Las visitas de Unamuno, Valle-Inclán y Baroja a Málaga
Unamuno recibió por su conferencia 200 pesetas, pero no pudo disfrutarlas porque le robaron la cartera
Quiero tratar en este artículo de las estancias en Málaga de tres grandes figuras de la Generación del 98. La relación de estos escritores con Málaga ya llamó la atención de algunos estudiosos.
Miguel de Unamuno estuvo en nuestra ciudad, que sepamos, en dos ocasiones. La primera fue en 1909, invitado por un grupo de jóvenes intelectuales. Sus avanzadas opiniones impactaron al público malagueño. Así lo cuenta José Moreno Villa en su autobiografía 'La vida en claro': «Unos cuantos jóvenes lectores y aprendices que fundamos una revista, 'Gibralfaro', hicimos una colecta y trajimos a Unamuno desde Salamanca a que diera unas conferencias. Fueron sonadas. Mis paisanos vivían muy bien sin complicaciones espirituales. Pero, ¿qué es esto? ¿Qué piensa este tío? ¿Es católico o protestante?, me dijeron algunos».
En una segunda ocasión vino Unamuno, invitado por la Sociedad Económica de Amigos del País, para pronunciar una conferencia con motivo del centenario del fusilamiento de Torrijos. El prestigio del rector de la Universidad de Salamanca no había hecho más que crecer, especialmente desde el sonado destierro que había sufrido en la dictadura de Primo de Rivera. Y, además, su charla iba a versar sobre el polémico tema de la libertad. El domingo 13 de diciembre de 1931 llegó Unamuno a la estación y fue a recogerlo el alcalde de Málaga, Federico Alva Varela. Desde allí se dirigieron al Teatro Cervantes, donde a las once y media iba a tener lugar la conferencia ante un aforo completo y entregado. Tras el acto, don Miguel fue invitado a un almuerzo en los Baños del Carmen. Según cuenta Ana María Espinar le pagaron por la conferencia 200 pesetas, que Unamuno no llegó a disfrutar, porque unos ladrones le robaron la cartera cuando se dirigía a su casa en el tranvía.
Ramón del Valle-Inclán llegó a Málaga la tarde del 27 de octubre de 1926. También venía a impartir una conferencia, esta vez llamado por Enrique Mapelli Raggio, presidente del Círculo Mercantil. En este elitista escenario, al servicio de la burguesía comercial e industrial, iba el escritor a pronunciar una disertación al día siguiente: se titulaba 'Autocrítica'.
Repercusión
Ese día, jueves 28 de octubre, estuvo tormentoso y a mediodía descargó sobre la ciudad un fortísimo aguacero que inundó algunas calles. A las diez de la noche tuvo lugar la plática. ¿Asistirían los jóvenes Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, que estaban por aquellos días engendrando la revista 'Litoral'? No lo sabemos.
El periódico 'El Cronista' reprodujo en sus dos primeras páginas el texto íntegro de la conferencia, lo que da una idea de la repercusión que tuvo en el mundo cultural malagueño la visita de Valle-Inclán. «Durante un buen rato escuchamos la maravillosa palabra de este genio de la literatura», decía el diario, que publicó una fotografía del escritor ante el escaparate de la Librería Rivas, en la calle Larios. El autor de 'Luces de Bohemia' y de las 'Sonatas' volvió en tren a Madrid la tarde del 29 de octubre, tras pasar dos jornadas en Málaga.
Otro novelista de la Generación del 98 visitó Málaga, pero no para dar una conferencia. El periódico El Popular anunciaba el 24 de noviembre de 1917: «Buscando alivio a una pertinaz dolencia ha venido a Málaga, hospedándose en el Hotel Hernán Cortés, el ilustre literato Pío Baroja. Mucho celebramos que el maravilloso novelista encuentre en nuestro clima la ansiada salud». El historiador Enrique Benítez ha estudiado la estancia malagueña del escritor vasco. Baroja ya era, a sus 45 años, un novelista e intelectual de reconocido prestigio. Dejó recogidas sus impresiones malagueñas en su volumen Las horas solitarias: «Como no tengo nada que hacer, he decidido hacer un viaje por Andalucía», escribía Baroja. Tras pasar unos días en Córdoba, aburrido, tomó un tren para Málaga. En el hotel «se lleva vida de balneario. Después de cenar, la gente se reúne en el vestíbulo para charlar». Anota como curiosidad que el encargado le reconoció, aunque no había leído ninguna obra suya.
Baroja pasó unos días al sol. Desde la terraza del hotel describe lo que ve: «El cielo está radiante, el mar azul añil; lleno de velas latinas. A la derecha se yergue la torre blanca y gallarda del faro». Quiso visitar el lugar donde fusilaron a Torrijos, pero le dijeron que con la industrialización la zona estaba muy cambiada. Pío Baroja salió en tren para Madrid el 28 de noviembre de 1917, tras pasar diez o doce días en Málaga.
El encuentro de Baroja con dos malagueñas en el tranvía
Un día Pío Baroja decidió abandonar el hotel y dar un paseo por Málaga. En el tranvía de La Caleta se encontró a dos malagueñas «verdaderamente sugestivas y las dos de tipo completamente distinto». A Baroja le encantó una de ellas: «Alta, morena, de más de treinta años. Tenía una cabeza clásica, de una arquitectura romana, el color pálido, los ojos y el pelo muy negros. Sobre estos rasgos de belleza comunes, tenía una expresión al hablar endiablada». Al bajarse del tranvía, el escritor vasco las siguió por las callejuelas malagueñas y descubrió que iban al Teatro Cervantes. Como no tenía entrada, Baroja no pudo entrar.
Yo me quiero quedar con la imagen de don Pío persiguiendo por las calles de Málaga a dos malagueñas guapas y salerosas que iban a la última función del Cervantes.
Baroja se murió soltero y nunca fue un donjuán. También me encanta su siguiente observación: «En Málaga me ha parecido ver que la gente del pueblo es mucho más amable que la gente rica".
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 27 de agosto de 2020.
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