sábado, 28 de abril de 2012

Gabriela Mistral

GABRIELA MISTRAL
(Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcoyaga)
Vicuña, (Chile) 1889-1957. Nueva York, (EE.UU)
MUJERES POETAS. XI.
Fotografía:www.bibliotecaspublicas.cl
Breve semblanza
Utilizó el seudónimo literario en homenaje a dos de sus poetas favoritos: El italiano Gabriele D`Annunzio y el francés Frédéric Mistral.
En 1945 le concedieron el Premio Nobel de Literatura.
Es la primera y única escritora en Lengua Castellana que ha recibido dicho galardón.
Aunque su padre abandonó el hogar cuando ella tenía solo tres años, Gabriela Mistral lo quiso y siempre lo defendió. Cuenta que  encontró unos versos suyos muy “bonitos”. “Esos versos de mi padre, los primeros que leí, despertaron mi pasión por la poética;” escribió.
A los 15 años se enamoró platónicamente de Alfredo Videda Pineda, hombre rico y hermoso, más de 20 años mayor que ella, con el que se carteó durante casi año y medio.
En 1906 conoció a Romelio Ureta, funcionario de ferrocarril. Éste sacó un dinero de la caja del ferrocarril donde trabajaba con el fin de ayudar a un amigo; como no lo pudo devolver, Ureta se suicidó en 1909.
Más tarde – a raíz de su triunfo en los Juegos Florales con Sonetos de la muerte, versos que relacionaron con el suicida – nació el mito, que tuvo amplia difusión, del gran amor entre ambos.
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BALADA
Él pasó con otra.
¡Yo le vi pasar!
Siempre dulce el viento
Y el camino en paz.
¡Y estos ojos míseros
Le vieron pasar!
Él va amando a otra
Por la tierra en flor.
Ha abierto el espino,
Pasa una canción.
¡Y él va con la otra
Por la tierra en flor!
Él besó a la otra
A orillas del mar.
Resbaló en las olas
La luna de azahar.
¡Y no untó mi sangre
La extensión del mar!
Él irá con otra
Por la eternidad.
Habrá cielos dulces.
(Dios quiera callar.)
¡Y él será con otra
Por la eternidad!
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NOCTURNO
Padre nuestro, que estás en los cielos,
¿Por qué te has olvidado de mí?
Te acordaste del fruto en febrero,
Al llagarse su pulpa rubí.
¡Llevo abierto mi costado
Y no quieres mirar hacia mí!
Te acordaste del negro racimo
Y lo diste al lagar carmesí,
Y aventaste las hojas del álamo
Con tu aliento, en el aire sutil.
¡Y en el ancho lagar de la muerte
Aún no quieres mi percho oprimir!
Caminando vi abrir las violetas;
El falerno del viento bebí,
Y he bajado, amarillos, mis párpados
Por no ver más enero ni abril.
Y he apretado la boca anegada
De la estrofa que no he de exprimir.
¡Has herido la nube de otoño
Y no quieres volverte hacia mí!
Me vendió el que besó mi mejilla;
Me negó por la túnica ruin.
Yo en mis versos el rostro con sangre,
Como Tú sobre el paño,  le di;
Y en mi noche del Huerto me han sido:
Juan, cobarde, y el Ángel, hostil.
Ha venido el cansancio infinito
A clavarse en mis ojos, al fin;
El cansancio del día que muere
Y el del alba, que debe venir;
¡El cansancio del cielo de estaño
Y el cansancio del cielo de añil.
Ahora suelto la mártir sandalia
Y las trenzas pidiendo dormir.
Y perdida en la noche levanto
El clamor aprendido de Ti
Padre nuestro que estás en los cielos,
¿Por qué te has olvidado de mí?:
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APEGADO A MÍ
Velloncillo de mi carne
Que en mi entraña yo tejí,
Velloncillo friolento,
¡Duérmete apegado a mí!
La perdiz duerme en el trébol
Escuchándolo latir.
No se turben mis alientos,
¡Duérmete apegado a mí!
Hierbecita temblorosa
Asombrada de vivir,
No te sueltes de mi pecho:
¡Duérmete apegado a mí!
Yo que todo lo he perdido
Ahora tiemblo de dormir.
No resbales de mi brazo:
¡Duérmete apegado a mí.
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Copiado del libro "Las mil mejores poesías
de la Lengua Castellana" de J.Bergua" 
(Re)visado el día 17 de agosto de 2016.
V.O.C.
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