lunes, 25 de mayo de 2020

Prostitución en la fase 1: «Algunos de mis clientes vienen con mascarilla»

Mujeres de compañía vuelven a ejercer tras dos meses sin ingresos, aplicando medidas de seguridad y exponiéndose a contagios y sanciones



Calles vacías del polígono Guadalhorce, un espacio en el que habitualmente se dan cita prostitutas y clientes/Salvador Salas
Calles vacías del polígono Guadalhorce, un espacio en el que habitualmente se dan cita prostitutas y clientes / SALVADOR SALAS

JUAN CANO y FERNANDO TORRESMálaga
Aguantó dos meses encerrada en casa viendo cómo las facturas se acumulaban, «sin ingresar un euro» y tirando de los pocos ahorros que tenía. La vida del autónomo, podría pensar cualquiera. Pero en lo suyo no hay seguros sociales ni prestaciones por desempleo. Cuando se anunció la entrada de Málaga en la fase uno de la desescalada, Sandra –nombre ficticio– decidió volver al trabajo y hacer frente al coronavirus en un sector que nadie espera escuchar en la lista de actividades laborales permitidas por el Gobierno. Pero existe.
En una conversación con SUR –tras decenas de intentos, fue la única que accedió a hablar–, Sandra hace balance de la vuelta a la actividad en la llamada 'nueva normalidad'. Y las cuentas no le salen. En la primera semana apenas ha recibido a media docena de clientes, todos de media hora (es decir, servicios de 50 euros). Los mismos que podía tener antes en un día. «Ellos tienen susto, yo tengo susto, pero... ¡la vida sigue!». En la era 'precoronavirus', podía ganar «dos sueldos» en un mes.
¿Cuántos son dos sueldos?
–No sé, unos 3.000 euros.
Sandra (española, 40 años) elige cuándo trabajar, con quién y cómo. Ejerce por su cuenta en un piso alquilado y en el horario que pacta antes con sus clientes. Pero su caso es una gota en el océano de la prostitución, porque la generalidad es otra bien distinta. La pandemia de la Covid-19 dibuja un escenario incierto para este sector y ha dejado a decenas de mujeres en la estacada, en muchos casos en manos de las mafias y teniendo que hacer frente a las deudas contraídas con las redes de trata que las introdujeron de forma ilegal a España con fines de explotación sexual.
La disponibilidad de estas prostitutas, que son víctimas de la trata de seres humanos, está en manos de terceros, los conocidos como 'chulos' o proxenetas, que controlan, fiscalizan el trabajo de las mujeres y se apropian de gran parte de sus ingresos. Desde Cruz Roja aseguran que cuando se tomaron las primeras medidas de confinamiento no les obligaron a ejercer , ya que era «prácticamente imposible».
La cuarentena dio lugar a una situación extremadamente compleja y precaria: la deuda contraída con las redes de trata seguía vigente, pero los ingresos se congelaron por completo. Esto llevó a un número «considerable» de mujeres a pedir ayuda para «pagar la comida y apartarse de los proxenetas», remarcan desde la ONG.
Sandra deja claro desde el principio que su perfil no encaja en el de las mujeres explotadas por 'chulos'. «Siempre he estado en contra de la prostitución. Yo pensaba que lo hacían por las drogas o por otras adicciones, pero me he dado cuenta de que cualquier chica que llegue a trabajar en esto es porque se le complica la vida y no tiene muchas opciones». Las deudas empezaron a amontonarse con las desgracias familiares y la montaña acabó siendo demasiado alta.
En el caso de quienes no pueden decidir, esas mujeres que dependen de grupos criminales y organizados, el coronavirus ha golpeado dos veces. Algunas han logrado volver a su país. Otras han acudido en busca de ayuda a asociaciones que puedan acogerlas, con el riesgo que ello implica para quienes aún no han saldado su deuda. Uno de esos refugios lo ofrece la Congregación de las Adoratrices de Málaga, una orden religiosa de monjas que funcionan como una red de emergencia para estas personas en riesgo. Una de las hermanas que gestiona la atención a prostitutas relata a SUR que la pandemia ha hecho que aumente el número de veces que llaman a su puerta tras haberlo dejado todo atrás (menos el miedo). «Estas personas han llegado muy asustadas y angustiadas, porque sienten que tienen una serie de responsabilidades en sus países de origen con su familia, y si antes les costaba mandar dinero, ahora mucho más».


Calles vacías del polígono Guadalhorce
Calles vacías del polígono Guadalhorce

La llegada a las distintas sedes de la congregación –que son secretas para pasar desapercibidas y evitar así que las mafias puedan dar con ellas– tuvo que realizarse previa cuarentena de dos semanas para evitar contagios. «Pasaron de estar en la calle o en un piso donde se ejerce la prostitución a estar en completo aislamiento, para muchas de ellas ha sido muy duro», remarca la hermana.
Para que esta situación fuese lo menos dura posible, el equipo psicológico que colabora con la congregación ha conseguido mantener las terapias sin romper la cuarentena, hasta que el Sistema Andaluz de Salud ha podido hacer los test de Covid-19 a las recién llegadas a la organización.
Desde Cruz Roja explican que la prostitución callejera está volviendo a las calles poco a poco, despertando del letargo. «Tenemos constancia de varias mujeres que ya están buscando clientes en el polígono Guadalhorce, y también de, como mínimo, una sanción por incumplir el real decreto a raíz de esta actividad», apunta una portavoz. Fuentes policiales remarcan que las fases más duras del confinamiento dejaron la actividad del sector prácticamente apagada, aunque tienen constancia de que algunos de los pisos han conseguido abrir sin llamar la atención de las autoridades.
Mientras tanto, en los hoteles y clubes de alterne donde se ejerce la prostitución, la actividad está lejos de retomarse. El gerente de uno de los establecimientos más grandes de la provincia –que prefiere permanecer en el anonimato–, asegura que no abrirán las puertas hasta que se pueda garantizar la seguridad de los clientes y las clientas. Algunos clubes más pequeños se están planteando volver a la rutina, aunque la tónica general es la incertidumbre y la espera. «Como todo el mundo, mis trabajadores están en un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), y así lo haremos hasta que se pueda cambiar, porque en lo nuestro el distanciamiento social es imposible», apunta el empresario.
En este retorno a la actividad, Sandra asegura que el distanciamiento social, imposible en la prostitución, no impide otra clase de medidas profilácticas contra la Covid-19. «Algunos vienen con mascarillas y no se la quitan en todo el servicio. Y lo veo genial, lo agradezco. Yo no puedo hacerlo, pero me enjuago la boca un montón de veces», explica.
El protocolo ha cambiado desde la misma puerta del piso donde los recibe. «Tengo un gel en la entrada para que se lo echen en las manos nada más llegar y les doy una toalla para que vayan directamente a la ducha», cuenta Sandra. A veces son los propios clientes los que le reclaman extremar las precauciones por miedo a contagiarse del coronavirus. «Incluso tuve a un chico que me pidió que le diera un masaje con los guantes puestos, pero al poco de empezar cambió de idea».
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 25 de mayo de 2020.
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viernes, 22 de mayo de 2020

«¿Por qué mil millones de cadáveres?»


«¿Por qué mil millones de cadáveres?»

Dámaso Alonso publicó 'Hijos de la ira' en plena posguerra, una respuesta al horror y la penuria donde pide explicaciones a Dios y que en esta pandemia adquiere una vigencia aterradora: «Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?»


Alberto Gómez

ALBERTO GÓMEZ
Hasta entonces había pasado desapercibido, reducido a la condición de poeta menor, ensombrecido por los fogonazos que generaban colegas de generación como Lorca, Cernuda o Alberti. Pero Dámaso Alonso se descubrió tras la Guerra Civil como un extraordinario analista del desastre. En 1944 publicó 'Hijos de la ira' y todo cambió: aquel crítico, un hombre menudo con gafas gruesas, escondía una capacidad literaria deslumbrante. Roto por haber asistido a uno de los episodios más violentos de la historia de su país, angustiado por el hambre y la miseria que sobrevinieron luego, Alonso escribió poemas que abandonan cualquier intento de complacencia para doler como golpes sobre la memoria, versos que ahora resuenan con una vigencia aterradora. El autor madrileño se muestra indignado, sumido en la desesperación, preguntando a Dios por qué tanta injusticia: «Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? / ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?».
La idea de Dios, tan presente en su obra, responde a la necesidad de encontrar una primera causa que explique el mundo, como confesó en una entrevista: «El Dios que aparece en mi poesía no pertenece a ninguna religión. Es el nombre que doy a esa primera causa». Cuando ya superaba los cuarenta años, aquella disección de la penuria producida por la posguerra lo elevó como poeta. En una paradoja cruel, tanta desolación le sirvió para dejar de ocupar el plano secundario al que su trabajo como filólogo, con algunos poemas publicados sin demasiado interés, lo había relegado: «Yo soy el orujo exprimido en el año de la mala cosecha». Por edad pertenece a la Generación del 27, de la que formó parte activa en reuniones y actividades, pero suele figurar como autor de la primera tanda de poetas de posguerra por lo tarde que comenzó a escribir de forma frecuente. Él mismo se consideraba «un poeta a rachas», con largos silencios y una obra irregular, y lo cierto es que su labor intelectual, que lo condujo hasta la dirección de la Real Academia Española, ha sido tan valorada como su lírica.
Nacido en 1898, hijo de un ingeniero de minas que murió de tuberculosis cuando el poeta sólo tenía dos años, alcanzó un complicado equilibrio que le permitió permanecer en España. No se entregó a los brazos del franquismo, como Gerardo Diego, pero tampoco se había significado del lado republicano como para que la dictadura quisiera su cabeza. Alonso representa, como Vicente Aleixandre, lo que algunos expertos han llamado exilio interior. Lideró la facción más avanzada entre los autores de su época que no emigraron a otros países, y de hecho 'Hijos de la ira' puede considerarse un libro crítico, aunque la historia cubre de sombras su carácter. Cuentan que el propio Aleixandre, a quien le había descubierto la obra de Rubén Darío, una influencia decisiva después en la poesía del Nobel, escondió sus preferencias sexuales reales entre versos dedicados a mujeres precisamente para resguardarse de la homofobia de compañeros como Dámaso.
Tras reconocer que había escrito 'Hijos de la ira' «lleno de asco ante la estéril injusticia del mundo y la total desilusión de ser hombre», Alonso siguió indagando en el existencialismo como parte de lo que denominó poesía desarraigada, consecuencia de las guerras que asolaron Europa durante décadas. En los años cincuenta dio cursos como profesor invitado en las universidades de Yale, New Haven y Harvard antes de jubilarse en 1968, cuando lo eligieron director de la Academia. Allí le ofreció un cargo a Alberti tras su multitudinario regreso del exilio en 1977. El autor gaditano declinó la propuesta y le recordó que juntos, muchos años atrás, habían orinado en la fachada de la Academia como protesta por el rechazo de la institución a celebrar el centenario de Góngora: «Mira, no quiero ser académico porque no tengo ni siquiera el bachillerato y, además, un día me meé en aquellas paredes. ¿Qué iba a hacer ahí dentro?». Dámaso, atornillado en su responsabilidad, decía no recordarlo.
Inspirado por 'Retrato del artista adolescente', de James Joyce, que tradujo bajo el seudónimo Alfonso Donado, publicó varios libros de impronta metafísica como 'Hombre y Dios' y 'Duda y amor sobre el Ser Supremo'. Trabajó durante años en la unión de las academias de los países de lengua española ante una temida fragmentación del idioma, aunque la cima de su legado continúa siendo 'Hijos de la ira', aquel libro que denunciaba que Madrid «es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)». Su obra ha influido en autores jóvenes como Ben Clark, ganador del Premio Hiperión en 2006 con 'Los hijos de los hijos de la ira'.
En 1990 murió de un infarto. Sus libros fueron donados a la RAE, a cuya dirección había renunciado años antes. Lázaro Carreter destacó de él su enseñanza de que los significados son organismos complejos: «La palabra lluvia puede ir cargada de esperanza para un labrador en época de sequía, de espanto para quienes sufren una inundación o de júbilo para un niño que estrena impermeable». Una lección a la altura del autor más poliédrico de la poesía española.

DÁMASO ALONSO

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres
(según las últimas estadísticas).
A veces en la noche yo me revuelvo
y me incorporo en este nicho
en el que hace 45 años que me pudro,
o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán,
ladrando como un perro enfurecido,
fluyendo como la leche de la ubre caliente
de una gran vaca amarilla.
Y paso largas horas preguntándole a Dios,
preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,
por qué se pudren más de un millón de cadáveres
en esta ciudad de Madrid,
por qué mil millones de cadáveres
se pudren lentamente en el mundo.
Dime, ¿qué huerto quieres abonar
con nuestra podredumbre?
¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,
las tristes azucenas letales de tus noches?

DETRÁS DE LO GRIS

Ah, yo quiero vivir
dentro del orden general
de tu mundo.
Necesito vivir entre los hombres.
Veo un árbol: sus brazos ya en angustia
o ya en delicia lánguida
proclaman su verdad:
su alma de árbol se expresa,
irreductiblemente única.
Pero el hombre que pasa junto a mí
el hombre moderno
con sus radios, con sus quinielas, con sus películas sonoras
con sus automóviles de suntuosa hojalata
o con sus tristes vitaminas,
mudo tras su etiqueta que dice «comunismo»
o «democracia» dice,
con apagados ojos y un alma de ceniza
¿qué es?, ¿quién es?
¿Es una mancha gris, un monstruo gris?
Monstruo gris, gris profundo,
profundamente oculta sus amores, sus odios,
gris en su casa,
gris en su juego,
en su trabajo, gris,
hombre gris, de gris alma.
Yo quiero, necesito,
mirarle allá a la hondura de los ojos, conocerle,
arrancarle su careta de cemento,
buscarle por detrás de sus tristes rutinas.
Por debajo de sus fórmulas de lorito
real (¡Pase usted! ¡Tanto gusto!),
aventarle sus tumbas de ceniza
huracanarle su cloroformo diario.
Un día llegará en que lo gris se rompa,
y tus bandos resuenen arcangélicos,
oh gran Dios.
Dime, Dios mío, que tu amor refulge
detrás de la ceniza.
Dame ojos que penetren tras lo gris
la verdad de las almas,
la hermosa desnudez de tu imagen:
el hombre.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 22 de mayo de 2020.
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martes, 19 de mayo de 2020

De los Illuminati al 5G

Con esta pandemia han surgido muchas teorías de la conspiración. No es nuevo: siempre ocurre en tiempos de crisis





De los Illuminati al 5G
ADRIÁN ASTORGANO





Solange Vázquez

SOLANGE VÁZQUEZ
Hay que ver qué débiles somos los humanos, siempre necesitados de respuestas, de certezas que nos expliquen el mundo, de algo a lo que agarrarnos para no perder el equilibrio en medio del caos. Por eso, a lo largo de la Historia, en medio de las grandes crisis –pestes, recesiones, guerras– han 'florecido' teorías de la conspiración, historias a veces muy descabelladas que 'explicaban' esas situaciones dramáticas y apuntaban a sus culpables. Según Joe Uscinski, estudioso de este fenómeno y autor de 'American Conspiracy Theories', «existe un número infinito de ellas» –lanzadas tanto desde sectores de izquierdas como de derechas– y, lo que es más inquietante, «todo el mundo cree en una o en más de una».
¿Quizá parece exagerado? No tanto. Según un estudio de la Universidad de Cambridge, al presentar cinco de estas teorías a los ciudadanos y pedirles que señalasen cuáles eran verdaderas, la mayoría marcaron al menos una, y eso que entre las opciones se incluían sociedades secretas, alienígenas... Y, cuanto más incertidumbre y sensación de amenaza tiene la población –como ocurre ahora mismo con la pandemia de coronavirus–, más se extienden las invenciones de este tipo. «La teoría de la conspiración busca culpables que orquestan entre bambalinas todo lo que ocurre. Por eso, al ser explicaciones basadas en identificar titiriteros ocultos, son tan útiles para movilizar y polarizar en política: el adversario ya no es un simple adversario, sino el Mal con mayúscula», analiza Alejandro Romero, profesor de Sociología de la Universidad de Granada y experto en teorías de la conspiración.
Pero ¿qué ingredientes debe tener una buena teoría de la conspiración? Es un 'género' variado, pero debe cumplir con cierta ortodoxia. Según indica Romero, en primer lugar hace falta «un chivo expiatorio, un culpable que ya estuviera mal visto, sobre cuyo estigma construir la teoría: el ejemplo perfecto es el estereotipo judío». El segundo 'mandamiento' es atribuir a esa persona o colectivo la responsabilidad sobre una serie de males: «Una catástrofe concreta, un atentado terrorista, pandemia y hasta procesos históricos de largo recorrido, como las transformaciones políticas y económicas». Y el tercer y último requisito: para que la teoría 'funcione' debe haber un 'nosotros', el pueblo, que sean las víctimas perjudicadas por los villanos». Todo ello debe estar aderezado, además, por «la salsa imprescindible, la irrefutabilidad: una teoría de la conspiración es indestructible cuando no hay prueba alguna que nos sirva para descartarla». Pero ¿no debería ser al revés? No en el creativo mundo de estas historietas. «De hecho, si no hay pruebas de que existe la conspiración, se entiende que es una prueba de lo hábiles que son los conspiradores para no dejar rastro de sus manejos –desvela el sociólogo–. Cara, yo gano; cruz, tú pierdes».
Las hay para todos los gustos: desde que Bush organizó los atentados de las Torres Gemelas, hasta que la llegada del hombre a la Luna nunca se produjo, que en China fertilizaban campos con cuerpos de bebés... Estas son algunas de las modernas, pero otras se remontan a varios siglos atrás. He aquí algunas muestras del catálogo de esta categoría fantástica:

Los judíos y la peste negra

En el siglo XIV, cuando la peste bubónica asoló Europa, los judíos pagaron el pato en buena medida. Como no se conocía el origen ni la propagación del mal, se extendió entre la población que este colectivo envenenaba el agua de los pozos para hacer enfermar a la gente.

Los eternos Illuminati

«Es la primera gran teoría moderna de la conspiración –explica Romero–. Una sociedad de idealistas infelices que apenas dura diez años en el siglo XVIII se convierte, gracias a los panfletos reaccionarios que los señalan como responsables en la sombra de la Revolución Francesa, en la élite internacional que viene dominando el mundo desde entonces, colaborando con los Sabios de Sión o los reptilianos, según la coyuntura. Si su pobre fundador, Adam Weishaupt, levantara la cabeza... Aunque igual no murió y comparte dúplex con Elvis».

Falsos cristianos malvados

Hay antecedentes españoles del mito de la conspiración judía mundial. Ya en el siglo XVI se comenzaron a adelantar algunos elementos. Para justificar el estatuto de limpieza de sangre, el arzobispo de Toledo publicó una serie de «pruebas» contra los judíos, incluyendo una supuesta 'Carta de los judíos de Constantinopla' (falsa, claro) a los rabinos de España en la que se les aconsejaba que se convirtieran falsamente al cristianismo y, haciéndose abogados, mercaderes, médicos o incluso sacerdotes, conspiraran contra la propiedad, la vida y las iglesias.

El peligro está en el agua

Ya en el siglo XX, se ha afirmado que la fluoración del agua potable encubría «una trama para contaminar y debilitar a la población», apunta el sociólogo. Sin ir más lejos, la gripe española (1918-1920), que causó millones de muertos, se atribuyó a un veneno alemán –acababa de terminar la Primera Guerra Mundial– echado en el agua.

Laboratorios y farmacéuticas

Son el 'enemigo número uno' de los conspiranoicos, que creen que el VIH o el ébola fueron creados en laboratorios para exterminar a determinados grupos. También se extendió la teoría de que las vacunas provocan autismo y que las grandes farmacéuticas tienen comprados a medios de comunicación, científicos y gobiernos para que lo oculten.

'Desviados'de la tradición

Según explica Romero, entre las teorías de la conspiración más recientes está cobrando especial fuerza en la extrema derecha de todo el mundo la idea de que, tras la caída del comunismo a finales del siglo XX, el nuevo proyecto totalitario se basaría en la corrección política y en la destrucción de la familia y los valores tradicionales mediante lo que llaman 'ideología de género' y la promoción de la homosexualidad y otras prácticas sexuales 'desviadas'. «Es uno de los ingredientes que había detrás de la polémica del veto parental, con aquellos vídeos de performances para adultos que se descontextualizaban y se movían en redes sociales presentándolos como 'clases de educación sexual para los niños españoles', o acusaciones sin pruebas sobre colegios en los que se hablaba de zoofilia».

COVID-19, tormenta perfecta

Información incompleta, situación desconocida sin soluciones perfectas y con grandes costes sociales y económicos, polarización política... La pandemia ha creado «la tormenta perfecta» para las invenciones conspirativas, resume Alejandro Romero. «No todas las teorías conspirativas sobre el coronavirus son de derechas. Frente a quienes defienden que el estado de alarma es una excusa para implantar un régimen totalitario, también están quienes identifican una nueva maniobra de las élites financieras para reorganizar el sistema económico a nivel internacional, sometiendo a los trabajadores a través del miedo. Y tampoco podían faltar los antivacunas, por desgracia», indica. Luego están los convencidos de que se debe al 5G o a algún complot extraterrestre, aunque estos casos, más que conspiración, entran de lleno en la ciencia ficción. ¿O es lo mismo?

«Somos fácilesde autoengañar»
Da igual lo descabellada que sea la teoría. Aunque no nos entre en la cabeza, siempre va a haber alguien que se la crea. Y algunas se extienden como la pólvora. Esto, que va contra toda lógica, ocurre, según explica Romero, porque «somos fáciles de autoengañar». Pero, ojo, nos creemos lo que queremos creer. «Aceptamos las teorías de la conspiración que encajan con nuestra visión del mundo. A nivel individual, es lo que los psicólogos llaman 'sesgo de confirmación'. A nivel colectivo, creemos teorías que refuerzan nuestras ideologías e identidades culturales». Así, si somos antisemitas, es más probable que la teoría de la conspiración judía mundial nos parezca verosímil. Sin embargo, si somos anticapitalistas, es más probable que creamos que las crisis económicas son provocadas deliberadamente por las élites financieras.
Lo curioso es que el avance de la ciencia no ha servido para frenar este fenómeno. Todo lo contrario: «No comprendemos que la ciencia no puede dar respuestas definitivas, sino soluciones provisionales que pueden ser refutadas. Esperar de la ciencia certezas absolutas contribuye a que creamos en teorías conspirativas: no pensamos que la ciencia se autocorrige, sino que los malvados científicos nos ocultan la verdad y la van dosificando según les conviene a ellos o a quienes 'los tienen comprados'».
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de  Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 19 de mayo de 2020.
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sábado, 16 de mayo de 2020

Poemas sin autor para limpiar el váter





Poemas sin autor para limpiar el váter

Alguien publicó en 2015 'Antolejía', un libro gamberro y descarnado, bajo la identidad ficticia de Ballerina Vargas, un juego poco frecuente en un mundo repleto de egos y ansía de visibilidad: «No cometan el error / De confundirme con lo que escribo»





Alberto Gómez

ALBERTO GÓMEZ
Ya lo avisa en uno de sus poemas: «No me gusta hablar de mi vida / Ni de mí / No cometan el error / De confundirme con lo que escribo». No resulta complicado intuir que Ballerina Vargas Tinajero es un nombre falso, una identidad literaria bajo la que alguien se escondió hace años, alimentando un secreto más o menos guardado desde entonces. El juego, poco frecuente en un mundo repleto de egos donde se producen contorsiones casi imposibles por aparecer en antologías y medios de comunicación, sabe delicioso: un autor oculta quién es y sólo quedan al descubierto sus poemas y un puñado de especulaciones, abono para el desconcierto. El personaje, creado al abrigo de los blogs pasados de moda, tiene hasta biografía: Ballerina nació supuestamente en Sevilla y se licenció en Periodismo después de quedar segunda en un concurso de cuentos de su pueblo, aunque ejerce de profesora de Lengua en un instituto público. El título de su primer y hasta ahora único libro, 'Antolejía: poemas para limpiar el váter', ya revela su tono gamberro y lúdico, ordinario a veces pero felizmente libre de intensidades simuladas. Aquí, aunque parezca paradójico, sólo engaña el nombre: «Siempre pensé / Que el amor era otra cosa / Sin tanta fachada tanto preparativo sin tanto / puterío importado de baratillo».
'Antolejía' fue publicado en 2015 por Ediciones Liliputienses, una pequeña editorial asentada en la isla de San Borondón, que según la leyenda, en sintonía con la firma más misteriosa de su catálogo, «existe sólo a veces, aunque, como el nulo sentido del humor de las administraciones no admite las identidades intermitentes, contamos con una humilde morada en Cáceres». Por entonces el autor o la autora ya había colaborado con revistas digitales e impresas. El uso reiterado de pasajes presuntamente autobiográficos no debería confundir al lector, como recuerda una cita inicial de Cavafis que espanta posibles interpretaciones literales: «Que no intenten descubrir quién fui / por cuanto hice y cuanto dije». Pero lo cierto es que la poesía de Vargas funciona posada en el alambre de la experiencia, analizando su decadente entrada en la madurez: «Veinte años después / Sigo comiendo pipas en aquel banco / Mirando El grito de Munch / Sepultada por las cáscaras / Sola / Perpleja / Con los ojos salados / como entonces / Sin enterarme de nada».
Con referencias a poetas malditos como Bukowski y Fonollosa, pero también a Mecano y 'Regreso al futuro', Ballerina sabe mecerse entre la ironía crítica y cierta ternura patética: «Te diste la vuelta y arrastraste / Contigo la manta que aún conservaba / nuestro calor / nuestro sudor / Y te rascaste el culo. / Y aquí sigo temblando / En la esquina de aquella cama». Sus poemas transpiran esfuerzo por alejarse de la pirotecnia poética, de «esos culturetas» que hacen malabares para no resbalar entre tanto almíbar: «Te he visto por aquí antes / Me suena la máscara que llevas puesta». El realismo cotidiano queda tamizado por el sarcasmo, como en 'Bus Stop', donde recrea una conversación entre adolescentes: «Hablar del Mangafest de Abraham Mateo / Del examen de Física y de un tal Chaco / Que por lo visto / Es quien les lleva la hierba / Y estoy por pedirle el número / Y entonces recuerdo que para ellos / No soy más que una vieja».
Tampoco cede terreno a la cursilería en sus poemas de amor, donde a menudo asoman las propias costuras, la necesidad salvaje de distanciarse del academicismo: «Porque en noches como esta / Me la sudan / Y no sabes de qué modo / Neruda el destino la metafísica». El personaje pretende romper estereotipos, presentarse desnuda: «Cuando te dije que te quería / No buscaba un príncipe / Ni un anillo en el altar / Ni un chalet en Torrevieja / Ni un heredero». Aunque algunos poemas cogen vuelo («Es mentira / No es el tiempo / El que hace de nosotros / Lo que somos»), Ballerina prefiere escribir desde la tierra, alérgica al tono empleado por muchos de sus colegas. Las instrucciones que da para su funeral pueden entenderse como el anuncio de su final poético: «Lloradme / Lloradme mucho durante la ceremonia / Hasta que se os sequen los sesos / Que todo el mundo se suene / escandalosamente / Y se abrace / No quiero a nadie entero».
Nacida en un blog que comparte con Marcos Matacana, otro seudónimo, Ballerina Vargas sigue siendo uno de los enigmas de la poesía española actual, una identidad ficticia que algunos atribuyen a un premiado escritor especializado en Cernuda. Será mejor que el secreto continúe guardado. La fórmula ha funcionado otras veces, como en el caso de la multiventas Elena Ferrante, que nunca ha confirmado quién es en realidad pese a las investigaciones que concluyen que su obra pertenece a una traductora. Aquellas indagaciones abrieron un debate en Italia sobre el derecho a la intimidad. Incluso al anonimato, un recurso poco utilizado en poesía, donde el deseo de visibilidad suele desencadenar competiciones ridículas. Celebremos el misterio.




BALLERINA VARGAS

LO MÍO NO ES NORMAL

No me gusta hablar de mi vida
Ni de mí
No cometáis el error de confundirme
Con lo que escribo

CALIFORNIA GIRL

Un escalofrío salado me saca
De mi sopor y me siento en la arena
No recuerdo cómo
He acabado en la costa
Ni el nombre de este reino
junto al mar
Pero me gusta
Hacía mucho tiempo
No me importa
Unos chicos se bañan desnudos
Y me sorprendo
Sintiendo envidia del agua
Yo que no tengo cuerpo ya
Para nada que no sea beber.
(...)
Poseer es perder dijo Pessoa
Y entre lo que se va
y lo que no llega
Al final a todos nos queda
Lo mismo
La pérdida
De pelo
De orina
De ganas
De vida
Es lo único cierto
Eso
Y que hace una rasca de cojones
Y que voy a levantar el culo de la arena
Y hacer eses
Hasta el chiringuito
Donde el cabrón de mi novio estará
Camelando a alguna guiri
Y pedirme
Otra cerveza

ANTES

Es mentira
No es el tiempo
El que hace de nosotros
Lo que somos
Podríamos ser eternamente
El perro que no teme
La ola que no rompe
La lengua que no conoce lo amargo
La carne intacta
La mirada sin sombra
Que contempla sin saberlo
La última tarde de verano
Podríamos haber sido
Lo que ya no recordamos
Lo que fuimos
hace mucho
Antes del daño.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 16 de mayo de 2020.
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