Ciudad del paraíso
ANTONIO SOLER
Diario SUR, Málaga 01/12/16
El poema, además de un vibrante
homenaje, significó un lazo imborrable entre la Generación del 27 y Málaga
Colgada del imponente monte, con
calles ingrávidas, ciudad de sus días alegres. Así definía y así recordaba
Vicente Aleixandre a Málaga, cogido de la mano de su madre caminando hacia el
mar, la propia ciudad como una madre luminosa. El titubeante siglo XX y el niño
Aleixandre daban sus primeros pasos. El futuro poeta descubría el mundo bajo
los árboles de la Alameda, por los alrededores de eso que hoy se llama Soho y a
través de las imágenes que descubría desde el balcón de su casa situada en la calle Córdoba –entonces Carlos
de Haes-. Así fue desde 1900 a 1910. Aquella ciudad portuaria, acanallada,
fulgurante y viva marcó de forma indeleble al poeta , que generosamente evocó
ese tiempo en el poema `Ciudad del Paraíso´.
El poema, además de un vibrante
homenaje, significó un lazo imborrable entre la Generación del 27 y Málaga,
entre la poesía de aquel grupo de vanguardia que tomó esta ciudad como una de
sus coordenadas indispensables y que vino a publicar en la imprenta Dardo
muchos de sus libros. Las excursiones al Peñón del Cuervo, los veranos
malagueños de Lorca, las visitas reveladoras de Alberti, la última residencia
de Jorge Guillén, la impronta que los poetas malagueños –Manuel Altolaguirre,
José María Hinojosa, Emilio Prados, Moreno Villa- dieron a esa generación, todo
eso tiene en el poema de Aleixandre un broche, un símbolo dentro de uno de los momentos más
brillantes de las letras españolas. Ante ese hecho, Mariano Vergara, al frente
de la empresa de gestión cultural Esirtu, ha emprendido la iniciativa de pedir
que el famoso poema se grabe en piedra y se coloque en un lugar destacado de la
ciudad.
Una ciudad que ambiciona tener la
cultura como referente social y turístico no debería dejar caer en vano la
propuesta. No sólo por el lujo que supone mostrar el homenaje que le dedicó un
premio Nobel sino porque la poesía y la literatura han tenido un lugar muy
destacado en la historia de Málaga. Y en esta especie de renacer cultural,
donde los museos, las pinacotecas o el cine tienen un lugar de preferencia no
debería arrinconarse el inestimable legado de sus escritores simbolizado en el
poema de Aleixandre. Gestos de este tipo compensarían ese otro concepto de
ciudad y de turismo que parece basarse en la visita apresurada, la pasada de
puntillas por un museo y la desquiciada saturación de bares y chiringuitos que
se adueñan del centro de la ciudad como una plaga capaz de desalojar librerías
o asfixiar cualquier proyecto que se salga de la cuadrícula de la hostelería.
La escultura de la mano/paloma de Rafael Pérez Estrada, la estatua de Andersen
y algunos otros mínimos restos de escritores deberían empezar a ser reforzados
con la placa que en estos momentos se pide para el poema de Vicente Aleixandre.
Si en verdad ésta fuese aquella ciudad elevada que imaginó el poeta ahora le
correspondería con generosidad, no sólo a él, sino a la vertiente más noble de
sí misma.
Copiado por Victoriano Orts Cobos
En Málaga a 6 de diciembre de 2016.