LA ESCONDIDA SENDA
LA VICTORIA LVIII/16
Dedicatoria. Al culto Ingeniero de Montes don Vicente Bru con afecto. Arcadio Herrera Muñoz |
***** Beatus ille qui procul negotii.... |
(HORACIO)
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Cuando del sol,
detrás del horizonte,
suban los rayos a
dorar el monte
y a teñir de arrebol
las nubecillas,
y en las frescas
orillas
del cristalino río
deposite sus perlas
el rocío,
quiero que vengan a
rozar mi frente,
al despuntar de la
rosada aurora,
los besos de la brisa
matutina;
y en el verano
ardiente
que me dé su frescura
bienhechora
la sombra de la
encina,
cuando en la lumbre
de la azul esfera
haga el sol la mitad
de su carrera;
que tonifique mis
pulmones sanos
el aura saludable de
los llanos;
que arrullen y
regalen mis oídos
el trémulo balar de
los corderos,
los gárrulos sonidos
de alondras, ruiseñores y jilgueros;
que la mirada ansiosa
se extienda por la
ubérrima llanura
y suba codiciosa
por la salvaje falda
de la sierra
hasta la línea pura
donde se junta el
cielo con la tierra,
y en atrevido vuelo
se pierda por la
bóveda del cielo
hasta encontrar los
mágicos fulgores
de los rayos de Sol
deslumbradores:
y que después mis ojos
humillados
de los párpados
cierren la cortina
y todos mis sentidos
extasiados
canten, Señor, tu
Majestad divina:
que aquí Naturaleza,
hasta en las más
ocultas soledades,
pregona en su
grandeza
el inmenso poder de
tus bondades.
Y cuando la campana
de la ermita cercana
dé con su lengua de metal al viento,
del Ángelus saudoso,
las notas que
convidan al reposo,
en el triste momento
en que del Sol se
pierde la alba lumbre
muriendo en
Occidente,
mirar desde la cumbre
cómo baja el ganado
lentamente
la empinada ladera de
la sierra,
y luego desemboca en la llanada,
y en la rústica y
recia corralada
el cuidadoso rabadán
lo encierra.
Escuchar confundidos
esos conciertos de
medrosos ruidos,
de la silente noche
precursores,
que forman de los perros los ladridos
con el lento cantar
de los pastores,
el agorero canto del
cuclillo,
del rebaño el sonar
de las esquilas,
del límpido regato
los rumores
y el rozar de los
élitros del grillo;
y mientras que
reciben las pupilas
del día los postreros
resplandores,
seguir por la sombría
vereda tortuosa
y entrar en la
alquería
donde esperan los
hijos y la esposa.
No hay goce más
hermoso,
no hay dicha más
preciada
que el encontrar al
fin de la jornada
el hogar cariñoso
donde esperan al padre
y al esposo
los hijos sanos y la
esposa honrada,
y en torno de la mesa
aderezada,
en paz y mano a mano,
con ellos compartir
alegremente
el sabroso sustento
cotidiano
con el sudor ganado
de mi frente.
Subir, al terminar,
en mis rodillas
un angelote de colores
sanos
que me llene de besos
las mejillas
y me acaricie con sus blancas manos;
disfrutar cuando
juegan sus hermanos
en la extensa cocina
de la feliz morada
campesina;
gozar con su contento:
gozar con su contento:
y luego que la tropa
alborozada
se siente en torno
mío, ya cansada,
regalarles con un
sabroso cuento,
que lleve a su
infantil entendimiento
que el bienestar
ansiado
gozan aquellos que al trabajo honrado
ofrendan de sus cuerpos la energía
ofrendan de sus cuerpos la energía
y siguiendo al arado,
exentos de
ambiciones,
esperan sólo el pan
de cada día
poniendo en Ti,
Señor, sus corazones:
que es feliz quien,
contento con su suerte,
te adora y te conoce;
que es dichoso el que
advierte
que es la vida la
senda de la muerte
y que es el morir en paz el mayor goce:
que Tú en las cumbres
de la abrupta sierra,
en el invierno frío,
pones la nieve que
alimenta al río
cuando llegan de
junio los ardores:
que Tú formas de
jugos de la tierra
rubias olas de mies
en las labores:
que tejes en los
prados
ricos encajes de
aromadas flores
con la hierba que
nutre los ganados;
que das a la garganta
peregrina
de las aves sonidos
deleitosos;
al arroyo la linfa
cristalina
que brota de las
fuentes de las breñas;
en los bosques
umbrosos
sus sazonados frutos
a la encina;
panales a los huecos
de las peñas,
a la perla su oriente,
al diamante sus luces irisadas,
a las fieras su amor
por sus hijuelos,
espuma al torrente,
a los rosales flores
perfumadas,
y al límpido zafiro de los cielos,
en la puesta de Sol,
nubes doradas.
Y cuando en sus
caritas sonrosadas
muestre el sueño señal
de su presencia,
besar sus cabelleras
onduladas
y dejarlos gozar de
su inocencia
en sus blandas
camitas abrigadas.
Y en tanto que,
afanosa,
cose a mi lado la
gentil esposa
y el dulce sueño de
mis hijos vela,
descansando del día
de ajetreo,
ocuparme, sentado a
la candela,
en dar al alma el lícito
recreo
de sabrosas lecturas
en los libros
discretos e ingeniosos
que relatan las raras
aventuras
de aquellos paladines
valerosos
que, en edades
extrañas,
sembraron en la
Historia sus hazañas;
de aquellos esforzados
caballeros
que al
mágico poder de sus aceros,
en los comienzos de
los siglos de oro,
coronaron las torres
de Granada
con la cruz de la
espada
que fulminó Pelayo
contra el moro;
o de aquellos
valientes
que dejaron las
playas españolas
y en busca de
ignorados continentes
atravesaron las
inciertas olas.
Y luego que mi
espíritu rendido
busque en el sueño
nuevas energías,
en el lecho mullido,
esperar la llegada de
otros días
para gozar dichoso
de la paz y el reposo
de la ignorada vida
campesina,
y cuando de ella ¡oh
Dios! cortes el hilo
pueda exclamar mi
espíritu tranquilo
¡hágase en mí ti
voluntad divina!
ARCADIO HERRERA MUÑOZ
Añadir leyenda No me resigno a omitir la alabanza a la cuidadosa composición de este librito, y, copio también la última página del poema. |
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Copiado por
Victoriano Orts Cobos.
Málaga 30 de abril de 2016,
fecha de la confección del capítulo.
fecha de la confección del capítulo.
1 comentario:
Te está quedando taaaan bonito este "penúltimo" capítulo de tu fabuloso viaje. El poema es precioso, y la presentación lo hace aún más bello si cabe. Ah! Y tengo un recado de Clemátide que está muy agradecida y sonrojada por tan bella dedicatoria...en fin...sobran las palabras. Espero con muchas ganas la continuación de este periplo con la narración de tu experiencia de este fin de semana...jejeje. Gracias de nuevo Victoriano.
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