viernes, 24 de abril de 2020

Muere a los 64 años José María Calleja, que combatió a ETA con el periodismo









José María Calleja, en la presentación de un libro junto a Maite Pagazaurtundúa. / EFE
José María Calleja, en la presentación de un libro junto a Maite Pagazaurtundúa. / EFE

El COVID-19 se lleva a una voz lúcida que ejerció su profesión con valentía, libertad y una enome bondad

MIGUEL LORENCImadrid.
Combativo, lúcido, bondadoso y aferrado a la verdad como única certeza, sin amilanarse nunca ante el terror, sus cómplices y sus heraldos. Así era José María Fernández Calleja, Calleja para el planeta del periodismo, oficio en el que tocó todos los palos con su pluma y su voz, y que ETA quiso acallar amenazando su vida durante varias décadas. Lo hizo siempre con el mismo arrojo, sensatez, claridad y resistencia. Escritor, profesor, articulista con columna en Colpisa y analista político fajado en mil batallas, Calleja perdía ayer la lucha que llevaba varias semanas librando contra el coronavirus.
Su muerte ha causado un profundo pesar en los ámbitos periodístico y político, en los que se ganó el respeto de todos diciendo verdades como puños y si bajar jamás la mirada ni acallar su libérrima voz ante nada y ante nadie. Valiente y claro informador cuando otros no se atrevían a plantar cara a ETA y su entorno, se empeñó Calleja en llamar a las cosas por su nombre hasta el último momento. 'Diario de la fiebre' fue su última columna, distribuida desde Colpisa a los diarios de Vocento. En ella daba cuenta de sus rutinas «para vencer al bicho», de la soledad que a veces le atenazaba y de cómo cada tarde a las ocho aplaudía para dar ánimo a los sanitarios y a sí mismo. Su horizonte era retornar a la docencia en septiembre, un anhelo segado por el implacable COVID-19 tras pasar doce días en la UCI de un hospital madrileño.

Poner negro sobre blanco las siniestras estrategias y complicidades de ETA se convirtió en un empeño al que Calleja dedicó casi el grueso de su carrera y que le obligaría a vivir escoltado durante largos años. A alejarse del País Vasco que tanto amaba y rehacer su vida profesional en Madrid, donde alternó la televisión y la radio con el columnismo y el análisis en distintos medios.
La banda terrorista quiso acallar la pluma del columnista de Colpisa durante varias décadas
Vasco nacido en León el 16 de mayo de 1955 y criado en Valladolid, Calleja, padre de dos hijos, era licenciado en Historia, doctor en Ciencias de la Información y profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid.
Abanderado de la libertad desde joven, su lucha contra la dictadura lo convirtió en preso político del franquismo en los primeros 70.
Comenzó su andadura profesional a principios de los 80 en la delegación de la Agencia Efe en el País Vasco, desde donde saltó a la televisión pública, Euskal Telebista (ETB). Allí presentó el informativo principal en una de las etapas más sangrientas de la historia de ETA y se convirtió en diana para la banda. Calleja explicaba cómo entonces, al llamar «asesinos» a los etarras por primera vez desde el medio público, «los técnicos temblaban» y el presentador temía que le cortaran la emisión.
En su tránsito de la información diaria a la opinión, pasó a ser uno de los más acreditados tertulianos en los años de oro de este formato televisivo. Fiel a sí mismo, directo y combativo, brilló en todas las cadenas que reclamaban su presencia y al margen de su línea editorial. Hábil moderador en el debate político y apegado a la actualidad, entre 1999 y 2010 dirigió y presentó 'El debate de CNN+' y en 2011 colaboró en el magacín 'Las Mañanas de Cuatro'. En TVE participó en '59 segundos', en la Sexta en 'Al rojo vivo' y en Telecinco en 'El gran debate', donde colaboró entre 2012 y 2013.
Capaz de desenvolverse con soltura y en todos los medios, en la radio colaboró también en 'La brújula' de Onda Cero, 'Herrera en la onda' y 'Julia en la Onda', y en 2015 se convirtió en contertulio del programa 'Hoy por hoy' de la Cadena Ser.
Autor de una docena de libros, Fernando Aramburu, creador de 'Patria', explicaba en su adiós a Calleja que su libro 'Contra la barbarie. Un alegato en favor de las víctimas de ETA' le sirvió de «estímulo creativo» y le proporcionó «datos e ideas» cuando escribió 'Los peces de la amargura'.
«Un tío de primera»
El ensayo '¡Arriba Euskadi!, la vida diaria en el País Vasco', su retrato de la realidad de la sociedad vasca -sumida, según Calleja, en «una radical esquizofrenia»-, le procuró en 2001 el Premio Espasa. 'Lo bueno de España', una reflexión sobre los hechos históricos, las iniciativas y los personajes que nos permiten sentir «un orgullo razonable de nuestro país» fue su último título, publicado en febrero pasado. Para Calleja, era «un elogio de la democracia española» contra los que quieren borrar «los aspectos de los que los españoles podemos sentirnos razonablemente orgullosos en nuestra historia más reciente».
Las reacciones no se hicieron esperar. Desde Pedro Sánchez a Pablo Casado y el resto del arco parlamentario a periodistas como Julia Otero, Arsenio Escolar, Pepa Bueno, Montserrat Domínguez, Fernando Garea o el presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), Nemesio Rodríguez, destacaron de Calleja su honestidad y su valía profesional. «Gracias por todo lo que nos enseñaste, por la altura ética de lo que dijiste y la dignidad humana de lo que callaste. Por ser un tío de primera. Hasta siempre, querido amigo», escribió en Twitter el expolítico vasco Eduardo Madina.
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Un entrañable amigo




Un entrañable amigo

JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ URIBES
Vi por última vez a José Mari Calleja en la presentación del documental 'Lagun y la resistencia frente a ETA' en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Fue a mediados de febrero. Tras la película, José Mari estaba muy emocionado, conmovido por una historia que él vivió en primera persona. Y nos abrazamos, como hacíamos siempre que nos encontrábamos, pasara el tiempo que pasara. Hoy salgo de la reunión telemática del Consejo de Ministros de la Unión Europea y me informan de su fallecimiento. Me cuesta creerlo. Me cuesta aceptarlo.
Conocí a José Mari a finales del siglo pasado, a través de Gregorio Peces-Barba, e intensificamos nuestra relación en los años en que fui director general de apoyo a víctimas del terrorismo, entre 2005 y 2011. Siempre estuvo a nuestro lado. Nunca tuvo dudas acerca de la buena fe y la determinación de un gobierno, el de Rodríguez Zapatero y Alfredo Pérez Rubalcaba, para acabar con el terrorismo y honrar y reconocer a sus víctimas. Nos ayudó mucho porque además no era sospechoso: era indubitado, siempre fue valiente, nunca dejó de estar frente a ETA y a toda violencia fanática, viniera de donde viniera. Tenía una enorme fuerza moral, unas firmes convicciones democráticas que se habían forjado en los últimos años del franquismo y la lucha universitaria.
José Mari además era brillante, ocurrente, inteligente, divertido, piquito de oro. Y un excelente profesor universitario. Muy pedagógico y querido por los estudiantes, desayunábamos juntos en ocasiones en la cafetería de la universidad Carlos III con nuestra común amiga María Eugenia Rodríguez Palop. También viajamos a América Latina, con otros amigos, compañeros y colegas como Rafaela Romero, Maixabel Lasa o Txema Urkijo, para explicar qué era en verdad ETA y su incompatibilidad con la democracia, la libertad, el Estado de Derecho y los Derechos Humanos. Me va a costar mucho aceptar su pérdida. Me cuesta ya mucho seguir escribiendo… No puedo más.
¡Descansa en paz, querido y entrañable amigo! Nunca te olvidaremos.
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Publicado en los Diarios SUR y El Correo.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 24 de abril de 2020.
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