martes, 31 de octubre de 2017

Las falsas libertades


Hemos sido testigos de la cobardía que se oculta tras tanta palabrería patriótica en una votación secreta en la que 70 decidieron representar la voluntad de siete millones de personas

VÍCTOR DEL ÁRBOLESCRITOR Y EXMOSSO D'ESQUADRA
Mi madre solía decir que las mentiras tienen las patas muy cortas. Me pregunto qué pensará ahora al ver lo lejos que las mentiras han sido capaces de llegar, hasta convertirse en ese gran ejercicio de cinismo llamado posverdad, cuyo clímax hemos alcanzado estas semanas en Cataluña. El nacionalismo furibundo de cualquier signo siempre ha declarado querer cambiar el mundo, hacernos partícipes de una nueva utopía y, en nombre del pueblo, alcanzar la libertad. Pero tras esa ampulosa expresión de grandes y nobles sentimientos se suele ocultar otra clase de ambiciones, hipocresías y pretensiones, a menudo mucho más prosaicas y egoístas; hemos sido testigos de la ridiculez y la cobardía que se oculta tras tanta palabrería patriótica en una votación secreta en la que 70 personas han decidido representar la voluntad de siete millones, con la mitad del Parlament vacío; hemos asistido hasta el último momento a intentos de chantaje al Estado de Derecho, a tretas impropias de políticos con un mínimo de decencia y sentido de la responsabilidad.
Pero toda mentira encuentra su fin cuando se enfrenta ante la verdad objetiva. Las fábulas propaladas por el nacionalismo encontraron un culpable, «España nos roba», y con sus dogmas y leyendas crearon su propia religión, sus propios mártires, su pasado mitológico y su destino glorioso. Y cientos de miles de personas quisieron ver una posibilidad de dar salida a su legítimo deseo de emancipación. Sin embargo, la libertad no precisa de héroes subvencionados como los Jordis, ni de un Govern secuestrado por su pasado reciente y rehén de unos pocos diputados antisistema que no tienen empacho en declararse «independentistas sin fronteras». Supuestos partidos de izquierdas que no reconocen la solidaridad con el resto de pueblos de España. La verdadera libertad no se defiende colgando una bandera ni manipulando la realidad a través de un medio de comunicación, no se defiende con el «todo o nada» ni inventando relatos victimistas en Europa, ni gritando que España es Turquía. La libertad se construye con ciudadanos críticos, con mentes decentes, con razones y no con retórica, convenciendo con argumentos posibles y no ilusorios en el marco vigente y desde las instituciones, incluso desde aquellas que legítimamente se pretenda derrocar sin el uso de la violencia. No es más libre quien inventa una legalidad ad hoc porque la legalidad vigente es la base de nuestra convivencia y existen los recursos para cambiarla si no nos convence. Ese recurso se llama derecho al voto, en las urnas legítimamente aceptadas por todos, sin trampas ni falsedades y con todas las garantías.
Es hora de denunciar a aquellos políticos mediocres que con las peores mentiras han empujado a la confrontación, han alimentado fantasías y han desvirtuado la palabra, disfrazando esclavitud y ceguera con libertad y amplitud de miras. Son muchos y muy graves los problemas de esta España del siglo XXI, demasiadas las torpezas e insensibilidades de los Gobiernos centrales desde la Transición que han visto en el Estatut de Cataluña y en la diversidad territorial un problema y no una solución. Por eso es tan necesario que existan los partidos nacionalistas. Pero una cosa es la incompetencia política y otra cosa es cometer delitos amparándose en una supuesta voluntad popular que nunca fue tal, pues jamás ha contado con esa mayoría popular. Desde luego, no en votos.
Siento alivio al saber que habrá elecciones en apenas dos meses. Y si los demócratas independentistas creen de verdad en sus propias palabras, deberían celebrarlo. Porque estoy convencido de que serán las elecciones con mayor participación de la democracia española. ¿Por qué temerle ahora a las urnas? ¿Quizá porque ellos siempre se han beneficiado de esa parte absentista de la sociedad catalana? Ese silencio se acabó.
Ara sí, ara votarem. Legalment, amb totes les garantíes. I serà el 21 de decembre.
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Publicado en Diario SUR el día 30/10/17.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 31 de octubre de 2017.
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lunes, 23 de octubre de 2017

UN 155 ELECTORAL
Por JOAQUIM COLL, HISTORIADOR. Diario SUR, 22/10/17.

Desde el 1 de octubre la sociedad catalana está experimentando sucesivos baños de realidad. Es cierto que en algunas ocasiones el separatismo se ha sentido reforzado, por ejemplo, frente a la torpe acción policial durante el `referéndum’, o la semana pasada cuando la juez Carmen Lamela ordenó el encarcelamiento de los dos Jordis (Sánchez y Cuixart) acusados de sedición. Sin embargo, las mentiras separatistas sobre el carácter indoloro del proceso de ruptura también han quedado al descubierto en la estampida empresarial y financiera,  la huida de depósitos bancarios, la caída del consumo como respuesta a la incertidumbre, el riesgo palpable de enfrentamiento civil entre los propios catalanes o el rotundo rechazo de la UE a las actuaciones unilaterales de la Generalitat y el apoyo al Gobierno español.
     La suma de todo ello ha hundido a la sociedad catalana en una profunda crisis política con devastadores efectos sociales y económicos. La única salida democrática es la convocatoria de unas elecciones autonómicas que pueda devolver la normalidad a Cataluña. El problema es cómo celebrarlas. No parece probable que Carles Puigdemont vaya a firmar el decreto de disolución del Parlamento antes de que el Senado apruebe el próximo viernes las duras medidas que ayer acordó el Consejo de Ministros. Ir a elecciones por su propia voluntad sería reconocer un sonoro fracaso. Los separatistas temen además que la dura realidad juegue en su contra en las urnas. No se puede seguir engañando durante tanto tiempo a tanta gente. Ahora mismo, más allá de votar una declaración formal de independencia como respuesta, no existe una estrategia compartida entre ERC, PDeCAT y CUP sobre qué hacer después.  Parecen preferir que el Gobierno aplique el 155 para victimizarse, jugar a la desobediencia y a la revuelta en la calle, envolviéndose hipócritamente en la bandera del autogobierno que ellos han liquidado.
     La intervención completa de la autonomía catalana es la única vía posible para restaurar el orden constitucional y forzar la convocatoria de elecciones lo antes posible. Las decisiones que Mariano Rajoy dio a conocer, pactadas con PSOE y Ciudadanos, son arriesgadas pero imprescindibles. La destitución de todo el Govern es la respuesta al hecho de que ya no actúa como una autoridad legítima. También lo es la limitación de las facultades del Parlamento catalán dado que ha sido un actor fundamental en toda esta crisis. Las nuevas autoridades que designe el Gobierno español asumirán el control del orden público en Cataluña, aspecto clave como ya se vio el 1-O. Igualmente deberán garantizar que el clima hacia estas nuevas elecciones sea de neutralidad institucional y respeto hacia la pluralidad en los medios públicos catalanes. Cuanto antes se celebre mejor, menos tiempo tendrán los gestores para equivocarse en un terreno minado.
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Copiado por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 23 de octubre de 2017.    


sábado, 14 de octubre de 2017

OCHO SEGUNDOS DE REPÚBLICA
Por JOSE MARÍA CALLEJA, Diario SUR, 13/10/17.

     Empezar la frase anunciando que se ha ganado el derecho a la independencia y terminarla, ocho segundos después, negándola, es algo así como meter un gol y que en la repetición de la jugada en la tele el balón  no entre. Un fiasco, un esperpento, algo insólito, pero de lo que no se puede echar la culpa al árbitro, lo más socorrido, sino a aquellos que han enardecido un proceso divisor de los catalanes al grito del `mañana nos pertenece´. Han llevado a la gente al borde del precipicio para luego volver grupas en el último instante.
     Se puede intentar entender lo ocurrido viendo las caras de los hinchas convocados delante del Parlament, con los tractores al fondo, o con el gesto de uno de ellos tirando la estrellada al suelo. Del éxtasis de la república a la ruina; en solo ocho segundos, oiga.
     Durante mucho tiempo se había alertado del fomento irresponsable de un proceso que fracturaba la convivencia entre los catalanes y que, cuanto más se atizara, mayor sería la frustración. Frustración que deberá gestionar ahora el señor Puigdemont, ya que el astuto Mas, otro de los hacedores del destrozo, está fuera de foco, buscando euros para que no le embarguen.
     Es lógico y pertinente que el Gobierno le haya pedido al todavía president que ponga a limpio lo que dijo o dejó de decir en el trabalenguas del pasado martes. Que ponga por escrito, después de haber hablado en borrador. Con esta iniciativa, el Gobierno devuelve el balón al Govern y le enseña los riesgos que puede correr si finalmente dice que proclama la independencia más breve de la historia. Tiene bemoles que en su búsqueda de modelos de independencia, los nacionalistas catalanes se hayan fijado en el caso de Eslovenia, con sus 74 muertos, sus centenares de heridos, su guerra, sus odios que aún perduran. Ya lo hicieron antaño los batasunos, cuando buscaban en los Balcanes una referencia de que la independencia era posible y Arzallus rechazaba aquella “virguería marxista de la autodeterminación”.
     Se ha repetido que hemos llegado hasta aquí por el fracaso de la política. Pues bien, la forma prudente, medida y acordada con los socialistas, con  que Mariano Rajoy ha respondido a lo dicho y no dicho por Puigdemont, parece abrir esa puerta de esperanza a la política. Esperanza que se abriga  y que debería prolongarse con el debate para cambiar lo  que se considere pertinente de la Constitución.
     No veo a Puigdemont, y menos aún al soviet anarcoide de la CUP, bajándose de este proceso enloquecido que ya les enfrenta, pero digamos que con la respuesta política dada se achican sus espacios. En la línea de no hacer nada que fomente el victimismo nacionalista, redundancia, el Requerimiento es una buena medida política.
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Copiado por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 14 de octubre de 2017.
       

  

miércoles, 11 de octubre de 2017

LA NO-DUI: UNA NUEVA PERFOMANCE QUE NO LLEVA A NINGÚN SITIO.
POR, TERESA FREIXES.
CATEDRÁTICA DE DERECHO CONSTITUCIONAL EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA.
DIARIO SUR, 11/10/17.

Estamos asistiendo a la enésima representación teatral del secesionismo, esta vez formalmente protagonizada por el presidente de la Generalitat, representando la peor cara de un nacionalismo supremacista y victimista. Con un `relato´ sesgado, cuando no basado en la mentira, ha realizado un discurso con el que pretende `in extremis’ salvar sus responsabilidades personales al tiempo que fabricar unas pretendidas justificaciones que le permitan, al tiempo, sobrevivir políticamente aunque sea en fase terminal  y, tratar de convencer al mundo de la justeza de su causa.
     Por ello, se ha limitado a enumerar los consabidos mantras de secesionismo, culpabilizando al resto de españoles de ser un lastre para argumentar que Cataluña se ha ganado el derecho a formar una república independiente. Y no ha encontrado otra que la no proclamación de independencia buscando una “mediación” imposible que le permita lograr sus objetivos. ¿Por qué digo que la mediación es imposible? Porque  nunca puede haber una mediación fuera de la ley, fuera del ordenamiento jurídico, que es lo que el secesionismo pretende.
     En democracia, la forma es substancia. Seguir los procedimientos democráticos es lo que nos permite legitimar la toma de decisión. Sin el respeto de lo que disponen la Constitución, el Estatuto de Autonomía, el Derecho de la Unión Europea, rompemos la democracia
     En democracia, además, son importantes los contenidos. Lo que las normas regulan no son entelequias. Son instituciones jurídicas que tienen un contenido, es decir, un sentido propio. Por ello, fundamentar la  legitimidad de la suspendida declaración de independencia es un pretendido “referéndum”, que no entiendo cómo puede el Sr. Puigdemont denominar así, constituye una burla a la democracia. Lo que tuvo lugar el 1 de octubre pasado no fue un referéndum; la propia Comisión de Venecia afirmó que lo que se iba a hacer no contaba con las garantías necesarias. Y se fundamentó en una ley suspendida por el Tribunal Constitucional que había sido preparada en secreto y que se aprobó sin respeto de Reglamento del Parlament de Cataluña y vulnerando los derechos de los parlamentarios, es decir, nuestros derechos, porque ellos nos representan.
     Y no nos engañemos más. Lo que ha pretendido Puigdemont en su discurso, falseando repetidamente nuestra historia constitucional reciente, sin respetar el pluralismo y pretendiendo silenciar al disidente, es crear un discurso que pueda dar la imagen de los catalanes como pueblo sojuzgado, para intentar de ese modo constituirse en sujeto de un derecho de autodeterminación que no tiene, porque la mayoría de los catalanes, plurales y abiertos como somos, sabemos que tenemos nuestros derechos garantizados no por su gobierno  sino por el ordenamiento jurídico, contamos con instituciones reconocidas por la Constitución y el Estatuto a las que el secesionismo ha secuestrado y queremos continuar siendo habermasianamente, ciudadanos de Cataluña, de España y de Europa.
     El Sr. Puigdemont tendrá ahora que gestionar la crisis que él mismo ha generado. Entre los suyos, con el resto de catalanes, con el resto de españoles y con el resto de europeos. Aunque, quizás lo mejor que podría hacer es retirase, como incapaz que es de generar expectativas plausibles,  convocar elecciones autonómicas y dejar paso a que un nuevo Parlament y un nuevo Govern, elegidos, esta vez sí con todas la garantías   vuelvan a situarnos en el ámbito político, económico y social propio de las sociedades europeas avanzadas de siglo XXI.
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Copiado por Victoriano Orts Cobos.

Málaga 11 de octubre de 2017.

miércoles, 4 de octubre de 2017

INCERTIDUMBRE
EDITORIAL, Diario SUR 03/10/17.
Sorprende que el Gobierno siga sin explicar su plan para evitar la ruptura en Cataluña a una sociedad española desconcertada.

El 1 de octubre ha disparado hasta límites inquietantes la división social en Cataluña y ha elevado la tensión política en España a niveles desconocidos en las últimas décadas. Si antes del referéndum –celebrado sin base legal alguna y sin las más mínimas garantías democráticas- la salida al desafío independentista se antojaba un reto de extraordinaria complejidad, la solución aún parece más lejana apenas unas horas después. La consulta ha exacerbado la arrogancia populista de Carles Puigdemont y sus socios. Empeñados en conducir a Cataluña a la secesión sin respetar las más elementales normas de un Estado de Derecho. Su discurso demagógico se ha visto alimentado por las cargas policiales del domingo; unas imágenes que, sin duda, empujaron a las urnas a miles de ciudadanos reacios a participar en farsa de referéndum y que han deteriorado la ya débil imagen en Cataluña tanto del Gobierno como del Estado. Tras el 1-O, la reacción del independentismo ha sido la previsible: continuar en una huida hacia adelante que amenaza con derivar en un choque de trenes de imprevisibles consecuencias. Puigdemont tiene claro el camino que, si alguien no lo remedia, puede derivar  en una declaración unilateral de independencia dentro de unos días. Lo que sorprende es que, con una sociedad española desconcertada y estupefacta ante los eventuales efectos de un órdago de tal dimensión, el Gobierno siga sin explicar sus planes para impedir esa ruptura, y sin ofrecer a los ciudadanos siquiera un mensaje tranquilizador o de alivio moral. Su estrategia de ni frenar en seco el referéndum, tras la aprobación de las leyes secesionistas el pasado día 6 en el Parlament, ni dejar que se celebrara sin impedimento alguno como un acto sin efecto legal, al igual que el 9-N, no ha ofrecido los resultados esperados ni ha tranquilizado a una población española en la que crece la inquietud. Mariano Rajoy perdió ayer una nueva oportunidad de exponer sus planes tras recibir por separado  en La Moncloa a Pedro Sánchez y a Albert Rivera para analizar una situación que, sin caer en alarmismos, puede calificarse de crítica y que requiere de un gran acuerdo entre las principales fuerzas políticas que orille los egoísmos partidistas. Ningún portavoz oficial del Gobierno (ni de PSOE) compareció en público tras el encuentro.

RIESCO DE EMPEORAR. Las posiciones están demasiado enconadas como para esperar una salida inmediata. Los llamamientos al diálogo y al entendimiento resultan vanos cuando el secesionismo institucionalizado no está dispuesto a rectificar ni un ápice su planteamiento de confrontación y ruptura con el Estado constitucional. Los principales líderes europeos han respaldado sin fisuras a Rajoy aunque sin obviar un comprensible malestar por las imágenes de violencia policial del domingo. El 1-O ha demostrado que el panorama corre el riesgo de empeorar aún más. Es lo que ocurrirá si Puigdemont opta por formalizar en el Parlament una declaración unilateral de independencia. La hipotética gestación de un Estado construido sobre los restos de la legalidad vigente conduciría a Cataluña a una situación de caos posiblemente irreversible. De confirmarse este extremo, la Cataluña institucional se traicionaría a sí misma al dar cauce a una variante particular de populismo que está atenazando a Europa. Un escenario indeseable desde el punto de vista político y social. Y también una amenaza para el futuro de la economía. Veinticuatro horas después de 1-O, la cotización de los principales bancos catalanes (CaixaBank y Sabadell) cayó con fuerza en la Bolsa española, mientras la prima de riesgo repuntaba.
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Copiado por Victoriano Orts Cobos.

Málaga 4 de octubre de 2017.