sábado, 16 de junio de 2018

Así lucirá Vicente Aleixandre en su 'Ciudad del Paraíso'



Recreación del poema en la Travesía del Pintor Nogales sobre una fachada de madera. /SUR
Recreación del poema en la Travesía del Pintor Nogales sobre una fachada de madera. / SUR

El poema que el Premio Nobel dedicó a Málaga se colocará sobre madera en la Travesía del Pintor Nogales




Regina Sotorrío

REGINA SOTORRÍO
Vicente Aleixandre se quedará para siempre grabado en su 'Ciudad del paraíso'. En concreto, sobre una fachada de madera laminada en el muro de la Travesía del Pintor Nogales, entre la Alcazaba y el Palacio de la Aduana. Es el diseño elegido por el Ayuntamiento para exhibir el poema que el Premio Nobel dedicó a Málaga, tal y como pedía una iniciativa ciudadana liderada por la empresa Esirtu a finales de 2016. Por delante queda licitar el proyecto –con un plazo de ejecución de tres meses– y lograr el visto bueno de la Junta de Andalucía, al estar emplazado en un lugar protegido como Bien de Interés Cultural. Urbanismo confía en cumplir con todos los trámites antes de que acabe el año.
Los 40 versos y 300 palabras con las que Aleixandre describe con genialidad la ciudad de su infancia se serigrafiarán al final del muro, en la parte más amplia de la pared que salva el desnivel entre el Paseo Don Juan Temboury y Pintor Nogales. El enfoscado actual, «muy deteriorado», como señala el informe de Urbanismo, se cubrirá previamente con una fachada ventilada de madera laminada que ocupará toda la travesía, desde Alcazabilla hasta la curva con la calle Guillén Sotelo. El proyecto está presupuestado en 73.189 euros.
Se persigue así «dotar de mayor calidad» a este espacio, «acorde al entorno donde se inserta», un lugar de paso diario para cientos de turistas y malagueños entre dos de los principales atractivos de la ciudad: el Museo de Málaga y la fortaleza árabe.

Lo importante, los versos

El reto de los técnicos municipales era diseñar un marco adecuado para un poema extenso que no puede dividirse ni alterarse en su forma. Tiene que exhibirse tal cual se concibió. El objetivo es que contribuya a realzar la imagen de la ciudad a través de las palabras de unNobel y, para ello, lo prioritario es que sea fácilmente legible. Por eso, se opta por una tipografía sencilla y por un encuadre discreto. «Lo importante aquí es el poema. Hay que ser respetuoso, no se puede jugar con él. Esa es la obra de arte, no necesita de ningún adorno arquitectónico más», defiende el concejal de Urbanismo, Francisco Pomares. Lo mismo opina Mariano Vergara, el abogado malagueño que capitaneó la petición ciudadana. «Es muy neutro, muy elegante y sobrio. Le da al poema la importancia que tiene», mantiene.
Con los plazos previstos, el poema verá la luz en la vía pública dos años después de que numerosas personalidades de la cultura apoyaran sin fisuras esta propuesta. Escritores como Antonio Soler, Luis Alberto de Cuenca, Antonio Garrido Moraga, Alfredo Taján y Antonio Gómez Yebra; gestores como Salomón Castiel, director de La Térmica, y Juan Carlos Ramírez, gerente de la OFM; y Academias como la de Bellas Artes de SanTelmo y la de Ciencias, sumaron sus nombres inmediatamente a la petición.
El alcalde, Francisco de la Torre, salió al paso de las 200 adhesiones (a través de change.org) logradas en apenas una semana con un tuit: «Acabo de contactar con M. Vergara para contarle que apostamos por esta iniciativa. Ya estamos en ello».
Las letras conquistan así un espacio en Málaga con los versos que Vicente Aleixandre escribió sobre el lugar donde se crió. «Por aquella mano materna fui llevado ligero / por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día. / Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro. / Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas. / Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas». Ciudad en la que, ya para siempre, estará grabado su nombre. Literalmente.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 16 de junio de 2018.

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 El poema Ciudad del paraíso que incorporo al margen lo elegí para la presentación del blog POCATORTA en el año 2008.

lunes, 10 de noviembre de 2008
Este blog, lo he creado con la idea de reflejar en él los poemas que más me han cautivado y que releo una y otra vez, disfrutando de su musicalidad como si de una sinfonía se tratara. Poemas que han dejado en mí una huella imborrable, y una admiración infinita hacia sus autores.

No voy a guardar ningún orden cronológico ni alfabético, ni nada que se le parezca. No tengo tiempo ni preparación para ello. Para mí, todos son Obras de Arte Mayor, y como tales, el lugar que ocupen, ellas lo convertirán en lugar de honor.


Por ser Málaga la ciudad que me acogió cuando sólo tenía 14 años y, en la que he echado raíces y he procreado, he querido elegir a dos poetas que le han cantado como a pocas ciudades le hayan loado sus amantes más devotos: Vicente Aleixandre y Salvador Rueda

CIUDAD DEL PARAÍSO
Vicente Aleixandre
Sevilla 1898, Madrid 1984.

Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera detenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
mecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Allí también viví, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos.

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la luna eterna que instantánea transcurre.

Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo.,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!

Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.

Vicente Aleixandre.
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martes, 11 de noviembre de 2008


A Málaga

A Málaga

Salvador Rueda, Benaque-Macharaviaya 1857
Málaga 1933

Dicen que me olvidaste; yo no te olvido;
dicen que no me quieres; yo sí te quiero;
¿cómo no he de adorarte si en ti he nacido.
Y adorar a las madres es lo primero?

Aunque hicieras mi carne fúnebres trizas,
aunque me destrozaras con ira fiera
aunque hicieses mis huesos polvo y cenizas,
mil vidas que tuviese, mil te las diera.

Hace ya mucho tiempo..., ¡qué tierna historia!
siendo los dos muy niños, los dos muchachos,
mi hermana y yo vinimos a ver tu gloria
dentro de los dos nidos de dos capachos.

Y en medio de la carga de pequeñuelos,
conduciendo la bestia que nos traía,
bajo el azul brillante que dan tus cielos,
bondadoso, mi padre se sonreía.

Vinimos desde el lado del alba ardiente,
que en nubes se envolvía de añil y gualda,
cual si a ti nos trajera la luz de oriente,
y el sol nos arrojase sobre tu falda.

Tu zumbar babilónico dio en mis sentidos,
tu tráfago profundo sentí vibrando,
y aquel torrente de almas y de sonidos
lo llevo en mi cerebro siempre rodando.

En ti desembocaban tus carreteras,
los frutos de tus pueblos y tus campiñas,
las verdes cañas dulces de tus riberas,
y los nobles racimos que dan tus viñas.

Al lado de tu puerto de linea oblonga
iban los rubios trigos que da Periana,
y los ricos productos de Sayalonga,
de Cómpeta de Vélez y Frigiliana.

En ti entraban zumbando, cual ola viva,
igual que una serpiente que te envolviera,
peces que Fuengirola del mar cautiva,
y los frutos que crían Ronda y Yunquera.
Y un volar esplendente de raudas aves
venían del dorado confín abierto,
con sus velas, cual alas de inmensas aves,
bajo el sol desplegadas hacia tu puerto.

Tus raudales de vida me fascinaban,
y, allá en tu recia torre de voz intensa,
tus bronces religiosos graves zumbaban,
igual que si tocasen a misa inmensa.

Sentí estallar mi pecho, Madre divina,
cual otro campanario lleno de sones,
al abrirse a mis ojos la gran cortina
del mundo, con sus grandes palpitaciones.

Se dilató mi infancia como un torrente,
algo rasgó en mi vida tu voz inquieta,
y, al golpe que tu mano pegó en mi frente,
de tu suelo sublime me alcé poeta.

En aquel gran momento Dios me llenaba,
y, al recibir mi pecho su ser divino,
sentí que entre mis manos depositaba
la lira prodigiosa de excelso trino.

Un temblor prodigioso nubló mi frente,
y reanimó mis huesos con su armonía,
al comulgar mis labios Dios de repente
con la luz sacrosanta de la poesía.
Y ya que fui poeta, noté tus sones.
Málaga a la que adoro con mis entrañas,
y escuché el coro inmenso de tus pregones
llenos de algarabías dulces y extrañas.

Cantas como ninguna ciudad del mundo;
en ópera se truecan tus timbres regios;
y eres un concertante fresco y jocundo
de fermatas y acordes, trinos y arpegios.

Vi llevar de tus pencas la fruta grata
en canastas de mimbres escurridizos
y cantó el pregonero con voz de plata:
"¡Van los chumbos reondos, y qué pajizos!"

Un pescador , que a su peso se igualaría,
colgados de sus codos sus dos tazones,
cantó, soltando al mundo su melodía:
¡llevo frescos y blancos los boquerones!

Al recorrer tus calles como jardines,
un charrán de la gracia bizarra prueba,
trinó, alzando una penca con mil jazmines:
¡A las buenas biznagas,quién se las lleva!

Y lejos, como un eco que blando gira
y arruya de tus siestas las largas horas,
se oyó una voz, cantando como una lira:
¡A las moras maúras, moritas moras!

¡Oh Málaga brillante, madre que adoro!,
¿a quién vate no hicieras tú de improviso,
si un orfeón pareces que canta un coro
con gargantas de pájaros del paraíso?

La luz traza en tus calles no sé qué cosas
al correr por tus muros y tus balcones,
que a su paso se encienden las amplias rosas,
y arden como bengalas los clavelones.

El sol dora tus plátanos de brazos huecos,
y borda tus macetas de maravillas;
de tus vivos mantones coje los flecos,
y se cuelga a tus sartas de campanillas.

Se coge de los lazos de tus guitarras,
y levanta en sus pechos rumor de sones,
mientras mueve una mano bajo tus parras
los enjambres que duermen en los bordones
.
La luz te envuelve en tramas de oros y reflejos
al hacerte una llama con sus tusíes,
incendia palpitando tus azulejos,
y tiembla en los carrizos de tus bambúes.
Y te fabrica un manto de hebras no vistas
con ráfagas y risas tan luminosas,
como si el sol, rodando por tus aristas,
se rompiera en cien ríos de mariposas.

En tu seno glorioso guardan mi cuna;
son las cuatro maderas que me mecieron;
en sus bordes cantaron, por mi fortuna,
tus pájaros divinos que me instruyeron.

Bajo tus piedras duras, que al sol se doran,
ciudad que en ti primero fijé la planta,
de mi madre divina sus huesos lloran;
¡cómo no he de quererte, Málaga santa!

Bajo tu noble suelo, que enchí de besos,
ciudad que en ti mi historia llevas escrita,
de mi madre divina duermen su huesos;
¡Cómo no he de adorarte, tierra bendita!

Dicen que me olvidaste; yo no te olvido;
dicen que no me quieres; yo sí te quiero;
en tu sol me he bañado y en ti he vivido,
y adorar nuestras madres es lo primero.

Aunque hicieras mi carne fúnebre trizas,
aunque me destrozaras con ira fiera,
aunque hicieses mis huesos polvo y cenizas,
mil vidas que tuviese, mil te las diera.

Y yo, que fui tus glorias siempre cantando,
e hice admirar al mundo lo hermosa que eres,
te interrogo , con ojos que están llorando:
¿Es verdad, Madre mía, que no me quieres?

Salvador Rueda.
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