lunes, 10 de noviembre de 2008

PRESENTACIÓN DE ESTE BLOG

Este blog, lo he creado con la idea de reflejar en él los poemas que más me han cautivado y que releo una y otra vez, disfrutando de su musicalidad como si de una sinfonía se tratara. Poemas que han dejado en mí una huella imborrable, y una admiración infinita hacia sus autores.

No voy a guardar ningún orden cronológico ni alfabético, ni nada que se le parezca. No tengo tiempo ni preparación para ello. Para mí, todos son Obras de Arte Mayor, y como tales, el lugar que ocupen, ellas lo convertirán en lugar de honor.
Por ser Málaga la ciudad que acogió cuando sólo tenía 14 años y, en la que he echado raíces y he procreado, he querido elegir a dos poetas que le han cantado como a pocas ciudades le hayan loado sus amantes más devotos: Vicente Aleixandre y Salvador Rueda

CIUDAD DEL PARAÍSO
Vicente Aleixandre
Sevilla 1898
Madrid 1984
Siempre te ven mis ojos, ciudad de mis días marinos.
Colgada del imponente monte, apenas detenida
en tu vertical caída a las ondas azules
pareces reinar bajo el cielo, sobre las aguas,
intermedia en los aires, como si una mano dichosa
te hubiera detenido, un momento de gloria,
antes de hundirte para siempre en las olas amantes.

Pero tú duras, nunca desciendes, y el mar suspira
o brama por ti, ciudad de mis días alegres,
ciudad madre y blanquísima donde viví, y recuerdo,
angélica ciudad que, más alta que el mar, presides sus espumas.

Calles apenas, leves, musicales. Jardines
donde flores tropicales elevan sus juveniles palmas gruesas.
Palmas de luz que sobre las cabezas, aladas,
mecen el brillo de la brisa y suspenden
por un instante labios celestiales que cruzan
con destino a las islas remotísimas, mágicas,
que allá en el azul índigo, libertadas, navegan.

Allí también viví, ciudad graciosa, ciudad honda.
Allí, donde los jóvenes resbalan sobre la piedra amable,
y donde las rutilantes paredes besan siempre
a quienes siempre cruzan, hervidores, en brillos.

Allí fui conducido por una mano materna.
Acaso de una reja florida una guitarra triste
cantaba la súbita canción suspendida en el tiempo;
quieta la noche, más quieto el amante,
bajo la luna eterna que instantánea transcurre.

Un soplo de eternidad pudo destruirte,
ciudad prodigiosa, momento que en la mente de un Dios emergiste.
Los hombres por un sueño vivieron, no vivieron,
eternamente fúlgidos como un soplo divino.

Jardines, flores. Mar alentando como un brazo que anhela
a la ciudad voladora entre monte y abismo.,
blanca en los aires, con calidad de pájaro suspenso
que nunca arriba. ¡Oh ciudad no en la tierra!

Por aquella mano materna fui llevado ligero
por tus calles ingrávidas. Pie desnudo en el día.
Pie desnudo en la noche. Luna grande. Sol puro.
Allí el cielo eras tú, ciudad que en él morabas.
Ciudad que en él volabas con tus alas abiertas.
**********
(Re)visado el día 3 de diciembre de 2016.
Victoriano Orts Cobos 





















1 comentario:

Clematide dijo...

Gracias Victoriano, por la maravillosa experiencia de ver Málaga a través de los ojos de un poeta...ahora me parece mucho más brillante y colorida...