miércoles, 6 de mayo de 2020

¿Saldremos adelante?

Sí. Saldremos adelante. No es un deseo. O, mejor dicho, no sólo es un deseo, sino una afirmación basada en la experiencia y en razones objetivas



GASPAR MEANA/
GASPAR MEANA

EUGENIO LUQUE
Sí. Saldremos adelante. Sin embargo, desgraciadamente, no todo va a salir bien. En el momento de redactar estas líneas, ya han muerto más de 136.000 personas en el mundo, más de 18.500 en España y más de 200 en Málaga. Además, y aunque frente a esta tragedia pierde importancia, ya estamos inmersos en una crisis económica descomunal. Es ahí donde, dentro de la gravedad, existen razones objetivas para el optimismo.
Hace algunas décadas, Luis Ángel Rojo, uno de los grandes economistas españoles del siglo XX, nos dijo: «El economista se ve continuamente obligado a recordar a la sociedad que los Reyes Magos no existen; y ésta es una verdad lamentable que a nadie gusta oír». En efecto, una de las primeras cosas que aprenden nuestros alumnos en la facultad es que nada es gratis. Todo tiene un coste. Hay que pagar, no sólo la factura del nuevo material sanitario que se está adquiriendo, sino también los subsidios a las personas que han perdido su empleo, las ayudas a empresas y autónomos y las rentas que necesitan los más vulnerables, sin desatender otros gastos como las pensiones o los relacionados con la prestación de servicios públicos. Y lo tenemos que hacer, precisamente, cuando los ingresos públicos disminuyen por la caída de la actividad económica. La buena noticia es que podemos hacerlo. Entre las distintas opciones que se nos presentan seguimos teniendo margen para pedir prestado y, gracias a la política monetaria del BCE, a tipos de interés extraordinariamente reducidos. Como nos recordaba recientemente Gumersindo Ruiz, catedrático de nuestra facultad y con muchos años de experiencia en el sector financiero: «España es un país solvente, sin problemas para financiar los costes de esta crisis». Otro tema es si el volumen que alcanzará la deuda pública sobre el PIB en España, que ya ronda el 100%, es sostenible. Sin entrar en este debate, podemos recordar un dato: ese porcentaje es muy superior al 200% en Japón.
Otro tema es el de la recuperación de la producción y el empleo. A estas alturas tenemos dos certezas: una, la crisis económica será muy profunda; dos, no sabemos cuándo saldremos de ella. Centrémonos en el sector turístico, cuya importancia para Málaga resulta difícil de exagerar. La última crisis sanitaria, provocada por el coronavirus SARS-CoV, supuso una caída de los ingresos mundiales de turismo del 1,4% en 2003. La última crisis económica y financiera hizo que la caída en 2009 fuera del 5,4%. Pues bien, según las estimaciones de la Organización Mundial de Turismo el descenso en este año puede llegar hasta el 30%. El shock que está suponiendo el COVID-19 es espantoso y su enorme dimensión se explica por su carácter global y porque, a diferencia de una simple recesión económica, por profunda que sea, el riesgo no es perder renta, sino perder la vida. Existe miedo a viajar y a recibir viajeros. Entonces, ¿volverán los turistas?, por supuesto. La vacuna llegará. La inmunidad de grupo será un hecho. Y, aunque en el peor de los escenarios perdamos este año, empezaremos a remontar en 2021. De hecho, el turismo ha demostrado en el pasado una impresionante capacidad de recuperación. Las mencionadas caídas de ingresos por turismo en 2003 y 2009 se convirtieron en subidas justo al año siguiente. Es posible que también ocurra ahora.
En 1848 J. S. Mill escribió: «... [existe] una cosa que siempre ha causado asombro: la gran rapidez con que los países se recuperan después de haber sido devastados; la rapidez con que desaparece toda huella de los daños producidos por terremotos, inundaciones, huracanes y los destrozos de la guerra». Desde entonces hemos constatado, en muchas ocasiones, la veracidad de esa afirmación. Lo que estamos viviendo ahora tiene muchas semejanzas con un desastre natural o una guerra a nivel mundial. Hay muertos y damnificados y pérdida generalizada de bienestar, pero con una importante diferencia: no hemos sufrido un desastre natural o un bombardeo que haya destrozado las infraestructuras o mermado la capacidad de producción. Las carreteras siguen aquí, las redes de comunicación están funcionando, las máquinas no se han destruido y la mano de obra está disponible para trabajar. Todo está preparado para que pueda volver a funcionar.
Saldremos adelante. No es un deseo. O, mejor dicho, no sólo es un deseo, sino una afirmación basada en la experiencia y en razones objetivas. En este caso, los optimistas somos pesimistas bien informados.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 6 de mayo de 2020.
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