El tiempo en mis manos
Cruce de víasCuando el mundo se aburre inventa virus que causan infecciones en el alma. Lo mejor es vivir al margen
Me encuentro con un viejo amigo por la calle. Se ha jubilado, está contento, como quien tiene toda una vida por delante. Al decirle que yo nunca me jubilaré, no sabe si darme la enhorabuena o acompañarme en el sentimiento. Me mira y sonríe. Si yo pretendiera jubilarme tendría que dejar la literatura y entonces perdería una relación fantástica. No importa para quién escriba porque siempre digo lo que quiero. Me considero un hombre afortunado. Nunca he tenido un jefe, me refiero a una de esas personas que pasan las horas en un despacho aparte y dictan órdenes. Si alguna vez lo tuve no reconocería su cara. Sin embargo, de alguna manera también me voy jubilando. Como si el universo de la imaginación se comprimiera y yo eligiese un lugar paradisiaco para descansar con mis personajes favoritos. He llegado a esa edad en la que escribir es un descanso. Una forma de desahogarme y contar lo que quiero sin importar lo que opinen los demás.
Si un desconocido se cruza conmigo por la calle pensará que soy un jubilado. Ando despacio y tranquilo, como un turista que ya conoce la ciudad. Cada día tengo menos prisas. Mi madre afirmaba que las prisas eran malas consejeras. Cuando me detengo a dialogar con alguien solemos hablar de la salud y eso me inquieta. La salud es un tema recurrente. Yo procuro buscar su aspecto más literario y fantasmagórico. En realidad, no sé dónde residen y pernoctan los microbios que se cuelan por nuestros cuerpos y producen las enfermedades. Durante las últimas semanas, una epidemia acecha a todo bicho viviente. No se habla de otra cosa. Los enemigos invisibles perturban la vida cotidiana. No sólo pienso en catarros y anginas sino también en otras epidemias que se expanden amenazantes. Cuando el mundo se aburre inventa virus que causan infecciones en el alma. Lo mejor es vivir al margen, en ese lugar mágico y paradisiaco que antes mencionaba.
Últimamente he tomado la decisión de volver a la juventud de puertas para fuera, lo que se fragüe en el interior de mi cuerpo es otra historia que por ahora prefiero ignorar. Me rebelo contra la senectud. Ya sé que en una niñería, pero nunca he sincronizado bien con la edad. Ella va por un lado y yo procuro ir por otro. Cuando era niño deseaba hacerme mayor lo antes posible y ahora echo de menos la lentitud de la infancia, lo largos que se hacían los días, los cursos, los años. Entonces vislumbraba el futuro lejano e inalcanzable y hoy me produce vértigo la celeridad con que pasa el tiempo. Por eso busco amparo en la literatura. A diario elijo un lugar en el mundo y cumplo la edad que la imaginación me exige.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 29 de enero de 2018.
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