viernes, 9 de octubre de 2020

Las águilas de Benalmádena no remontan el vuelo.

 

Las águilas de Benalmádena no remontan el vuelo

Una de las mayores colecciones privadas de rapaces en España desfallece por la falta de visitantes y de apoyo institucional

Jan sostiene un ejemplar de águila calva americana, el emblema de Estados Unidos./Germán Pozo
Jan sostiene un ejemplar de águila calva americana, el emblema de Estados Unidos. / GERMÁN POZO
Ignacio Lillo
IGNACIO LILLOMálaga

Los chillidos cruzados de distintas especies de águilas, mezclados con el ulular de los búhos, es la banda sonora que recibe al visitante en el centro que la fundación Valle de las Águilas tiene en lo alto del monte Calamorro,junto a la salida del teleférico de Benalmádena. El sueño de los cetreros Jurgen Nikolaus y su hijo Jan es hoy una de las mayores colecciones de aves rapaces y carroñeras de España, que acoge a unos 160 ejemplares de casi todo el mundo, entre águilas, buitres, halcones, búhos, azores e incluso una hembra de cóndor de los Andes.

La crisis turística derivada del coronavirus ha dejado el negocio en una situación «crítica» a nivel financiero, pero también por la falta de mano de obra (ya que todos los trabajadores están en Erte) y de apoyo de ningún tipo, más allá de algunos voluntarios que les echan una mano con la ingente lista de tareas que tiene este núcleo zoológico privado.

Antes, lo normal era recibir entre 200 y 300 personas al día; ahora apenas son 20 o 30 como mucho los fines de semana, que es cuando funciona el elevador. A quienes se adentran en el recinto –desconocido para muchos ciudadanos– les esperan aves llegadas de casi todos los extremos del planeta, de las que algunas (las que les coresponda ese día en el orden de entrenamientos) demostrarán sus habilidades en vuelo y como cazadoras. El espectáculo central consiste en el ataque en picado que un águila ejecuta sobre un señuelo de piel de zorro, pero también hay otras actividades demostrativas de la práctica ancestral de la cetrería.

Jurgen, con el águila real Ulan sobre el brazo, y Jan, en sus instalaciones.
Jurgen, con el águila real Ulan sobre el brazo, y Jan, en sus instalaciones. / GERMÁN POZO

Jurgen, de origen alemán y judoka de élite, vive varios años en Japón y de vuelta a Europa montó un exitoso centro deportivo y de artes marciales en Estrasburgo. Al mismo tiempo, cultiva su pasión por las aves. En un momento dado, se cansa de aquella vida y abandona los negocios. Coge a su águila real, Max, que todavía hoy le acompaña –a sus 35 años es ya muy anciano y contempla a los visitantes desde un posadero a resguardo– y recala en la Costa del Sol, desde donde le había llegado una propuesta para montar una cetrería en Marbella.

Es el año 1996. Ese proyecto no prospera pero termina instalado en Benalmádena, donde hace demostraciones para el público en el jardín del castillo de Colomares. Él y su hijo, que se muda un poco más tarde para ayudarle, tienen que emprender el vuelo cuando empiezan a urbanizar la zona, y en 2001 aterrizan en su actual emplazamiento, junto a la salida del teleférico.

Cría y venta en cautividad

Además de las visitas y demostraciones, se dedican a la cría y venta de ejemplares para cetreros. «No vendemos a todo el mundo ni por capricho, sólo a gente con experiencia y profesionales», para aeropuertos e instalaciones donde el control de las aves es necesario. «Intentamos educar y sensibilizar al público a la vez que protegemos a las rapaces, para que no se extingan».

En este punto, ante las dudas de algunos visitantes, aclara que en la naturaleza estas vuelan por necesidad, «porque ello supone gastar energía, y no quieren estar volando todo el día, sino en sus posaderos». En cualquier caso, todas las aves salen y vuelan por turnos, de lunes a domingo, según las necesidades de su especie, haya o no espectáculo con público.

Sus cuidadores les procuran una alimentación lo más parecida posible a la que encontrarían en la naturaleza, a base de pequeños animales vivos (palomas, conejos, ratas), pollo y pavo como complemento para las águilas y halcones; pescado para algunas especies, y cabras y ovejas para los buitres. Un componente habitual de su alimentación son los pollos macho recién nacidos que la industria cárnica desecha (las que se crían y venden en las carnicerías son siempre hembras porque crecen más rápido). «Gastamos 80 cajas de diez kilos cada mes y medio». En total, varias toneladas de carne de diversos tipos para alimentar a tan extensa prole.

Olga, un búho real, es la primera en recibir a los visitantes. Entre los ejemplares más llamativos están el águila real Ulan, que es una de las estrellas por su habilidad para la caza;el águila calva americana (la que aparece en la bandera de Estados Unidos); varias especies de halcones, entre las que llama la atención uno de origen mexicano, con un colorido espectacular. Y Sherpa, una hembra de cóndor de los Andes de 24 años, uno de los pocos que existe en España. Pero la lista para los aficionados es larga: milanos, caranchos, búhos centroeuropeos y siberianos, águilas vocingleras, calzadas, volatineras, azules y harris; así como buitres leonados, africanos y cabecirrojos.

Sin público ni apoyo

El negocio de Jan y Jurgen está en una situación «crítica», no sólo a nivel económico, sino también prácticamente solos para mantener a tantas aves porque los trabajadores están en Erte y sólo cuentan con algunos voluntarios. «No entra casi nada de dinero, apenas da para darles de comer algunos días y las reservas se agotan». Para colmo, el teleférico funciona ahora únicamente los fines de semana, y suben muy pocos visitantes. El turismo internacional, sobre todo los ingleses, eran su público principal, junto a algunos amantes de los animales que son habituales.

«Necesitamos que la gente venga a conocernos, muchos malagueños no saben que esto existe», suplica Jan, y reconoce que se sienten «asediados», como le ocurre a las rapaces en la naturaleza con la presión humana. «Lucho para que las aves no se den cuenta de lo que hay y sigan teniendo un mantenimiento perfecto, no quiero tener que venderlas porque son el legado de mi padre. Son mi vida y nosotros la de ellas, después de tanto años de trabajo, es como si fueran hijos».

El cetrero confiesa sentirse «agotado» de buscar recursos para ellos, y por eso reclama algún tipo de apoyo de los ciudadanos y a nivel institucional, ya que la de Benalmádena es una de las mayores colecciones privadas de rapaces de España. También les vendría bien que les permitieran hacer sus demostraciones para los niños en los colegios. En definitiva, sentir que ellos y sus aves tienen un mínimo apoyo. De lo contrario, estarán abocados a la extinción.

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Publicado en Diario SUR.

Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.

Málaga 05 de octubre de 2020.


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