KETTY
BOCETO DE NOVELA
Terminé los relatos de “LA VICTORIA” dejando echada la red sobre la posible información de datos relativos a la biografía del poeta Arcadio Herrera Muñoz.
Cuatro días después, la pesca no pudo ser más fructífera y la barca de la esperanza trajo a mis manos y a mis ojos en forma de libro parte importante de esta “Biografía Inacabada”.
La obra, titulada KETTY, (traducción inglesa de Catalina) fue impresa en Imprenta Pedrajas, de Villanueva de Córdoba en el año 1933.
Sus dimensiones son: 18X14X2 cm. Consta de 302 páginas de 22 renglones, con sólo 35 espacios, o letras cada uno, y un prólogo de 7 páginas.
No sé expresar los sentimientos que inundaron mi mente. Para mí, el libro es una joya. Sus hojas de color pajizo, están limpias. En perfecto estado. Encuadernado a mano. Estoy convencido de que han sido mis dedos los primeros en acariciar sus hojas, y mis ojos en leer su historia. O sea, estoy estrenando un libro que se imprimió hace nada menos que 78 años. Su encuadernación es tan frágil, que cada vez que lo abro temo que se me deshoje, y el olor que desprende me embriaga como si se tratara de una rosa o un jazmín.
Su lectura es tan sabia y amena que en un principio impulsivo tuve la idea de pasarlo al Blog, completo, pero pasado el período de sorpresa he desistido de ello y sólo voy a imprimir el prólogo y un poema que forma parte del capítulo XVI, Titulado: “CANCIÓN DOLIENTE”.
Con estos dos documentos quiero que el posible lector se haga una idea aproximada de la calidad moral de su autor y del contenido literario de esta “obrita”, y disfrute de la lectura de este diamante valioso, aunque en su lomo figure el precio de 3 pesetas. (Menos de 2 céntimos de €).
Después de analizar los datos que me proporciona este descubrimiento he llegado a la conclusión de que el autor es la misma persona que fue nombrado Académico Correspondiente Jarote 1967 de Villanueva de Córdoba, pero me queda la duda si es también el mismo poeta que escribió el HIMNO ESCOLAR A CÓRDOBA, 11 años antes (1922) que esta joya, que él humildemente, llama: obrilla, librejo, cuentecillo…
El tiempo y la constancia puede que me den la respuesta.
*****
Y como lo prometido es deuda, volvamos a KETTY. PRÓLOGO: ARCADIO HERRERA MUÑOZ
-"Al aparecer una obra de autor novel, suele ser corriente encabezarla con un prólogo, suscrito por firma consagrada, en la cual, el padrino, poniendo paño al púlpito, canta los méritos del ahijado y las excelencias de su obra. Y se da, a veces, el contraproducente caso de que, por volcar el cajón de los ditirambos, se conciben tales esperanzas con la lectura del prefacio que resulta prácticamente imposible verlas realizadas en el transcurso de la producción. Esto trae por consecuencia que presentador y presentado hagan el más soberano de los ridículos y tú, lector, creas que ambos han abusado de tu buena fe y te han tomado el pelo.
Tanto por evitarte esta desagradable sorpresa, como por creer que, a pesar de cuanto, bueno o malo, digan de nosotros, cada cual es hijo de sus obras, prefiero hacer caso omiso del padrino acostumbrado y ser yo quien me presente a mí mismo, aún yendo contra el castellano refrán de, el que no tiene padrinos, no se bautiza. Porque si esto es verdad en el mundo de las letras... ¡primero moro que bautizado de caridad!
Pudiera comenzar diciéndote aquello de… “Desocupado lector, sin juramento me podrás creer que quisiera…etc. etc.” O algo parecido; pero te hago gracia de ello por varias razones.
Una: Es lógico y natural, y lo supondrás sin decírtelo, mi deseo de que esta fabulilla te parezca, si no la mejor, al menos una de las buenas criaturas literarias sometidas a la jurisdicción de tu selecta mentalidad.
Otra: Yo no soy capaz de engalanarme con plumas ajenas. Tal como soy aquí estoy.
Y otra y última: Sería insensato imitar lo inimitable, sin que a través del urdido, por bien hecho que esté, se descubra la trama.
Y como no puedo aspirar a que este prólogo, ni lo que tras él va, se puedan comparar con los del ilustre Manco, paso por ello como sobre ascuas y voy a darte noticias del origen de este librejo.
Por complacer a un grupo de queridos amigos y ayudarles en la publicación de un semanario, empecé a hacer un cuento que resultó de más asunto y dimensiones mayores de lo que me había propuesto, hasta tal extremo que el periódico, de no efímera vida, acabó sus días sin poder insertarlo por completo, ni yo terminarlo, por ir haciéndolo a prisa y según necesitaba original la hebdomadaria publicación.
Después, encariñado con la obrilla, di fin, en la tranquilidad de mi casa y en mis ratos de ocio a lo que no lo había tenido a la luz pública, y hoy, por dar gusto también a los que no lo pudieron ver concluido, llega a tus manos retocado y pulido de los defectos naturales inherentes a una improvisación y que ha estado a mi alcance corregir.
No sé si tendrá méritos suficientes para hacerte su oblación vistiéndolo con la prestancia y las galas propias del libro. Tú eres el encargado de discernirlos porque, por el solo hecho de darlo a la estampa, me someto voluntaria y gustosamente a tu fallo; porque te ha costado tu dinero, y porque vas a invertir el tiempo en su lectura con la esperanza de hallar solaz y agradable esparcimiento y descanso en tus ocupaciones ordinarias. Tienes, pues, el indiscutible derecho de ser inexorable, si por verte defraudado en tus legítimas esperanzas, condenas. ¡Dios me tenga en su mano y me ayude a no darte motivo para ello!
En el ambiente social en que nos movemos, forzosamente tenemos que rozarnos y tropezar con individuos y gentes de todas layas y categorías: agradables, simpáticos, alegres, optimistas; nulidades vestidas del oropel del dinero o de la posición social; serios y respetables de verdad; estúpida y aparentemente majestuosos y solemnes, como el búho; sinuosos, rastreros, cobardes y venenosos, como la víbora; enteros, honrados, nobles, y tal cual canallita capaz de explotar a los demás y aun de vender nuevamente a Jesucristo, si así conviniere a sus fines, bajo el disfraz de las más refinadas urbanidad y cortesanía.
Estos son los que, valiéndonos de un eufemismo corriente, se llaman listos. Y fíjate que pongo urbanidad y cortesanía donde es frecuente escribir educación, por haberse hecho sinónimas tales palabras en fuerza de emplearlas ad vultum tuum. Es preciso diferenciarlas y reconocer la existencia de un término medio, partícipe de ellas, y que, como producto híbrido, no tiene las buenas cualidades de las unas ni de la otra. Narrar, sin fines de moralizador, las consecuencias de seguir las sugestiones de esta hibridación, conocida por conveniencias o formas sociales, fue mi propósito al escribir este cuentecillo. En él, sobre la trama de unos incomprendidos amores, he urdido una narración y hecho desfilar unos tipos que aun cuando no tengan realidad física, sí la tienen moral, porque cada uno de ellos es un carácter de esos que tropezamos al correr de la vida y que, por su perfecta diferenciación de las vulgaridades al uso, se nos quedan más impresos.
Te habrá pasado, como a mí, sobre todo si has vivido en distintos lugares, que a la larga, el grupo de amistades o conocimientos, a tu observación no habrá escapado lo que define y caracteriza a cada individuo, la diferente cantidad de bueno o de malo (por no ser ángeles, todos tenemos un poco de ambas cosas) que cada sujeto lleva en sí y que es como su fisonomía moral, lo que lo distingue de los demás. Y en algunos casos tal habrá sido la poderosa energía de esta diferencia que, esfumándose y desvaneciéndose la persona, lo físico, lo que socialmente representa, habrá quedado patente en tu inteligencia, en tu memoria y en tu imaginación un vigoroso rasgo moral tan acentuado que ha podido por sí solo personificarse.
Pues de casos de esos están hechos los personajes con quienes vas a trabar conocimiento. Sienten, luchan, se debaten, viven… y sufren como criaturas reales, aun cuando sean solamente abstracciones que mi pobre imaginación, en este ensayo de cuentista, quiere hacer vivir.
Este es, al fin y al cabo, el objeto de toda novela: crear tales tipos que, colocados en la realidad de la vida, se comporten. y desenvuelvan como verdaderos seres. Los novelistas quieren parecerse a Dios en lo de crear, con la diferencia esencial de que Dios crea primero la materia y luego infunde en ella el espíritu que le da la vida y la hace responsable de sus actos; mientras que el novelista crea primero el carácter, abstracción hija de sus observaciones; después le da forma literariamente, y luego la lanza a la vida, condicionándolo a los fines que al plantear la obra se propuso, con lo cual, al quitarle la libre iniciativa, lo priva de la responsabilidad, en tanto que él la contrae para contigo, lector, único que, por no ser padre de los personajes ni autor de la obra, tienes plena libertad para juzgar, puesto que la pasión no te quita el conocimiento.
Yo voy a hacer esto por primera vez y para ello cuento con tu auxilio y consejo.
¿Quieres ayudarme a ver si lo he conseguido? Pues siéntate y presta atención. Va a comenzar la farsa-".
¡Erase que se era..!
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CANCIÓN DOLIENTE
ARCADIO HERRERA MUÑOZ
(Página nº 250 de KETTY)
Por la cuesta de la vida/ voy subiendo solitario/ con la carga abrumadora de mis penas,/ bajo el peso agobiador del desencanto./ Cruzo el mundo inadvertido/ como el mar soporta al náufrago:/ sin oír una palabra cariñosa/ sin hallar quien me sostenga con sus manos,/ sin tener ni quien enjugue los sudores/ de mi cuerpo fatigado,/ que se agota inútilmente en esta lucha/ sin honor, sin recompensa, sin descanso./ Yo que tuve sed de amores en el alma,/
(Página nº 250 de KETTY)
Por la cuesta de la vida/ voy subiendo solitario/ con la carga abrumadora de mis penas,/ bajo el peso agobiador del desencanto./ Cruzo el mundo inadvertido/ como el mar soporta al náufrago:/ sin oír una palabra cariñosa/ sin hallar quien me sostenga con sus manos,/ sin tener ni quien enjugue los sudores/ de mi cuerpo fatigado,/ que se agota inútilmente en esta lucha/ sin honor, sin recompensa, sin descanso./ Yo que tuve sed de amores en el alma,/
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(Página nº 251 de KETTY)
yo que tuve sed de besos en los labios,/ yo que tuve sed de glorias en la mente,/ macilento y solitario,/ errabundo, inerme, triste,/ vacilante e ignorado,/ por los ásperos breñales de la vida/ los girones de mi alma voy dejando./ En los días de otros tiempos más felices,/ en los días de otros tiempos ya lejanos/ yo soñaba que mi vida correría/ en la paz majestuosa de los campos,/ al calor de los amores familiares,/ en las luchas incruentas de trabajo/ con el agua cristalina/ por las márgenes floridas del regato./ Y llevado de mis sueños de ventura,/ por las dulces esperanzas alentado,/ estallaba la canción en mi garganta/ y brotaba la sonrisa entre mis labios,/ y mi alma soñadora de poeta/ descubría en cada cosa sus encantos:/ en las dulces alboradas la frescura;/
(Página nº 252 de KETTY)
los colores, en las luces del ocaso;/ en las brisas, los aromas de la tierra;/ la esperanza en los verdores del sembrado;/ la armoniosa melodía,/ en los cantos de los pájaros;/ la ternura, en los balidos quejumbrosos/ de los blancos recentales del rebaño…/ ¡Qué feliz así la vida!/ Qué poéticos los campos!/ Gozaría en las faenas/ y contento volvería del trabajo/ con el alma satisfecha/ de luchar por el sustento cotidiano,/ y hallaría en el hogar de mis mayores/ la alegría, la ventura y el descanso./ ¡Qué dichosa correría mi existencia/ derramando beneficios a su paso!/ Hoy no es eso. De mi vida/ esos días para siempre se alejaron/ y pusieron en el alma sedimentos/ de amargura y desengaños,/ que privaron al sentido/
(Página nº 253 de KETTY)
del tranquilo goce casto/ de las claras perspectivas de la sierra,/ de brisa perfumada de los llanos,/ de los cielos siempre azules,/ del paisaje que se esfuma en el ocaso./ Ya perdida la esperanza/ de la dicha que he soñado,/ en mi casa reina el frío del desierto,/ la poesía para siempre huyó del campo:/ ni los cantos brotan ya de mi garganta,/ ni disfruto codicioso en el trabajo,/ ni las lágrimas asoman a mis ojos,/ ni florece la sonrisa entre mis labios./ Es posible que en el yermo se acaricien/ los canoros pajarillos encelados,/ es posible que en las tétricas ruinas/ se empenache el amarillo jaramago,/ es posible que florezcan madreselvas/ en las grietas de los muros cuarteados,/ es posible que renazca de la muerte/ el fecundo vivir sano;/ más no espero que mi alma dé más flores,/
(Página nº 254 de kETTY)
que mi espíritu agostado/ ya no aprecia ni el perfume de las auras/ que circulan bienhechoras por el campo,/ ni las dulces melodías armoniosas/ de los mágicos cantares de los pájaros,/ ni las suaves alboradas nacarinas,/ ni de otoño los espléndidos ocasos,/ ni los trémulos validos lastimeros/ de los blancos recentales del rebaño,/ ni las dulces cantinelas/ de las aguas cristalinas del regato,/ ni el suspiro de las brisas de la tarde/ que se duermen en los tules del sembrado./ Tengo el alma tan reseca/ por la hiel del desengaño/ que discurro macilento,/ errabundo, solitario,/ por la cuesta fatigosa de la vida/ como un muerto que anduviera por milagro/ abrumado por la carga de las penas,/ con la sed de los afanes no logrados,/ con la sed de los amores en el alma,/ con la sed de las caricias en los labios.
(Página nº 251 de KETTY)
yo que tuve sed de besos en los labios,/ yo que tuve sed de glorias en la mente,/ macilento y solitario,/ errabundo, inerme, triste,/ vacilante e ignorado,/ por los ásperos breñales de la vida/ los girones de mi alma voy dejando./ En los días de otros tiempos más felices,/ en los días de otros tiempos ya lejanos/ yo soñaba que mi vida correría/ en la paz majestuosa de los campos,/ al calor de los amores familiares,/ en las luchas incruentas de trabajo/ con el agua cristalina/ por las márgenes floridas del regato./ Y llevado de mis sueños de ventura,/ por las dulces esperanzas alentado,/ estallaba la canción en mi garganta/ y brotaba la sonrisa entre mis labios,/ y mi alma soñadora de poeta/ descubría en cada cosa sus encantos:/ en las dulces alboradas la frescura;/
(Página nº 252 de KETTY)
los colores, en las luces del ocaso;/ en las brisas, los aromas de la tierra;/ la esperanza en los verdores del sembrado;/ la armoniosa melodía,/ en los cantos de los pájaros;/ la ternura, en los balidos quejumbrosos/ de los blancos recentales del rebaño…/ ¡Qué feliz así la vida!/ Qué poéticos los campos!/ Gozaría en las faenas/ y contento volvería del trabajo/ con el alma satisfecha/ de luchar por el sustento cotidiano,/ y hallaría en el hogar de mis mayores/ la alegría, la ventura y el descanso./ ¡Qué dichosa correría mi existencia/ derramando beneficios a su paso!/ Hoy no es eso. De mi vida/ esos días para siempre se alejaron/ y pusieron en el alma sedimentos/ de amargura y desengaños,/ que privaron al sentido/
(Página nº 253 de KETTY)
del tranquilo goce casto/ de las claras perspectivas de la sierra,/ de brisa perfumada de los llanos,/ de los cielos siempre azules,/ del paisaje que se esfuma en el ocaso./ Ya perdida la esperanza/ de la dicha que he soñado,/ en mi casa reina el frío del desierto,/ la poesía para siempre huyó del campo:/ ni los cantos brotan ya de mi garganta,/ ni disfruto codicioso en el trabajo,/ ni las lágrimas asoman a mis ojos,/ ni florece la sonrisa entre mis labios./ Es posible que en el yermo se acaricien/ los canoros pajarillos encelados,/ es posible que en las tétricas ruinas/ se empenache el amarillo jaramago,/ es posible que florezcan madreselvas/ en las grietas de los muros cuarteados,/ es posible que renazca de la muerte/ el fecundo vivir sano;/ más no espero que mi alma dé más flores,/
(Página nº 254 de kETTY)
que mi espíritu agostado/ ya no aprecia ni el perfume de las auras/ que circulan bienhechoras por el campo,/ ni las dulces melodías armoniosas/ de los mágicos cantares de los pájaros,/ ni las suaves alboradas nacarinas,/ ni de otoño los espléndidos ocasos,/ ni los trémulos validos lastimeros/ de los blancos recentales del rebaño,/ ni las dulces cantinelas/ de las aguas cristalinas del regato,/ ni el suspiro de las brisas de la tarde/ que se duermen en los tules del sembrado./ Tengo el alma tan reseca/ por la hiel del desengaño/ que discurro macilento,/ errabundo, solitario,/ por la cuesta fatigosa de la vida/ como un muerto que anduviera por milagro/ abrumado por la carga de las penas,/ con la sed de los afanes no logrados,/ con la sed de los amores en el alma,/ con la sed de las caricias en los labios.
ACADIO HERRERA MUÑOZ.
(Re)visado el día 3 de abril de 2016.
(Re)visado el día 3 de abril de 2016.
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