Cuántos Nazis
Por Juan Bas, colaborador del diario
SUR, 25/09/13.
Dar miedo, disfrazarse
y reivindicar la superioridad racial es la forma de contrarrestar el complejo
de inferioridad.
Según expertos de la Policía y de la Guardia Civil hay en España unos
10.000 neonazis encuadrados en grupúsculos con precarias conexiones entre sí.
Son jaurías de perros rabiosos que afortunadamente carecen de capacidad para
organizarse y convertirse en horda. Mantienen abstrusas diferencias ideológicas
dentro del submundo de la extrema derecha, pero ostentan con orgullo un
denominador común: el odio al inmigrante, que les va a quitar el trabajo y el
pan.
Estas líneas pertenecen a un artículo que escribí en octubre de 2006,
antes del comienzo de la crisis económica. Qué desgraciada vigencia tiene. Lo único
que habrá cambiado, supongo, tras siete años, es el número, no de la bestia,
sino de los bestias. Y también por lo que parece actualmente, su capacidad de
interconexión. Ahora, azuzados sus odios habituales y simplistas por los
rigores de la crisis, que saca al exterior lo peor de los peores, ¿Cuántos nazis
más serán? ¿En cuántos se habrá incrementado esa peligrosa hez? Espero que no
de un modo preocupante, aunque algunas actuaciones recientes produzcan inquietud.
Esas fotografías de algunos militantes de las juventudes de PP con el brazo en
alto y sobre todo la irrupción de una banda de energúmenos en una rueda de prensa
de independentistas catalanes.
El nazismo y el fascismo no dejan de ser una exacerbación y perversión
del populismo. Y fue la concesión de la burguesía para sentirse defendida del
comunismo y las revueltas de los empobrecidos. Aunque después, los perros de
presa rompieron las correas y se les fueron de las manos. Es modélica esa
secuencia de “Novecento” en que el terrateniente, flanqueado por el camisa
negra Attila –espléndido Donald Sutherland-, ha reunido en la iglesia a los
demás patrones y manda al fascista que pase el cepillo para recaudar fondos con
los que poder actuar contra los rojos.
Los neonazis del presente, encuadrados en pequeños partidos –creo que es
mejor no ilegalizarlos; que las urnas los recoloquen en su ínfimo lugar-, se expresan
mediante la amenaza y la violencia. Dar miedo, disfrazarse de nazis y
reivindicar la superioridad racial es la manera de contrarrestar el complejo de
inferioridad de unos individuos de baja condición cultural y social. Lo que me
maravilla de estos sujetos es que algunos niegan que el Holocausto sucediera.
Conocí a un neonazis de cierta preparación, miembro de la judicatura, que me
decía que sí, que durante el nazismo hubo campos, pero que eran pocos y de
concentración, no de exterminio. Que el Holocausto fue una formidable campaña
de impostación y puesta en escena del judaísmo internacional. Pensé en la aberración
mental que suponía esa demencia, pensé en Auschwitz y en las imágenes del horror
que todos hemos visto y, sobre todo, pensé en que es imposible razonar con personas que piensan,
por llamarlo de alguna modo, así.
V.O. C.
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