Medio millar de niñas, en riesgo de sufrir ablación en Málaga
La provincia estrena un protocolo pionero para detectar y proteger a mujeres y a menores frente a la mutilación genital, una práctica invisible pero real que se perpetúa en los países que las acogen
«Es como tiene que ser para que te acepte tu gente. Se lo haría a mi hija porque no deja de tocarse ahí abajo. Se baña y se toca. Es para quitarle el pica-pica».
«Creo que te lo quitan para que no te vayas con otros hombres. Nosotras no hablamos de esas cosas. No sé si es normal o no (...)».
«A veces hacemos cosas por la familia. Antes de casarnos se les hace la circuncisión. Una mujer de mi tierra de 19 años no estaba circuncidada, pero lo tenía que hacer porque es la tradición».
«No sabía que las niñas se morían. Alguna vez se escuchaba que alguna había muerto, pero no por eso (...). Te dicen que es otra cosa».
No es África. Los testimonios –reales– son de mujeres que nacieron en países del continente vecino, pero que viven en Málaga. Mujeres integradas a este lado, que comparten rellano, que van a los centros de salud, cruzan saludos en la acera o llevan a sus hijos al colegio. Son las experiencias que recogía la ONG Médicos del Mundo en un curso de formación a mujeres africanas para abordar cuestiones relacionadas con la sexualidad, la ginecología y la reproducción. También con la Mutilación Genital Femenina (MGF), una práctica que aún pervive de manera más o menos intensa en sus países de origen y que ellas arrastran y en algunos casos perpetúan con las nuevas generaciones.
«Lo tenemos en la puerta de nuestra casa y no lo habíamos visto». Quien habla es José Manuel Muñoz Martínez, médico de Urgencias en el Hospital Regional, vocal del Área de Cooperación Internacional y representante en Málaga de Médicos del Mundo, que comienza a perfilar la radiografía de una realidad que representa el primer y más atroz escalón de la violencia contra la mujer en el mundo y que esta semana, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres (25N), aspira a dejar de ser un tabú. Málaga, como parte de ese mapa global, no es una excepción. El especialista avanza la cifra aproximada de estas prácticas en la provincia: «Hay unas 500 niñas de 4 a 12 años en riesgo de sufrir la ablación; y de ellas más de 300 viven en la capital», sostiene. Su cálculo incluye a las menores que vinieron con sus familias de otros países; no a las que ya han nacido aquí y son españolas, pero no libres de verse afectadas por la mutilación genital o «el corte», como ellas lo llaman.
Esa forma de referirse a la MGF encendió hace unos años todas las alarmas de Médicos del Mundo a raíz de un proyecto con la población migrante –centrado sobre todo en mujeres y en trabajadoras del sexo– que comenzó como una iniciativa «para prevenir enfermedades y mejorar la atención sanitaria», pero que terminó por abrir un diagnóstico específico sobre la realidad de la ablación en Málaga.
Los datos que arroja este estudio son contundentes: en la capital viven unas 2.500 mujeres en cuyos países de origen se practica la mutilación (Nigeria, Costa del Marfil, Ghana o Senegal, entre otros), con todos los riesgos físicos y psicológicos que eso implica no sólo para las que ya vinieron mutiladas, sino para las menores que crecen al abrigo de esas tradiciones. Como puntos calientes en el mapa local, el informe señala distritos como Cruz del Humilladero, Palma Palmilla, Bailén-Miraflores o Carretera de Cádiz. Todos estos datos están ahora en la base de una estrategia transversal y centrada en la prevención.
Esta llamada de atención de Médicos del Mundo en Málaga se escuchó en la comisión provincial de Violencia de Género. Entre los oyentes estaba la doctora Carmen Agüera, adjunta de la unidad de Urgencias del Hospital Costa del Sol e impulsora de algunos protocolos pioneros en Andalucía, como el de la detección de la sumisión química en centros hospitalarios. Ella es una de las 'madres' –la otra es la pedagoga Alicia Maldonado– de un protocolo recién estrenado por la Junta de Andalucía, también inédito en la región, para prevenir y actuar frente a estas prácticas en la provincia. «La mutilación genital femenina es una absoluta desconocida en el ámbito sanitario, de ahí la importancia de formar a los profesionales y proporcionarles herramientas para saber cómo detectarla y, sobre todo, cómo tratarla», explica Agüera, quien recalca que, al no haber un registro de los casos, no se sabe cuál es la incidencia real de esta práctica en la provincia. Lo que sí tienen claro es que está pasando: «A pesar de ser algo propio de determinadas etnias de países subsaharianos, está muy presente en su comunidad y se mantiene a pesar de estar residiendo en nuestro país». Andalucía es la tercera comunidad con mayor incidencia, por detrás de Madrid y Cataluña. Y en Andalucía, dos provincias destacan sobre el resto: Málaga, que está en cabeza, y Almería.
Tipo I (Clitoridectomía):
Escisión del prepucio del clítoris con o sin extirpación total o parcial del glande del clítoris.
Tipo II (Escisión): Extirpación del glande del clítoris con eliminación total o parcial de los labios menores. Este tipo puede incluir, además, algún tipo de herida o corte en los labios mayores.
Tipo III (Infibulación): Es la más agresiva y consiste en la extirpación más o menos extensa de los genitales externos y el estrechamiento vaginal con cosido, sutura o recolocación de los labios.
Tipo IV: Todas las lesiones en los genitales externos con fines no médicos (perforación, incisión, raspado o cauterización).
TIPOS DE MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA (MGF)
- Tipo I (Clitoridectomía)
- Escisión del prepucio del clítoris con o sin extirpación total o parcial del glande del clítoris.
- Tipo II (Escisión)
- Extirpación del glande del clítoris con eliminación total o parcial de los labios menores. Este tipo puede incluir, además, algún tipo de herida o corte en los labios mayores.
- Tipo III (Infibulación)
- Es la más agresiva y consiste en la extirpación más o menos extensa de los genitales externos y el estrechamiento vaginal con cosido, sutura o recolocación de los labios.
- Tipo IV
- Todas las lesiones en los genitales externos con fines no médicos (perforación, incisión, raspado o cauterización).
Familiarizarse con su anatomía
La coordinadora del protocolo detalla que el primer paso es formar a los médicos para que se familiaricen con la «anatomía» de estas niñas y mujeres con el objetivo de aprender a reconocerlas. «Es difícil de detectar porque no estamos acostumbrados. La anatomía de los genitales se presenta alterada y debemos estar entrenados para que nos llame la atención lo extraño. Se ve lo que se tiene en mente; pero si no has escuchado hablar de ello, si no estás formado, puede que lo pases por alto», añade Agüera.
En la misma línea se manifiesta el doctor Sergio Pérez, ginecólogo en el Hospital de la Axarquía y miembro de Médicos del Mundo. Desde 2017, ha atendido en la ONG a unas 80 mujeres que fueron sometidas a la MGF en sus países de origen, «más las que nos llegan a través del sistema sanitario público». Y por más que asuma como algo habitual estas revisiones, no deja de vivir con el impacto de la primera vez lo que supone la ablación en la vida de una mujer: «El sufrimiento que acumulan es importante. Desde niñas han vivido resignadas y sometidas: primero al padre, luego al marido (...). Te explican las agresiones que han sufrido. En lo personal, como padre además de una niña pequeña, cuesta encajarlo», admite.
El abordaje con estas pacientes es complejo y sutil. «Hay que hacerlo con una gran cautela y delicadeza. No es algo de lo que puedas hablar en la primera consulta. Pero después de varias visitas sí que puedes tratarlo. Las pacientes ni siquiera saben qué es la mutilación genital femenina. Ellas usan otros términos. Dependiendo del país y la etnia, lo llaman corte, cosida, sunna, ablación o circuncisión», aclara Agüera, que recalca que el sanitario es un ámbito «privilegiado» para lo que ella llama «detección oportunista», porque estas mujeres, por lo general, confían en los profesionales de salud.
El pediatra Pedro Navarro, que es también vicepresidente del Colegio de Médicos de Málaga, asegura que desde hace años, cuando empezó a recibir en su consulta a pacientes de estos orígenes, presta especial atención a signos compatibles con la mutilación en las visitas rutinarias a las menores. Aunque aún no se ha encontrado con un caso de ablación, Navarro recuerda a una madre que acudió a su consulta para pedirle opinión. «Estaba muy angustiada porque iban a viajar a su país y temía que le hicieran la ablación a su hija. Decía que allí era costumbre, pero que ella tenía miedo y no estaba convencida. Yo le expliqué que además de maltrato era una auténtica barbaridad. Al final pude convencerla y no lo hizo», recuerda el pediatra.
Prácticas en el hogar
También desde esa trinchera de la atención pediátrica habla Mercedes Rivera, facultativo especialista en el área de Pediatría de la UGC de Pediatría y Neonatología del Hospital de la Axarquía y miembro de Médicos del Mundo. Por esa sensibilización específica, cuando explora a las niñas sabe lo que busca: en este tiempo sí ha visto un caso de ablación en una menor de 8 años que llegó sola a España; aunque la doctora Rivera pone el foco en prácticas que, si no tan extremas, sí se ejecutan con normalidad en el seno del hogar y que entran de lleno en uno de los tipos más extendidos de mutilación: el grado 4, que consiste en agresiones más o menos intensas a los genitales externos. La especialista aporta algunos de los ejemplos que admiten las madres que llegan a su consulta: «Les ponen monedas en el clítoris, o lo masajean con fuerza y lo presionan hacia adentro porque piensan que así deja de crecer», explica.
Esa supervisión e intervención sanitaria resulta imprescindible, pero es solo el primer paso. El objetivo del protocolo es extender las redes de la detección al ámbito judicial, policial y educativo. «Maestros y profesores también pueden ayudarnos a detectar estas situaciones, porque en las aulas se pueden advertir algunas señales: estas niñas tienen dificultades para sentarse, para orinar o vuelven tristes de un viaje a su país porque arrastran el trauma psicológico de la ablación», añade Agüera.
También es vital, en este sentido, que ese conocimiento del viaje se tenga a priori, ya sea desde una consulta, una escuela o un centro social. «Cuando nos enteramos de que va a haber un desplazamiento, los padres tienen la obligación de firmar un compromiso donde garantizan que no van a someter a la menor a esta práctica. Este documento es vinculante y ahí se informa de que si no cumplen estarán cometiendo un delito, con todas las implicaciones que eso tiene», confirma el doctor Pérez, quien añade que en esos casos también a la menor se la somete a una doble revisión: una a la ida y otra a la vuelta.
Desde ese ámbito judicial al que se exponen los padres que vulneren el derecho de las menores aporta su trabajo y experiencia Flor de Torres, fiscal delegada de Violencia sobre la mujer de la Fiscalía Superior de Andalucía y una de las integrantes del grupo de trabajo que firma el protocolo. La representante del Ministerio Público se muestra tajante: «La mutilación es un atentado a su salud física, social y sexual que sitúa a la mujer como víctima desde el momento del nacimiento, pero que al mismo tiempo es la antesala de otros delitos: matrimonios forzosos, posibles agresiones sexuales...».
De Torres considera que la MGF es un «delito invisible» porque en las comunidades de las víctimas esas prácticas están «normalizadas». El protocolo va a contribuir a destapar estos casos. «Tenemos que actuar en defensa y en protección de esas niñas o mujeres», sentencia. A su juicio, la ablación constituye un delito de lesiones, recogido en el artículo 149.2 del Código Penal, que contempla penas de prisión de 6 a 12 años. Reconoce que las causas que se han seguido por hechos de está índole han estado repartidas por los diferentes juzgados de instrucción, lo que impide saber la magnitud real del problema. Desde ahora, estos procedimientos pasarán siempre por sus manos para darles «un enfoque de género». Y con eso, la visibilización definitiva de ese delito que no se ve, pero que sí está.
«La ablación esconde un tipo de violencia de género»
La mutilación genital femenina, el «delito invisible», como lo denomina la fiscal Flor de Torres, no está considerada violencia de género en España. Al menos en la legislación estatal. «En este sentido, la ley integral se ha quedado obsoleta», opina la representante del Ministerio Público. Lo cierto es que el Convenio de Estambul (2011), suscrito por España, sí recoge la ablación entre los comportamientos enmarcados en la violencia sobre la mujer por el hecho de serlo. Incluso la normativa autonómica 7/2018 la contempla en Andalucía, de ahí que De Torres considere una «importante reforma legislativa» su inclusión en la ley integral.
Los argumentos que apoyan esta petición son contundentes. «La ablación afianza el rol masculino y oculta una forma de sometimiento de la mujer, además de vulnerar los derechos humanos a la salud y suponer una auténtica tortura hacia la mujer», explica la doctora Carmen Agüera, codirectora del protocolo creado en Málaga para la detección y prevención de la MGF. «Les arrebatan –añade– cualquier posibilidad de tener una vida sexual sana. Es una práctica cultural milenaria que esconde un tipo de violencia de género».
Según Agüera, las mujeres que la sufren llegan a los servicios médicos creyendo que lo que le han hecho las convierte en mejores y les da un papel destacado en su comunidad. «Para ellas es una forma de madurez, de acceder al matrimonio y a un sustento económico. Aquí les hacemos ver que es una agresión a su cuerpo, pero no lo entienden e incluso lo justifican porque les han dicho desde pequeñas que los genitales femeninos son algo sucio y hay que quitarlos, de ahí la necesidad de un abordaje cauteloso para hacerles ver que no es así».
De Torres considera que la ablación requiere un tratamiento especializado y de género. «La mutilación genital femenina cosifica y minimiza a la mujer. No se tiene en cuenta su voluntad para que preste su consentimiento, y si se presta está absolutamente viciado por ser una praxis aceptada por la colectividad donde se realiza», sentencia.
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