BLANCA
ANDREU
LA
CORUÑA1959
MUJERES
POETAS, XIX.
Pasó su infancia en Orihuela, Alicante y Murcia. Con
20 años se trasladó a Madrid. En 1980 obtuvo el Premio Adonais Con el libro, “De una niña que se vino a vivir
en un Chagall”. En 1982 obtuvo el Premio Mundial de poesía Mística Fernando
Rielo, con, “Báculo de Babel”. En 1985 contrajo matrimonio con el novelista
Juan Benet. En 1988 publicó “Capitán Elphistone”. Tras la muerte de su esposo 1993, regresa a La Coruña donde vive apartada de
actividades públicas. Está considerada como el punto de partida de la llamada
Generación postnovísima.
Dos poemas inserto a
continuación. Ambos de versificación libre; aunque, al segundo por su estructura tan aparentemente
anómala yo lo calificaría de “anárquico”. Omite signos de puntuación e
inserta versos interminables de más de veinte sílabas precedidos y precediendo
a otros comparativamente diminutos. Seguro que intencionadamente, pero que
para mis limitados conocimientos literarios me desconcierta y por más que
analizo su estructura, no llego a
comprenderla. Ya me gustaría a mí que al
final de un poema de este tipo su autora incluyera una nota explicativa sobre
el método empleado.
V.O.C.. .
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EN
LA INDIA (LOTO)
-¿Quién eres tú, misteriosa
Paloma vegetal de las aguas
Perfumada estrella viviente?
-Cuando alza el azafrán como
un monarca
Su morada corona
Y hace brillar su pistilo
escarlata
Del color de unos labios
diciendo : ”coséchame”
Y las lentejas del agua,
Y los castaños del agua
Abren sus verdes ojos y
pasean por el lago
Yo lanzo mis raíces
A las profundidades,
Navego
Por debajo
En un viaje de muerte
Como el amor terrible
Atravieso el olvido
Y llego hasta la tierra
sub-acuática
Como a un palacio negro
Y allí entro
Sombrío, soberano
A comenzar mi historia
Y entonces
Vivo contra las aguas
Desde la tierra al cielo
Como el amor real
Y majestuoso
Subo
De la sabia a la flor
Y entonces soy
Corazón blanco en las manos
del río
Soy nube anclada
De salvajes raíces
Soy el suave
Cordero
De las lagunas:
La rosa de Siddhartha.
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FÁBULA
DE LA FUENTE Y EL CABALLO (de "Elphistone")
Para
Beatriz de Laiglesia y Werner Aspenström.
Dicen que murió un caballo
contaron que pasó como una
sombra, que galopaba
como noticia que va corriendo
todos los días hasta la fuente-agua y sonidos
blancos,
jaurías blancas y galgo crepitar-
todos los días entre la nieve y el deshielo,
sobre la hierba de mayo
año tras año
huía de los lobos
ese caballo ahora está muerto,
atravesaba los
bosques encendidos por la luna
quien lo saludaba
fríamente.
Era castaño-acaso era una
yegua-
ese caballo del que hablo.
Nunca lo podré conocer.
Me han dicho que pasó como
una sombra
que su vida no fue sino una
sombra y sin embargo el caballo era luz.
Era un caballo ateniense. En
sus ojos brillaba el fuego
de la verdad y la belleza,
pero nadie lo conoció.
Ese caballo que ahora viene
vigilante ante este poema
con los ojos agrandados por
el insomnio de la muerte,
con la mirada de mi hermano
y la sonrisa de fábula
a veces miraba a los
hombres,
pero los hombres no sabían
prestar atención a un caballo.
Ni el sabio ni el
indiferente se preocuparon de indagar.
Y así el caballo pudo ir año
tras año
hasta la fuente aquella y
dicen
que se hicieron compañía
durante los durísimos
tiempos.
No hablaban más que de sus cosas
en un lenguaje desconocido,
más misterioso que el sueco
aquel caballo y aquella
fuente.
La fuente era una comadre de
las que todavía quedan,
vividora, aficionada
a los chismes.
El caballo era un caballero,
no puede decirse otra cosa.
Dicen que galopaba como
noticia que va corriendo
a propagar la prosperidad,
como un mensaje
del rojo verano.
Y nadie lo escuchó sino la
fuente, nadie supo su signo ni su símbolo,
nadie quiso saber sino la
fuente de aquel caballo color hoja seca.
En el interior de un verso
sueco descansa de su soledad
y ahora ha llegado a este
poema antes del amanecer
con grandes ojos semejantes a los de un antiguo
profeta,
con ojos que no preguntan si
fue Dios quien hizo la muerte,
con grandes ojos elevados
a la categoría de potencias.
Sueño y sendero, sangre y
oscuridad
que suenan como campanadas.
Hacia donde vuelan. De su
paso no queda
vestigio alguno. Y el
caballo-desde la noche-mira y aprueba
no los ojos de la
desapacible
sino la última luz de una
brizna de hierba.
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Copiado del libro "Las mil mejores poesías
de la Lengua Castellana" de J. Bergua.
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(Re)visado el día 25 de agosto de 2016.
V.O.C.
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Copiado del libro "Las mil mejores poesías
de la Lengua Castellana" de J. Bergua.
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(Re)visado el día 25 de agosto de 2016.
V.O.C.
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