domingo, 9 de diciembre de 2018

«Sin la palabra somos animales estúpidos»



La escritora alicantina Francisca Aguirre. /  ROBERTO RUIZ
La escritora alicantina Francisca Aguirre. / ROBERTO RUIZ

«Franco mató a mi padre y me indigna todo lo que tenga que ver con él», dice la hija del pintor Lorenzo Aguirre y viuda del poeta Félix Grande Paca Aguirre gana el Premio Nacional de las Letras por su «machadiana» poesía «entre la desolación y la clarividencia»

MIGUEL LORENCI MADRID.
Francisca Aguirre Benito (Alicante, 1930), Paca para todos, ganó ayer el Premio Nacional de las Letras Españolas, concedido por el Ministerio de Cultura y dotado con 40.000 euros. Es el segundo gran premio institucional que recibe esta poeta de alma limpia y verso claro, a quien llena de orgullo que el jurado destaque el tono «machadiano» de su poesía. Viuda del poeta y flamencólogo Félix Grande, hija del pintor Lorenzo Aguirre «a quien mató Franco», a esta bondadosa y vitalista poeta le indigna «todo lo que tenga que ver con el dictador». Y desde luego que sus restos permanezcan en el Valle de los Caídos.
El jurado celebró su poesía como «la más machadiana de la generación del medio siglo». La sitúa «entre la desolación y la clarividencia» y «entre la lucidez y el dolor». Seduce «susurrando, más que diciendo palabras situadas entre la conciencia y la memoria», destacó el acta.
«Agradezco de corazón que sitúen mi poesía cercana a la de Machado», se ufana Aguirre. «Es mi eje, mi príncipe azul, mi norte. Un pensador muy real, dueño al tiempo de una imaginación deslumbrante», destaca. «Para mí, como para Félix Grande, Machado condensa esa extraña mezcla de cultura, cabeza y pensamiento bien entendido», plantea destacando sobre todo «que se ocupara de los demás». «La conciencia que nos deja de que el otro es importante, de que no se puede vivir sin pensar que los demás sufren, se alegran y mueren como todos, es lo que más alegría me da», resume risueña al otro lado del teléfono.
Ganadora del Nacional de Poesía en 2011 con 'Historia de una anatomía', el Nacional de las Letras es el galardón más relevante de su desigual carrera y confiesa tener «una sensación curiosa ante el premio». «Que se lo den a una mujer es una alegría para todas; algo muy bueno, y con ellas lo comparto» asegura. «Han necesitado tanto tiempo para darse cuenta de que la mujeres, además de leer y escribir, cometíamos esa cosa rara que es pensar, que de pronto comienza a ser algo natural que nos den premios así», ironiza. «Ayudan a pensar a las mujeres que lo imposible es posible y eso ha sido la primera alegría», dice.
Es hija del pintor Lorenzo Aguirre, «un hombre muy culto, un pintor extraordinario y un intelectual de enorme valía a quien mató Franco», se duele. Explica cómo su progenitor compartió celda con Miguel Hernández y fue fusilado por los franquistas en 1942. «Me indigna todo lo que tenga que ver con el dictador» repite Paca Aguirre, que dedicó a su padre los poemarios 'Trescientos escalones' e 'Historia de una anatomía'.
«La poesía me ha dado todo lo que he podido arrancarle», agradece esta «fanática de la lectura». Machado es su dios, pero en su altar están César Vallejo, Garcilaso, Hölderlin, Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, Rilke, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, «a quienes he leído hasta caerme».
«La poesía, tan eterna como el teatro, tiene la misma mala salud de hierro que garantiza su vida inagotable», señala. «El poema es un regalo que no sabes por qué te hace la vida. No quiero ser presumida ni pedante, pero he tenido la suerte de adorar la música y la palabra desde niña». «Mi familia no tenía un duro pero disfrutaba de la música. Y luego llegó el regalo de la palabra, que es el contacto con los otros y la materia del poema», señala. «Sin la palabra seríamos unos animales estúpidos, mucho más de lo que lo somos ahora», asegura recordado «como en casa leíamos en voz alta a Vallejo, Cernuda o Neruda».
«Me gusta que a la gente le guste lo que escribo», se ufana. Se acordó «mucho» de su difunto marido, el poeta Félix Grande, «pero le dedico el premio a mi hija Guadalupe que está muy viva y coleando». «Su padre me dio una doble alegría: me permitió aprender de su grandeza como poeta y me regaló esta hija maravillosa», se felicita antes de tomar con ella, también poeta, «un vinito para celebrar el premio»
Atleta de fondo en la poesía, debutó en 1971 con 'Ítaca', premio Leopoldo Panero. Entonces ya era una adulta que se movía con ritmo de perezoso en el mundo de la creación. Tardó siete años en darle el visto bueno a aquel poemario. «Mareé la perdiz hasta que creí que estaba suficientemente adobada», dice. Desde entonces mantuvo su lento caminar en pos de una voz poética propia marcada por su machadiana sencillez, la naturalidad y la ironía. En 1976 recibió el premio ciudad de Irún por 'Los trescientos escalones' al que siguieron 'La otra música', 'Ensayo general', 'Pavana del desasosiego', 'Poesía completa 1966-2000', 'Memoria arrodillada', 'La herida absurda' y 'Nanas para dormir desperdicios'. También narradora, reunió sus recuerdos en 'Espejito, espejito' y sus relatos 'Que planche Rosa Luxemburgo'.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 9 de diciembre de 2018.

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