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Diariamente, a la vez que el Sol siembra
su fulgor a la vida,
asomo mis tinieblas
a la ventana opaca de mi rostro
y aparece ante mí un campo
plagado
de espinas y rastrojos.
¡Campo reseco y frío!
¡Tierra yerma y agostada;
Sin deseo por la lluvia;
Falta de fe en la luz!
¡Otoño triste y muriente;
Sin esperanza de rebrotar!
A Golpe de hoz comienzo el desmonte.
Van cayendo matojos y espinas
al tiempo que con mi arado remuevo
la corteza reseca de mi tierra.
Acabado el ritual, cierro los ojos.
Humedezco mi erial con lluvia
controlada y perfume de otro campo;
Paso las manos por mi tierra
y, por instantes, surge el despertar;
La sensación de un cuerpo joven,
transparente por la luz se refleja
en la ventana de mi rostro.
¡Campo florido tierno y perfumado
de mi cuerpo!
¿Dónde será la hoz, dónde la guadaña?
¿Dónde el agua y el perfume que destierren
por siempre los rastrojos y espinas
del campo mortecino de mi alma?
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(Re)visado el día 25 de febrero de 2016
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(Re)visado el día 25 de febrero de 2016
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