A LOS PRELADOS APELO
Por PEDRO MORENO BRENES
Diario SUR, Málaga 12/02/17.
El 7 de febrero de 1937 era domingo, y
tronaban las diatribas llenas de odio del General Queipo de Llano ante los
micrófonos de Radio Sevilla. Esto y las noticias de los desmanes que los
facciosos iban cometiendo allá donde llegaban, provocó un pánico incontrolable
en la mayor parte de la población de Málaga. El bandido metido a `locutor’
avisaba a la gente que los valientes legionarios y regulares han demostrado a
los rojos cobardes lo que significa ser hombre; ahora le tocaba a sus mujeres,
que “por lo menos sabrán lo que son los hombres de verdad y no milicianos
maricones” y que no se librarán “por mucho que berreen y pataleen”. En cada
toma de una localidad recomendaba “que vayan las mujeres de los rojos
preparando sus mantones de luto”.
Las
noticias de masacres en los pueblos vecinos corrían como la pólvora, y ese
domingo, ante la inminente entrada de
los franquistas en la ciudad, más de 100.000 malagueños huyen despavoridos para
no caer en manos de los sublevados contra la República. La mayoría eran
ancianos, heridos, mujeres y niños. Fueron varios días de terror, sufrimiento
extremo, sangre y crueldad sin límite. Desde el mar y desde el aire, los barcos
de Franco y los aviones de Hitler y Mussolini machacaban a esta ingente masa
humana totalmente indefensa. Los `afortunados´ que llegaban a Almería eran bombardeados
de nuevo con saña y en Sevilla seguía rebuznando Queipo de Llano: “a los tres
cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas
huían a todo correr hacia motril. Para acompañarles en su huida y hacerles
correr más a prisa, enviamos a nuestra división, que los bombardeó”
La vieja
carretera pegada al litoral con destino
a Almería fue el escenario de este acto de crueldad suprema. España es muy
distinta a esa de 1937. Nadie decente puede justificar esa masacre tan
horrenda. Sin embargo, la inercia, el olvido, la cobardía o lo que es peor, la
soterrada identificación de una minoría con los criminales, no puede enterrar
la sensibilidad hacia los que sufrieron martirio. A todos. En la catedral de
Málaga reposan las víctimas de la represión que algunos desalmados provocaron
durante el periodo del Frente Popular en Málaga, seres humanos que fueron asesinados,
que lograron un día un reconocimiento y digno reposo y que merecen todo el
respeto. Queipo de Llano tuvo el honor de ser enterrado en la basílica de la
Macarena, a unos metros de la muralla árabe donde fusilaron por orden suya a
una columna de mineros de Huelva. Que una hermandad de tanta popularidad y
prestigio mantenga esa afrenta, haciendo homenaje a un sádico asesino, es una
falta de sentido y sensibilidad.
Como
católico convencido de que la Iglesia no puede discriminar entre los hijos de
Dios, apelo al obispo de Málaga para que en la catedral se recuerde que otros
malagueños también sufrieron martirio por sus ideas y al arzobispo de Sevilla
para que ponga fin a ese insulto a la decencia en forma de lápida en la
Macarena.
Copiado por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 12 de febrero de 2017.
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