¡Silencio..., que duermen!
La noche tiene ya olor a horno.
El poniente ha mutado el dolor
por resignación.
Por los jardines del aire
una dama
tocada con turbante blanco
pasea en silencio su frialdad,
triste,
porque su amante le da calor
sólo a distancia.
Un inmenso brasero ceniciento
reaviva su rescoldo
en un desesperado afán
por suplantar al amado,
mas, sus ascuas desperdigadas
al infinito
alivian, sólo en parte su abandono.
Bajo sus plantas, monstruosos árboles
-casi todo tronco-
despiden señales inquietantes
que no afectan a sus diminutas ramas
en donde un mundo prodigioso
duerme confiado:
Seguro de invadir la luz.
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(Re)visado el día 12 de marzo de 2016.