domingo, 25 de octubre de 2020

Señal de peligro infinito

 

Señales de peligro infinito

¿Cómo se marca un depósito de desechos nucleares para que su amenaza se entienda dentro de miles de años?

Señales de peligro infinito
FOTO: MIKE LEWINSKI/UNSPLASH | ILUSTRACIÓN STAFF
Isabel Ibáñez
ISABEL IBÁÑEZ

Si caminando nos topamos con un cartel en negro y amarillo con una calavera, instantáneamente sabremos que no debemos pasar por allí, y que quizá lo mejor sea alejarnos cuanto antes. Pero ahora trasladémonos hasta el desierto de Nuevo México, donde se encuentra la Planta Piloto de Aislamiento de Residuos, que se ha construido a más de 600 metros de profundidad para alojar, en principio con todas las garantías de seguridad, toneladas de residuos procedentes de la investigación y la industria armamentística. El único reservorio de este tipo (geológico, a gran profundidad y de larga duración) que funciona en todo el mundo, aunque Finlandia está construyendo otro. Y ahora viajemos miles de años hacia el futuro, pues en esa escala se mide el tiempo que los desechos radiactivos siguen representando un grave riesgo, como el plutonio-239, utilizado en la fabricación de armas nucleares, que necesita 24.000 años para degradarse.

Pensemos en los seres que habitarán entonces nuestro planeta, humanos si todo va bien, aunque sin poder saber en qué punto se encontrarán, quizá desarboladas nuestras civilizaciones debido a alguna guerra o catástrofe global. Y es casi seguro que los idiomas que hoy conocemos habrán desaparecido, también las convenciones con las que funcionamos, incluso podría suceder que ni siquiera se tenga conocimiento de la amenaza que suponen estos materiales. Tampoco habría que descartar que alguna inteligencia extraterrestre hubiera alcanzado nuestro mundo... ¿Cómo hacerles entender que ahí existe un grave riesgo, que no debe ser abierto ni manipulado?

A esto precisamente se está dedicando, dentro de la Agencia de Energía Nuclear (NEA, en inglés), un grupo de expertos de diversas disciplinas que pretende encontrar la forma más efectiva de señalar ese lugar de manera que el peligro se intuya cuando el mundo que hoy conocemos haya cambiado, dentro de decenas de miles de años. De ello se ocupa la semiótica nuclear.

La eterna calavera

Eva Aladro, profesora de Teoría y Semiótica de la Comunicación de Masas en la Universidad Complutense, recuerda que existen tres tipos de signos: «los símbolos, los iconos y los índices. Los símbolos son los más antiguos, los que más han durado en el tiempo, los que usaban los mayas, los aztecas o los egipcios, también los aborígenes australianos, y todos representaban la muerte con una calavera o con el esqueleto».

Por otro lado, están los iconos, «representaciones por semejanza, por ejemplo, una pintura de color amarillo y negro representa peligro porque en la naturaleza son de ese color las avispas, las ranas venenosas... Y lo que ahora es venenoso lo era hace 10.000 años y lo seguirá siendo. El clásico cartel de radiación son las aspas en negro y amarillo, precisamente. Porque cuando ves algo amarillo y negro no te lo comes... Salvo que sea un plátano, luego ahí también te das cuenta de que todo es relativo y de que solo con eso no nos sirve». Y por último, están los índices, como las flechas que señalan hacia dónde ir y hacia dónde no.

Aladro cree que la solución sería utilizar una mezcla de los tres tipos de signos para lograr el objetivo que se busca. «Porque el lenguaje no nos va a valer –se estima que los idiomas actuales desaparecerán en 10.000 años–. El único lenguaje antiguo vivo es el griego y tiene 3.400 años, aunque el sánscrito también puede ser leído por especialistas. La escritura maya, sin embargo no se ha logrado descifrar completamente, y los idiogramas egipcios tampoco en su totalidad, ni siquiera sabemos cómo hablaban. Pero hay que tener claro que se afronta un reto de gran dificultad, pues existe el relativismo cultural, los códigos cambian».

En este sentido, recuerda Aladro que en dos de las sondas espaciales 'Pioneer' se colocaron unas planchas metálicas con un mensaje visual por si se topaban con alguna inteligencia extraterrestre. «Y, además de unas fórmulas matemáticas, llevaban un dibujo de un hombre y una mujer. Y mientras el hombre está de frente con las piernas rectas, a la mujer la pintaron con la cadera ladeada y un pie más adelantado que el otro. Pues si la civilización que lo ve no conoce la perspectiva pensaría que uno de esos seres tiene una pierna más larga que la otra».

El símbolo de hongo nuclear

Así que, según la experta, deberíamos combinar los tres tipos de signos y «colocarlos en ese sitio desértico para que diera la idea de que allí no hay vida». Apuesta por el uso también de figuras geométricas, «la espiral, el triángulo, que sabes que te quieren decir algo, aunque no entiendas qué. Y también imágenes de desolación. Y muy importante, el símbolo del hongo que significa la explosión nuclear. Luego yo utilizaría todo esto, la calavera, que es el símbolo más eficiente desde antiguo y hasta ahora, el hongo, los colores negro y amarillo y las flechas tachadas para indicar que hay que salir de allí».

Pero imaginemos que llegan unos seres extraterrestres y deciden empezar a cavar en ese lugar, en el desierto, quién sabe por qué, con una tecnología capaz de taladrar cualquier capa de protección que los humanos hayan colocado para aislar esos peligrosos materiales, desconociendo que están a punto de liberar una gran arma de destrucción masiva e invisible. «Hay una cosa que se llama el principio de analogía, me refiero a que si han sido capaces de llegar hasta nuestro planeta y si tienen la tecnología para destruir ese silo nuclear, es muy probable que puedan entender que ahí hay algo peligroso...».

Explica la semióloga que sería muy importante hablar del soporte donde inscribir ese mensaje, «y se sabe que el mejor, el más duradero es la piedra, de papel o carteles ni hablamos, claro, pues estamos pensando en que debe durar miles de años. La piedra resiste, como las esculturas megalíticas». Los menhires de Stonehenge, en Inglaterra, se levantaron alrededor del 2800 a. C... Y ni siquiera se acerca a las escalas de tiempo que se manejan con la vida de los desechos radiactivos.

Un plano imaginario

Raquel Montón, responsable del área de energía y cambio climático de Greenpeace, aporta otra visión del asunto al recordar «la imposibilidad real de mantener los residuos radiactivos bajo vigilancia constante durante un período tan largo, sencillamente un paseo por las escalas temporales de las civilizaciones, incluso puede ser que ni siquiera la especie humana, ni otras muchas continúen existiendo, así que el objetivo del trabajo de estos expertos se sitúa en el plano de lo imaginario».

Cuestiona también que el planteamiento limite, a su juicio, las soluciones dejando como campo de estudio las que no lo son, «porque una solución de carácter semiótico no es salida para un comportamiento nocivo que afecta a la salud y la seguridad». E introduce una nueva variable: «Si la peligrosidad de la radiactividad es ya algo de carácter invisible, que sólo se puede medir con determinadas técnicas o a través de sus consecuencias, la invisibilización de los residuos mediante su enterramiento incrementa si cabe la intangibilidad de su radiotoxicidad».

– ¿Qué salida ve?

–Confío, y esto es algo no muy científico, en que en un futuro alcanzable en la escala humana se encuentre solución para los residuos radiactivos, y podamos procesar todos los que se han producido. De manera que lo menos aconsejable es enterrarlos, porque si no, tendríamos difícil acceso a los mismos. Cuando hablo de soluciones de procesamiento de residuos, no me refiero a las que existen en la actualidad, que continúan teniendo problemas, sino a verdaderas soluciones.

–¿Qué propone Greenpeace?

–La primera medida debe ser paralizar la producción de residuos radiactivos, y después proteger los almacenes temporales con las medidas de seguridad apropiadas. Sabiendo que el almacenamiento temporal no puede servir de pretexto para posponer inversiones e iniciativas de investigación y desarrollo. Además, ese almacenamiento temporal debe estar cerca de la superficie, en la misma superficie o en seco, el mal menor en estos momentos, sin cerrar ninguna puerta a las generaciones futuras.

De ciencia ficción

Antes de la Planta Piloto de Aislamiento de Residuos del desierto de Nuevo México, existió el proyecto del Depósito de Desechos Nucleares de Yucca Mountain (en Nevada, a 130 kilómetros de Las Vegas), que, planeado desde los años 80 y aprobado en 2002, ha sido desestimado por muchas cuestiones, entre ellas la oposición de los pueblos afectados, de ecologistas y muchos políticos. También se constituyó en su momento el llamado Grupo de Trabajo sobre Interferencia Humana, antecesores de los expertos de la Agencia de Energía Nuclear que trabajan actualmente para dar con mensajes de advertencia que puedan evitar el acceso al depósito de Nuevo México en un futuro muy lejano. En aquel grupo, había físicos nucleares, antropólogos, ingenieros y hasta escritores de ciencia ficción, pues de imaginar el futuro se trataba. Entre sus respuestas está la utilización de gatos que cambiaran de color al acercarse a la radiactividad, la instalación de letreros de forma concéntrica en los idiomas actuales a los que se irían añadiendo círculos con los nuevos idiomas, o un 'sacerdocio atómico' que preservara el depósito pasándose el testigo de generación en generación, al igual que la Iglesia católica lleva haciendo con su fe desde hace 2.000 años.

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Publicado en Diario SUR (VIVIR).

Copiasdo/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.

Málaga 25 de octubre de 2020.

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miércoles, 21 de octubre de 2020

El hombre de las tres mil cartas

 Un libro selecciona las mejores

El hombre de las tres mil cartas

Enrique Stuyck, periodista, abogado y empresario, ostenta a sus 77 años el récord de publicaciones en la sección Cartas al Director

Enrique Stuyck Romá, en el salón de su casa de Madrid, ante el portátil donde escribe sus cartas. /josé ramón ladra
Enrique Stuyck Romá, en el salón de su casa de Madrid, ante el portátil donde escribe sus cartas. / JOSÉ RAMÓN LADRA
José Antonio Guerrero
JOSÉ ANTONIO GUERREROMadrid

Enrique Stuyck Romá es casi un fijo en la prensa de todo el país. Sus cartas al director aparecen publicadas prácticamente cada día en algún rotativo. Sólo ayer, una docena. Enrique (Madrid, 77 años) dedica cada mañana (se levanta a las cinco) un buen puñado de horas a redactar los escritos que envía a esa sección por la que muchos lectores empiezan a leer el periódico, y que suele ser un acertado termómetro del estado de la nación. Stuyck, descendiente de un flamenco que Felipe V trajo a España desde Amberes para fundar la Real Fábrica de Tapices hace 300 años, es abogado no ejerciente, periodista y empresario (fue presidente de Walt Disney en España y Portugal y es socio fundador de una empresa de menaje infantil), pero se ha labrado una merecida fama con las cartas al director que empezó a redactar hace 17 años. La primera, 'Pobre Enrique', ironizaba sobre un estresado Enrique Iglesias, el hijo de Julio al que le sobran fama y millones. La publicó 'El País Semanal' el 19 de enero de 2003. «La mandé sin ninguna pretensión. Había leído en un reportaje que Enrique estaba triste y me dio por ahí. Yo ni me enteré que la habían publicado. Me llamó un amigo para contármelo».

«Pienso mucho lo que digo y cómo lo digo, una carta se queda en el papel para siempre»

Y ya con el gusanillo dentro, el tío no ha parado. Desde entonces ha visto tres mil cartas suyas publicadas en 66 periódicos españoles, éste entre ellos. Cada mañana, lo primero que hace antes de ponerse a teclear sus cuatro o cinco cartas diarias, es conectarse a la plataforma Kiosko y Más y comprar del orden de 35 periódicos («creo que soy su mejor cliente») para comprobar si hay alguna firmada por él. Siempre recibe buenas noticias. «Para mí es una satisfacción y una enorme emoción ver mis cartas publicadas», dice mientras prepara ante un portátil una dedicada a la ministra Calviño. A cada misiva le dedica su tiempo de reflexión y documentación, nunca menos de una hora. «Una carta se queda en el papel para siempre y he de pensar muy bien lo que digo, cómo lo digo y por qué lo digo, procurando no molestar a nadie».

Los ingredientes de una buena carta

A su juicio, los ingredientes para captar el interés del lector (y del director al que va dirigida «aunque ninguno me ha llamado nunca») es que la carta se lea con agrado, refleje una realidad del momento «o incorpore una reflexión sobre la vida y sus circunstancias». A Stuyck la inspiración le llega rastreando la prensa (es un voraz lector de periódicos «de todas las tendencias editoriales»), pero también con cualquier comentario escuchado en la calle. Ahora ha recopilado sus 500 mejores epístolas (abarca temas sociales, políticos, deportivos...) y las ha publicado en un libro de Incipit Editores, a la venta el 2 de noviembre. Precisa y preciosamente prologado por Juan Cruz, el periodista canario recuerda, sobre la sección de Cartas al Director, que «en ningún sitio se deposita mejor el ánimo de una nación que en ese buzón que mantienen abierto los diarios».

«Escribo tantas cartas que a veces me firman con mi segundo apellido para que no parezca que siempre publican al mismo»

Stuyck ostenta, además, el récord Guinness de cartas al director publicadas en un año: 84 en el 'As'. Como buen jugador de tenis («llevo entrenando cinco años el revés liftado»), Nadal es una de sus debilidades a la hora de escribir. 'Otra lección de Rafa Nadal', 'Nadal nos hizo llorar y dormir menos', 'Nadie puede con Nadal en París' o 'Ánimo Rafa estamos contigo' son solo algunos títulos dedicados a su adorado Rafa. Pero también han pasado por su pluma (en este caso el teclado del ordenador) Antonio Banderas, Rosalía, Jon Rahm, Ona Carbonell, Gasol, el Atleti -su equipo- y siempre en tonos elogiosos. También lanza sus dardos contra los políticos y el Ejecutivo de Pedro Sánchez, al que dedicó una carta titulada 'Suspenso al Gobierno' por su gestión de la crisis sanitaria. En otra, 'Halcones de la Castellana', tira de metáfora para asociar una pareja de rapaces que habita en uno de los rascacielos del Paseo de la Castellana de Madrid, sede de muchas empresas financieras y multinacionales, con esas otras «aves terrestres» que ocupan los despachos de los rascacielos y «han desarrollado unas garras muy poderosas para someter a sus presas y desgarrarlas con el pico, que suele ser de oro».

En 'Una selección de las 3.000 cartas al director publicadas al autor en 66 periódicos', que es como se titula la antología de Stuyck, el autor detalla uno a uno todos los periódicos que le han publicado sus misivas, entre los que destaca los 20 diarios en los que ha publicado más cartas (encabezado por 'La Nueva España' con 515 y entre los que figuran varios de Vocento). También enumera las veinte cartas más veces publicadas, un ránking al que cabe el honor de liderar la titulada 'Empacho de fútbol a granel y descafeinado', aparecida en 16 diarios distintos. «Como escribo tantas cartas a veces me quitan el primer apellido y solo me dejan el segundo para que no parezca que siempre escribe el mismo», se esponja Enrique, agradecido a la prensa española por publicar sus reflexiones. A ellos, a los periódicos y a los lectores habituales de la sección de Cartas al Director, van dirigidas las primeras dedicatorias de un libro singular en el que en todas y cada una de las cartas de Stuyck, como apunta el prologuista, se desprende «su afán de hacer de la comunicación una vía de abrazo».

Ve futuro a la sección de Cartas al Director, pero pide a sus responsables que fomenten la participación de los lectores

Stuyck pronostica larga vida a la sección Cartas al Director, pero lanza un llamamiento a los destinatarios 'oficiales' de esas misivas, es decir a los directores y responsables de las páginas de Opinión de los periódicos. «Deben fomentar más la opinión de los lectores. En este país hay extraordinarios opinadores entre los lectores de prensa, yo mismo disfruto muchísimo leyendo a mis colegas». Palabra de un Guinness de los récords.

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Publicado en Diario SUR.

Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.

Málaga 21 de octubre de 2020.

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domingo, 18 de octubre de 2020

En defensa de Luana Bignozzi

 

En defensa de Juana Bignozzi

Consideraba que la familia es «una picadora de carne». Desterrada por la dictadura argentina, vivió más de treinta años en España. Regresó como un icono a la sombra de Gelman y Pizarnik y aprendió a no confundir «el dolor con la vida y la pasión con la propiedad»

Bignozzi vivió más de treinta años en Barcelona. /
Bignozzi vivió más de treinta años en Barcelona.
Alberto Gómez
ALBERTO GÓMEZ

Antes de morir, Juana Bignozzi dejó una carta dirigida a sus amigos con dos únicas peticiones: ser enterrada junto a su marido, fallecido dos años antes, y que no hubiera velatorio ni símbolos religiosos. Tampoco discursos de despedida. La poeta argentina no quiso añadir epílogos a su propio final. Ya lo había advertido años antes: «Cuando yo esté muerta un libro va a llevar mi nombre / se llamará obra completa porque nunca más / podré agregar una línea». Aquel poema acababa a modo de biografía póstuma: «Después de todo / tal vez fui sólo eso / una mujer que sólo tomó en serio su compromiso con unas ideas / un hombre / y las palabras». El hombre fue Hugo Mariani, traductor como ella: se casaron en 1974. Las ideas cambiaron a lo largo de su vida. Fue «educada para ser / la magnífica militante de base de un partido». Abrazó el comunismo, criticó a Perón y pasó treinta años exiliada, término que siempre prefirió sustituir por desterrada. Las palabras ocuparon todo lo demás: «No hay dudas de que he pasado cincuenta años / escribiendo una carta / yo creé ese destinatario ante el que / respondo cada día».

Publicó pronto, con poco más de veinte años. Tal vez por eso no sintió la necesidad, tan frecuente entre sus colegas, de sacar libros como quien hace panes. Para Bignozzi la poesía no era un trabajo; nunca sintió la angustia del folio en blanco. Creció a la sombra de Alejandra Pizarnik, enredada en dolores existenciales, y de Juan Gelman, el padre huérfano de hijos, secuestrados durante la dictadura. Con ambos compartió generación y lugar de nacimiento, Buenos Aires, pero no repercusión internacional. Juana hizo menos ruido, aunque su obra a menudo alzó el vuelo por encima del nivel medio de la poesía hispanoamericana y su biografía discurrió por paisajes áridos, aunque en los últimos años engañara su rostro de señora acomodada: «Ahora que he logrado convencer al mundo / de que mi vida no supo / del vacío ni del golpe despiadado / y he construido una historia limpia de intensidad / vuelvo a sonreír ante los ingenuos / como lo hacía aquella muchacha que ya no conozco / segura de la noche y de su poesía».

Su padre trabajaba como panadero. Su madre, en una fábrica. Nacida en 1937, la pequeña Juana recibió una formación nutrida de cultura, impropia de una niña de barrio obrero en la Argentina de los años cincuenta. Su familia insistió en que estudiara. Y ella siempre respetó aquella infancia: «Juana Bignozzi / nunca mató a Juanita Bignozzi». Pero no quiso replicar aquel modelo, convencida de que la familia «es una picadora de carne». No quiso tener hijos, aunque terminó rodeada de jóvenes en su última etapa, cuando regresó a Buenos Aires después de pasar tres décadas en Barcelona trabajando junto a su marido. Se habían ido poco antes del golpe de Estado de 1976, con la expectativa de juntar algo de dinero trabajando como traductores, oficio mejor pagado en Europa, y regresar en uno o dos años. La historia tumbó aquellos planes. Por entonces ya había publicado títulos como 'Tierra de nadie' y 'Mujer de cierto orden', aunque transcurrieron más de veinte años desde su huida de Argentina hasta su siguiente libro, 'Regreso a la patria'. Fue un regreso literario, quizá anhelado: en realidad no volvió a su país natal hasta 2004.

Bignozzi llenó su destierro de viajes, lecturas, museos y amigos. Siguió escribiendo sin disciplina, desde el impulso: sus poemas, casi siempre breves, carecen de signos de puntuación. Ni hablar, por supuesto, de la rima. Su lenguaje es sencillo pero no simple. «Quiero que lo que diga se entienda, pero no necesariamente que sea fácil de entender», reconoció en una entrevista. Aunque en sus libros hay una evidente carga confesional, sus versos están pasados por el filtro del pudor: «No todo lo que sentimos tiene importancia para la poesía. A veces es mejor que nunca llegue al papel». Cuando volvió a América, ya como un icono poético, se sintió tratada por los autores más jóvenes, que la veneraban, como «el mausoleo de una generación / cuyas reivindicaciones ahogó la dureza de estas décadas». Ya era «la vieja Bignozzi».

Murió en 2015 en un hospital de Buenos Aires, intacta la lucidez. No hubo símbolos religiosos ni despedidas grandilocuentes, como dejó escrito. Tampoco cadáveres en el camino, pese a que su carácter había adquirido forma de leyenda: «Los poetas en los años finales deben sonreír ante las insolencias / los poetas al morir si no se defienden / quedan en las manos que siempre despreciaron».

JUANA BIGNOZZI

Necesito un albacea

necesito un albacea
la lucidez nos ha llevado a no tener hijos
la lucidez de mis padres me llevó
a no tener hermanos
o sea a no tener sobrinos
la ideología de mi marido lo llevó
a no tener familia
y ahora todos los cuadros los objets d'art
los maravillosos libros de nuestros viajes
a las mejores exposiciones de Europa
mi Capodimonte comprado en 1975
al pie del Vesubio no sé si queda alguno en Buenos Aires
deben tener un destino
¿la lucidez es el desamparo?
¿la lucidez termina en un testamento para extraños?
pienso todo el día en mi albacea

Otra vez la cruda tarea a mi cargo

otra vez la cruda tarea a mi cargo
de no aceptar los acuerdos
no aceptar este destino de joya de tu soledad
otra vez la cruda tarea de decir
tu final no va a ser mi final
ser el mundo entero en una vida es demasiado trabajo
para una mujer un poco mayor con citas dispersas en varias ciudades
que ya aprendió a no confundir
el dolor con la vida y la pasión con la propiedad

El sujeto de la izquierda

educada para ser
la magnífica militante de base de un partido
que por no leer la historia de mi país
se ha convertido en polvo no enamorado sino muerto
preparada para una eterna carrera de fondo
tengo ante los ojos una pared impenetrable
detrás de la cual sólo hay
otros 50 años de trabajo y espera

Soy una mujer sin problemas

Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan
para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación

Cuando las plantas se secan en las casas

cuando las plantas se secan en las casas
no vale la pena comprar cactus
espinas sobre las espinas
ni cambiar de música
los sonidos que las secan
son los que elegimos para estar juntos

He llegado a la edad

en que lloramos al hablar de nuestra juventud
como se llora una ausencia
no con dolor no con tristeza
mucho menos con nostalgia
sino como a lo que nunca se irá

Después de décadas quiero morirme

para acompañarte por última vez

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Publicado en Diario SUR.

Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.

Málaga 18 de octubre de 2020.

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martes, 13 de octubre de 2020

Factoría Sánchez.

Nota aclaratoria: A este artículo, publicado el día 5, responde José Luis Marcos Medina el día 10, con el título Factoría vaticana, el cual, incluyo a continuación en esta entrada.

Victoriano Orts Cobos.

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Factoría Sánchez 

Rafael Pérez Pallarés
RAFAEL PÉREZ PALLARÉS
2

Hay nubes políticas que tan pronto descargan, tan pronto solo hacen amago: la monarquía es cuestionada mientras se reivindica el proceso independentista catalán; los ERTES y ERES emergen en el epicentro del diálogo social; el Gobierno central aparece enfrentado a determinados Gobiernos autonómicos; el coronavirus con su impacto sanitario y económico copan el centro del debate... Todo esto y mucho más es azuzado desde un Parlamento crispado o desde las terminales mediáticas de turno. Es fascinante el uso que se hace de cada tema. La estrategia que se sigue. Pronto tocará a la Iglesia Católica. Al tiempo. No vendría mal que los miembros del actual Gobierno, que se expresan afines al actual papado, leyeran la encíclica publicada ayer, Fratelli Tutti. Es más que una encíclica. Es un programa de vida individual y social basado en la fraternidad universal y en la amistad.

Desgraciadamente quienes defienden un marxismo caduco, no olvidemos que para Marx la religión es la droga del pueblo, buscan cómo anestesiar a la ciudadanía con una tormenta de temas para consolidar su posición política. ¿Una sugerencia a la factoría Sánchez? Si se le ha pasado por la cabeza incorporar en el debate político a la Iglesia Católica déjela a un lado. No sea rancia y cultive la perspectiva histórica. La Iglesia no es de izquierdas ni de derechas. Es de Jesucristo. Y, como comunidad de los seguidores de Cristo resucitado, se hace presente con su ingente tarea, echando una mano en esta crisis, por ejemplo, desde Cáritas. Además está llegando donde las administraciones públicas y el sistema no alcanza a llegar a la hora de acompañar a las víctimas. ¿No es suficiente? Está ahorrando más de 3.500 millones de euros al año al Estado desde la escuela concertada de inspiración católica y participa en la conservación del patrimonio cultural. En fin, que si a la hora de enfrentar y confrontar políticamente se orilla a la comunidad católica mejor que mejor. Porque presumir, entre otras cosas, que la Iglesia es un estorbo para el progreso es mucho presumir.

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Publicado en Diario SUR.

Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts.

Málaga, 13 de octubre de 2020

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Factoría vaticana

JOSÉ LUIS MARCOS MEDINAEX RELIGIOSO DE LA ORDEN DE LOS SACERDOTES DEL CORAZÓN DE JESÚS (PP. REPARADORES)
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No suelo leer a los columnistas de periódicos. Antes en SUR leía, y no siempre, las columnas de mi admirado y apreciado amigo Pablo Aranda, tristemente ya desaparecido. Pero este 5 de octubre, no sé por qué, quizá porque me ha llamado la atención el título de su columna (Factoría Sánchez) he leído en SUR la de Rafael Pérez Pallarés, que por la foto parece ser que es sacerdote.

Sostiene el columnista que tal y como está la convulsa situación política, social, económica y pandémica en nuestro país, pronto le tocará a la Iglesia católica ser el centro de los ataques víricos de un gobierno que, dice, defiende un marxismo caduco que busca anestesiar a la ciudadanía con una tormenta de temas para consolidar su posición política (?), y sugiere a la 'factoría Sánchez' que no meta a la Iglesia en el debate político. Ignoro las razones por las que el señor Pallarés hace tal sugerencia cuando es él quien mete a la Iglesia en el debate político al afirmar que la misma no es de derechas ni de izquierdas, sino de Jesucristo. Una Iglesia, dice, que llega a donde no llega la Administración en esta crisis a través de Cáritas; que está ahorrando más de 3.500 millones de euros al Estado desde la escuela concertada; que participa en la conservación del patrimonio cultural; etc. Y que «si a la hora de enfrentar y confrontar políticamente se orilla a la comunidad católica, mejor que mejor».

Pero mira por dónde, yo, miembro de esa comunidad católica, sí quiero entrar en el debate político y meter a la Iglesia a la que pertenezco en el mismo, porque la Iglesia forma parte de la sociedad española, y una parte importante, que no puede sustraerse de su realidad social, económica y, también, política, pretendiendo mantener esa maldita equidistancia tan de moda entre los que no quieren comprometerse. Hay que tomar partido. Y partido hasta mojarse. Comparto con Gabriel Celaya aquello de «maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que llenándose las manos se desentienden y evaden...».

Yo quiero una Iglesia comprometida con los más débiles, con los más necesitados. No es verdad que el Estado deba agradecer a la Iglesia su papel en esta crisis, ni en cualquier otra circunstancia,más bien al revés. No olvidemos que el Estado financia a la Iglesia con más de 11.000 millones de euros/año vía 0,7 de IRPF de Hacienda, o la exención de impuestos (IVA, IBI, etc) de sus más de 40.000 instituciones patrimoniales: parroquias, colegios, catedrales (por las que recaudan entradas), tierras, inmatriculaciones, etc.; paga las nóminas de los profesores de religión y los capellanes de hospitales, y financia el 30% de Cáritas, una institución que gestiona la Iglesia pero a la que no aporta casi nada: en el año 2012, por ejemplo, el Estado aportó a Cáritas 152 millones de euros, la Iglesia solo 6, y el resto fueron aportaciones de empresas y particulares, con lo que presumir, entre otras cosas, que desde Cáritas la Iglesia ha echado una mano en esta crisis, es mucho presumir. Porque el papel de la Iglesia, al menos de la jerárquica, está siendo de pecado mortal. Algunos obispos se han quejado de la dificultad que tiene su diócesis para pagar la nómina de los párrocos por la poca recaudación vía cepillo y la restricción de la asistencia a los templos debido a la pandemia, pero no han mostrado preocupación por no poder ayudar a los que pedían comida a sus puertas. Por no hablar de las declaraciones de Monseñor Cañizares contra la ciencia diciendo que la vacuna contra el coronavirus se fabricaba con células de fetos abortados. Sin comentarios.

Por contra, este gobierno social-comunista, bolivariano, que defiende un marxismo caduco, siguiendo las recomendaciones de los técnicos sanitarios (y no de Monseñor Cañizares) está tomando las decisiones más valientes que jamás ha tomado gobierno alguno en favor de los más vulnerables, de los débiles, de los más necesitados, sin olvidarse de las empresas, autónomos y trabajadores, para que esa ola gigante llamada coronavirus no nos arrolle y nos deje desnudos frente al mar. Por eso, y desde el consenso y el diálogo social con los agentes sindicales y económicos, está apoyando a los autónomos con la rebajas de impuestos; inyectando 40.000 millones a la economía digital y verde; 10.000 millones a empresas en crisis; prorroga los ERTES hasta finales de enero para que nadie vaya al paro; se trae 140.000 millones de Bruselas; o socorre a los más vulnerables con el Ingreso Mínimo Vital.

¿Acaso Jesucristo no estaría de acuerdo con lo que está haciendo este gobierno?. Seguro que sí, «porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me hospedasteis; estando desnudo me cubristeis, enfermo me visitasteis... porque siempre que lo hicisteis con alguno de mis hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt. 25; 35-40) «Los escribas y fariseos al ver que comía con los publicanos y pecadores, decían a los discípulos de Jesús que cómo era eso. Jesús les oyó y dijo: los que están buenos no necesitan médico, sino los que están enfermos; no he venido a convertir a los justos, sino a los pecadores». (Mc.2; 16-17). A lo mejor es que Jesucristo era de izquierdas.

El Sr. Pallarés aconseja a los miembros del actual gobierno leer la encíclica publicada el pasado día 4: 'Fratelli Tutti', porque, dice, es más que una encíclica, es un programa de vida individual y social basado en la fraternidad universal y en la amistad. No sé si los miembros del gobierno harán caso a su recomendación o no, yo sí hago mío el consejo y, ahora que he terminado de leer 'Laudato Si', comenzaré la lectura de 'Fratelli Tutti'. Y permítame Sr. Pallarés, si lee este artículo, que yo también le aconseje una lectura: Los Evangelios.

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Publicado en Diario SUR.

Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts.

Málaga, 13 de octubre de 2020

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