jueves, 5 de noviembre de 2009

EL POTRO CASTRADO

Platero y yo. XV.

Era negro, con tornasoles granas, verdes y azules,
todos de plata, como los escarabajos y los cuer-
vos. En sus ojos nuevos rojeaba a veces un fuego
vivo, como en el puchero de Ramona, la castañera
de la plaza del Marqués. ¡Repiqueteo de su trote
corto, cuando de la Friseta de arena, entraba,
campeador, por los adoquines de la calle Nueva!
¡Qué ágil, qué nervioso, qué agudo fue, con su ca-
beza pequeña y sus remos finos!

Pasó noblemente, la puerta baja del bodegón, más
negro que él mismo sobre el colorado sol del Cas-
tillo, que era fondo deslumbrante de la nave, suel-
to el andar, juguetón con todo. Después, saltando
el tronco de pino, umbral de la puerta, invadió de
alegría el corral verde y de estrépito de gallinas,
palomos y gorriones. Allí lo esperaban cuatro
hombres,cruzados los velludos brazos sobre las
camisetas de colores. Lo llevaron bajo la pimienta.
Tras una lucha áspera y breve, cariñosa un punto,
ciega luego, lo tiraron sobre el estiércol y, senta-
dos todos sobre él, Darbón cumplió su oficio, po-
niendo fin a su luctuosa y mágica hermosura.

“Thy unus’d beauty must be tomb’d with thee,
Which used, lives th’ ejecutor to be”

-dice shakespeare a su amigo.

…Quedó el potro hecho caballo, blando, sudoroso,
extenuado y triste. Un solo hombre lo levantó, y
tapándolo con una manta, se lo llevó, lentamente,
calle abajo.

¡Pobre nube vana, rayo ayer, templado y sólido!
Iba como un libro desencuadernado. Parecía que
ya no estaba sobre la tierra, que entre sus herra-
duras y las piedras, un elemento nuevo lo aislaba,
dejándolo sin razón, igual que un árbol desarrai-
gado, cual un recuerdo, en la mañana violenta, en-
tera y redonda de la primavera.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.

1 comentario:

Clematide dijo...

Esta hermosisima forma de dibujar paisajes y bosquejar personajes me cautiva, me embelesa, me fascina...qué preciosidad de relato.
Al elegirlo también nos muestras tu exquisita sensibilidad Victoriano.
Lo he disfrutado mucho.