CONTRA CATALUÑA
Por ANTONIO SOLER,
Diario SUR, 18/06/17.
El verbo es amar.
Más allá de la cursilería, del énfasis a veces desmesurado que se le da a esa
palabra, ese es el verbo justo a emplear en esta ocasión. Y así, de ese modo
intenso pero despojado de sentimentalismo barato, puedo decir que amo los
largos atardeceres de Cadaqués en verano y sus calles vacías en invierno, la
Riba Pitsot, el Crostonet, que amo y he
amado los paseos por el Cabo de Creus, caminar por el extremo más oriental de
la península Ibérica viendo la línea de Francia, sentarme en la cala reducida
que Buñuel usó `en la edad de oro´. He
caminado por ese paisaje lunar y he caminado por el laberinto mágico de la
ciudad de Gerona. He amanecido en alguna masía de ensueño en el alto Empordá.
He estado emocionado en el Nou Camp hasta decir basta o, exactamente, antes de decir basta. Poco o
mucho, literariamente soy lo que soy gracias a mi trabajo con los editores
catalanes y a su generosidad. He caminado por los valles de Lérida, por el
campus tarragonés de la universidad de Rovira i Virgili, por
las calles altas del barrio de Gracia. Uno de mis mayores referentes literarios
fue y es Juan Marsé y, antes de tratarlo, subí las empinadas calles del Monte
Carmelo en busca de sus héroes malditos, desde el Pijoaparte a los anarquistas
derrotados, esos “hombres de hierro forjados en tantas batallas” que soñaban
como niños. He pasado noches interminables en el Café Salambó, he recorrido el
laberinto del Raval, antes de las invasiones turísticas, he llegado por tierra
y mar, y casi por los aires, a Por Lligart . Seguí sobrecogido hasta la
frontera francesa la ruta del Ejército de Cataluña en febrero de 1938. Desde
hace casi medio siglo llevo colgada del cuello una imagen de la Moreneta a modo de homenaje a los años
barceloneses de mi hermano y de ese mundo mítico y amado de –Montjuich,
Tibidabo, Paralelo-, que para mí es y
siempre ha sido Cataluña. Al salir del Giardimetto he vagado de madrugada por
las calles desiertas de la ciudad en dirección a no sé cuántos hoteles o casas
de amigos. Desde las pensiones más oscuras al Ritz esa ha sido mi casa y
también un trozo indispensable de mi biografía. He llevado no sé cuántos años
la rosa, la espiga y el libro envueltos por una cinta con la senyera por las
calles de san Jordi. He desentrañado
libros escritos en catalán para a mi vez escribir sobre Cataluña. Siempre lamentaré
que no se le concediese el Cervantes a Josep Pla o que Antonio Rabinad no fuese
un puntal entre los escritores de su generación. Y así podría llenar todas las
páginas de este periódico para al final acabar del mismo modo. Denunciando la
trampa que lo declara a uno ajeno o enemigo de todo eso solo por creer, y
creerlo firmemente, que nacionalismo y enfermedad son la misma cosa. Y que para
entenderlo sólo hay que ver la historia de Europa. Desde sus orígenes hasta
1945.
Copiado por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 19 de junio de
2017.
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