viernes, 10 de agosto de 2012

DOLORES MURIANO DOMÍNGUEZ
MÁLAGA.1963
MUJERES POETAS, XXI. (primero de cuatro)
 Dolores Muriano Domínguez


Hija de Juan y Antonia. Su padre era un “campesino, sin campo”; un “huertano sin verduras ni frutales”.
Fue un niña feliz hasta la edad de siete años, fecha en que quedó huérfana, al morir su progenitor en un accidente de moto.
Su madre, sin profesión alguna, con tres hijos que criar y el gran dolor de la pérdida del hombre del cual debía estar muy enamorada, se encerró en un mundo de tristeza y desesperación que le acompañó durante toda su la vida. Después de múltiples intentos de suicidio, en  2010, en un tenebroso día de enero consiguió su propósito tantas veces anunciado y se marchó en busca del descanso final.
Dentro de ese ambiente de tristeza, Dolores ayudaba a su madre a cuidar a sus dos hermanos menores y a compaginar esta labor con la de ir al colegio cuando podía. Sin embargo, aprendió a escribir y, fue la escritura la que le ayudó a sobrevivir.
Se aficionó a relatar sus tristezas, su gran drama, con tanta obsesión que su madre llegó a prohibírselo y viendo que no lo conseguía consultó con el médico, el cual, le aconsejó que los cuadernos en los cuales conservaba sus obsesiones los eliminara.
V.O.C.
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“SE HA MATAO” (16 DE FEBRERO DE 1973.)
La gente murmura cuando llego,
me ven y se callan al verme pasar,
que cosas más raras dice la gente
por qué hablan siempre de papá,
pobre Juanillo el canario, pobre
que muerte más mala ha tenío
ahogao,esnucao, no se sabe,
Dios sabrá como ha sio,
padre de mi vida, papá,
yo, no entiendo a la gente
¿por qué tanto hablar de ti
si tú ya no estás presente,
se ha matao, disen una y otra vez,
y yo, sigo escuchando
no puedo papá, no puedo,
siempre nos van señalando.
que lástima de la Antonia,
con tres niños chiquitos.
Pobre Antonia pobres niños,
¡ ay Señor, pobrecitos.
estoy arta de escucharles, padre,
porque yo te sigo esperando,
creo que tu moto escucho subir,
y en la cuesta me quedo esperando.
a mí nadie me dice ná.
y lloro por ti papá, padre
quiero que vengas padre
no quiero que llore mi madre.
sa ha matao mi padre
la gente, sigue murmurando
te has matao padre y yo,
yo te sigo, padre esperando.
DOLORES MURIANO DOMÍNGUEZ.
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Al copiar el poema he respetado la ortografía de la autora con el objeto de resaltar el mérito de su trabajo. Este poema  lo escribió cuando sólo tenía 10 años y su cultura era limitadísima.
Este sistema lo seguiré empleando con los siguientes poemas que incluiré en tres apartados más.
El siguiente poema, está escrito con fecha 10/03/1980. No tenía intención de presentarlo, pero lo he releído y aunque es enormemente largo, por la sinceridad y bondad que transmite, me puede y lo incluyo
V.O.C.

   ANCIANO PERO NIÑO.

Por Loli Muriano.
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Dedicada a todos los ancianos que llevan
dentro del corazón un niño.10/03/1980.

Ayer paseaba por el parque
de mi Málaga preciosa,
caminando por su paseo vi
a una persona maravillosa.

A un anciano de manos arrugadas
por los años que por él han pasado.
Me atrajo su cara triste
y yo fui y me senté a su lado.

Buenas tardes,-le dije-, señor,
¡hola!, él me contestaba.
Yo me llamo Loli,
y usted, ¿como se llama?

-Yo me llamo Juán.
Tú tienes un nombre muy hermoso.
Gracias señor, muchas gracias.
El suyo también es precioso.

Tenía unos ojos preciosos el anciano;
casi cerrados por los rayos del sol,
la cara triste y dolorida,
y por su frente caía el sudor.

¿Por qué está tan sólo, aquí sentado?
le pregunté, y me contestó:
no hay cosa más hermosa, niña,
que esperar la muerte donde uno nació.

En su mano derecha tenía un bastón
que le ayudaba a ponerse en pie.
¿Quiere que le acompañe, abuelo?
¡Claro que sí, niña, anda, acompáñame!

Él se levantó despacio, tembloroso, del
brazo lo cogí yo con todo mi cariño.
El anciano me miró y me sonrió,
igual que sonrien a sus madres los niños.

¿Por qué me sonríe, abuelo,
-Tú me traes recuerdos de mi niñez.
Yo tuve una novia muy guapa;
que era, era como usted.

-No me llame de usted, abuelo;
de tú suena más bonito.
¡Ande! Caminemos hacia donde están
los patos; vayamos muy despacito.

-Yo, ya tengo mis años, niña;
tú aún eres una chiquilla.
¡Qué ilusión, tener tu juventud!
¡Quién pudiera! ¡Qué maravilla!

También yo los tuve.
Fueron alegres y, tristes tambíen,
sobre todo, Loli, cuando
perdí a mi mujer.

Ella era muy hermosa.
Tenía el pelo negro como la noche,
pero en la guerra del treinta y seis
me la mató un maldito coche.

Corrimos para refugiarnos,
nos tropezamos con unos soldados,
se soltó de mi mano y no sé como,
al volver yo la cara, la vi muerta,
su rostro destrozado.

No la pude salvar, no pude, un maldito
coche de caballos la arrastró.
Fué terrible su agonía, la mía,
me quedé solo, sin su amor.

-Las lágrimas brotaban de sus pupilas;
de aquellos ojos tristes y cansados.
Vi dentro de su corazón triste,
que la amaba, que seguía de su
esposa enamorado.

-Aún la sigo queriendo, y a nuestro
hijo, que una bala lo mató;
aquí sentado, Loli, espero cada día
que Dios me reuna con los dos.

Fuimos muy felices los dos
los pocos años que juntos estuvimos,
y sobre todo mucho más
cuando a nuestro hijo tuvimos.

-Yo salía del trabajo del limonar
y quedé una tarde con el abuelo.
Le dije que si quería que fuésemos
al mar y él muy sonriente me dijo
que ¡claro, bueno!

Al día siguiente, el abuelo y yo
nos fuimos a la playa del faro;
despacito nos fuimos los dos,
cogiditos de la mano.

Parecíamos nieta y abuelo.
Me sentía felíz a su lado, al andar
caminábamos juntos, quizás
huyendo los dos de la triste
soledad.

Así pasó un mes y otro.
Nos vimos todas las tardes.
A mi no me importaba que al llegar
a casa me regañase mi madre.

Recuerdo una tarde que yo le dije,
abuelo, espéreme aquí.
Corrí a un puesto de chuches
y cómpré palomitas de maiz.

Nos sentamos en nuestro banco.
Cuando regresé con las palomitas
el abuelo me sonrió y me dijo:
gracias, muchas gracias muchachita.

El abuelo y yo
nos hicimos grandes amigos
y todas las tardes los dos
hacíamos el mismo camino.

Él me contaba cosas de antaño,
de sus andanzas por la vida
y a mi me decía, -despierta,
espabila,que aún estás dormida.

Me daba muy buenos consejos,
los que yo atenta escuchaba
mirándole con ternura, abuelo,
perdiéndome en su dulce mirada.

¡Que hermosas palabras decía,!
¡Cuanto cariño le cojí al anciano!
Aún le hecho de menos.
Ya no le cojeré jamás la mano.

Con su bastón y su sonrisa fuí
feliz con mi amigo del parque
hasta que llegó el día en que no
apareció más por el parque.

Me quedé varias tardes esperando
por si le veía venir por el parque
pero no, ya no vino el abuelo,
había volado como las aves.

El señor del puesto de las chuches
que conocía al abuelo me vio una
tarde y me dijo- niña, esperas al
abuelo Juán? Si señor,
llevo varios días esperándole.

Lo siento niña, no te he visto antes
y no te lo he podido decir,
pero el abuelo Juan
ya no volverá a venir.

Enfermó hace cuatro días,
le dió un infarto cerebral
y ha durado dos días, ayer lo
enterraron, lo siento de verdad.

Gracias señor, le dije, y llorando
me fui a nuestro banco donde
habíamos estado sentados los dos,
donde ablamos tanto y tanto.

El abuelo se marchó con su amada,
se marchitó como una flor,
dejó clavada en mi pensamiento
su mirada llena de tristeza y dolor.

Pobrecito el abuelo Juán,
que ochenta y nueve años tenía,
pero para mí era un niño pequeño
que rebozaba grandeza y sabiduría.

Te has marchado sin avisar, abuelo,
igual que se marchó mi padre,
pero que le vamos a hacer, la muerte
no espera ni avisa a nadie.

Siempre te recordaré abuelo Juán
paseando conmigo agarrado
a mi y a tu bastón,
siempre te tendré presente,
siempre te llevaré
en mi trisre corazón.
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Para mi gran abuelo, hombre que
conocí en el parque al salir de mi
trabajo.
Siempre te recordaré y recordaré
tu sonrisa amable y sincera.

Loli Muriano.
**********
(Re)leído el día 28 de agosto de 2016, sin alterar en nada su contenido inicial de fecha 10 de agosto de 2012.
V.O.C.

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