PURIFICACIÓN CORPORAL
Cada mañana, al tiempo que el sol
siembra su fulgor a la vida,
asomo mis tinieblas
a la ventana opaca de mi rostro
y aparece ante mí un campo plagado
de espinas y rastrojos.
¡Campo reseco y frío!
¡Tierra yerma y agostada;
sin deseo por la lluvia;
falta de fe en la luz!
¡Triste otoño muriente;
negado a rebrotar!
A golpe de hoz comienzo su desbroce.
Van cayendo rastrojos con espinas
al tiempo que remuevo con mi arado
la corteza reseca de mi tierra.
Acabado el ritual, cierro los ojos.
Refresco mi erial con gotas de lluvia
controlada y perfume de otro campo;
paso mis manos secas por mi tierra
y, por instantes, surge el despertar;
la sensación de fe en un campo joven,
transparente por la luz se refleja
en la ventana limpia de mi rostro.
¡Campo florido tierno y perfumado
de mi cuerpo!
¿Dónde será la hoz? ¿Dónde la guadaña?
¿Dónde el agua y el perfume que destierren
por siempre las espinas y rastrojos
del campo seco, duro, imperfumado
de mi alma?
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Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el día 18 de septiembre de 2016.