó dónde refugiarse de la humedad. Miró hacia la ermita y viendo que la visera de la puerta de entrada podía acogerlo, sin pensarlo dos veces, se arremangó la falda de la sotana e impulsado como por un resorte, corrió hacia ella seguido del alcalde y del concejal. Comprobaron que aún había espacio para el sargento y, siseándole lo invitaron , pero éste,  como buen militar consideró que debía dar ejemplo  y rehusó.

La gente arrodillada, rezaba y cantaba salmos a la Virgen, a Dios y a todos los santos habidos y por haber. La cosa no era para menos. Sólo Vidente permanecía de pie y en silencio. Cuando lo consideró oportuno, comenzó a caminar por entre “el rebaño”, hacia “la tribuna de autoridades” y al llegar junto a ellos les miró fijamente a los ojos, y con gesto enérgico y "ceremonioso", se quitó la capucha. A continuación se descorrió la cremallera de la chaqueta, se la quitó también y lo mismo hizo con los pantalones, quedándose en calzoncillos y botas altas de agua. Dobló delicadammente el impermeable. Se lo colocó en el brazo. Giró ciento ochenta grados y, calado hasta los huesos se volvió al pueblo "cantando bajo la lluvia".
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Victoriano Orts Cobos.

Málaga marzo de 2009.

(Re)visado el día 12 de octubre de 2016.

martes, 17 de marzo de 2009

BENAJARAFE (*)

No deseo redactar.
Menos aún conversar.
Sólo quiero, contemplar,
desde tu atalaya, EL MAR.



(*Pedanía costera del municipio de Vélez-Málaga.)
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Victoriano  Orts Cobos.
(Re)visado el día 18 de septiembre de 2016.

martes, 3 de marzo de 2009

BALANCE

Este cuerpo, que debiera ser
-en términos casi absolutos-,
Lluvia saltarina,
Rumorosa fuente,
Lo siento tormenta de arena,
Lava de volcán,
Y a pesar de tan rotunda evidencia,
Avanza apenas,
En la esperanza
De que un rayo de sombra
Confirme la existencia
De esa gota de rocío
Que regularice tan abultado descuadre.
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Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el día 18 de septiembre de 2016.
REENCARNACIONES

Yo fui coral primero,
Después hermosa piedra,
Después fui de los bosques verde y colgante
Hiedra;
Después yo fui manzana,
Lirio de la campiña,
Labio de niña,
Una alondra cantando en la mañana;
Y ahora soy un alma
Que canta como canta una palma
De luz de Dios al viento.

Rubén Darío. (Guatemala l890).