LOS DAÑOS DEL PROCESO
Por JOSÉ MARÍA ROMERA,
Diario SUR. VIERNES 08/09/17.
El espectáculo del
6 de septiembre en el Parlamento de Cataluña quedará grabado en nuestras
retinas como un mal sueño, como la escenificación de una pesadilla grotesca en
la que todo parecía haberse conjurado para trastornar la realidad. No es solo
que de golpe y porrazo saltaran por los aires las reglas de juego de las que
nos hemos dotado en democracia, sino que se hizo con el mayor descaro, como si
la mera voluntad de una pandilla de mentecatos bastara para justificar unas
acciones que desafían la lógica y atropellan los derechos de la mayoría,
parlamentarios incluidos. Ni que decir tiene que con estos modos de hacer
cualquier resultado es posible y también impredecible. A la vista del sainete,
el horizonte del 1 de octubre se antoja tan incierto como irreal. Pero, aunque
se obrase algún milagro y las aguas volvieran a su cauce de cordura del que
nunca deberían haber salido, nada volverá a ser como antes.
No me refiero a
que siempre saldrá ganando un relato independentista que ya ha logrado llegar a
ese punto de la intriga en donde todo obra a su favor: la victoria, porque le
daría alas; y la derrota, porque alimentaría su
victimismo nacionalista. Lo que
tal vez deba preocupar más son los daños irreparables que este accidentado
viaje al despropósito habrá causado a la sociedad catalana y, en no menor
medida, a la española en general. Hasta hace pocos años, en distintos momentos
de la historia reciente Cataluña se reveló como un ejemplo para la convivencia.
El `seny’ catalán fue algo más que un simple tópico idealizador. Representó un
modelo de cordura política equilibrado, juicioso y eficaz que no se dejaba
arrastrar al arrebato extremista ni al delirio fanático. Ahora ocurre justo al
revés. Los actuales dirigentes catalanes se han lanzado a la carrera
desenfrenada hacia la alucinación en la que todo vale si sirve a sus intereses.
Y esa singular interpretación de la “astucia” a la que apelaba Artur Mas como
guía de su hoja de ruta ha ido engordando unas formas de actuar intransigentes,
sectarias y bárbaras que costará tiempo erradicar en las cuestiones políticas,
sociales, culturales, educativas, laborales y hasta familiares de la Cataluña
convaleciente. Con referéndum o sin él, con independencia o sin ella, la
Cataluña posterior al 1 de octubre será una sociedad envilecida por el embuste
y la trampa, lastimada por la intolerancia, desalentada de tanto perseguir
quimeras y necesitada de ayudas de emergencia para sobrevivir a la catástrofe.
El trágala del 6 de septiembre en el Parlamento de Cataluña nos dejó una
impresión amarga, pero tuvo una virtud: la de mostrar a la luz del día las
flaquezas de quienes nos han traído hasta aquí. Ojalá lo que vimos no sea el
anticipo de lo que les espera a los catalanes de a pie, las principales
víctimas de esa farsa inexplicable.
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Copiado por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 9 de
septiembre de 2017.
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