Franco sale del Valle de los Caídos
Sánchez se congratula de haber dado «un paso más en la reconciliación» y de prestigiar a España «a los ojos del mundo» El dictador es exhumado en la intimidad 44 años después de un entierro multitudinario
«En el día de hoy, 24 de octubre de 2019, han concluido las tareas de exhumación y traslado de los restos del dictador Francisco Franco desde la basílica del Valle de los
Caídos hasta el cementerio de Mingorrubio». No fue casual la fórmula elegida por el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, para certificar el cumplimiento de un mandato legislativo que impulsó su partido hace más de un año sin oposición alguna en el Parlamento; fue un remedo de la empleada por el propio general golpista en el parte con el que se anunció, en 1 de abril de 1939, el fin de la guerra («cautivo y desarmado el Ejército Rojo...»).
El Ejecutivo había planteado inicialmente un procedimiento discreto, fuera de los focos. «Lo haremos lo más rápido posible, en cuanto nos comuniquen la sentencia a las partes[...] Los españoles se levantarán un día y el dictador ya no estará ahí», dijo la vicepresidenta Carmen Calvo el 24 septiembre, tras conocer que el Tribunal Supremo había dado el visto bueno a su proyecto y a la decisión gubernamental de no reinhumar a Franco en una cripta de la catedral de La Almudena, como pedía la familia, sino en un lugar más alejado del centro de Madrid y menos monumental: el cementerio de Mingorrubio, en el que fue enterrada su esposa, Carmen Polo.
Finalmente, a la operación, llevada a cabo en pleno periodo preelectoral para las generales del 10 de noviembre, se le concedió ayer la importancia de todo acontecimiento histórico. No hubo cámaras que grabaran la extracción del féretro en el que Franco fue enterrado con honores hace 44 años. Los operarios la llevaron a cabo exclusivamente ante la ministra de Justicia, Dolores Delgado, como notaria mayor del Reino; los nietos del dictador Cristóbal y Merry Martínez-Bordiú y, como autoridades del Estado, el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Félix Bolaños, y el subsecretario del Ministerio de Presidencia, Antonio Hidalgo. Pero desde la Moncloa se planeó al milímetro el seguimiento de una jornada para la que llegó a acreditar a 150 medios de comunicación, de España y de otros 17 países más.
«Con esta decisión se pone fin a una afrenta moral como es el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público. Se da un paso más en la reconciliación, que solo puede descansar en la democracia y la libertad que compartimos. Y nuestra democracia se prestigia a los ojos del mundo», defendió el jefe del Ejecutivo en una declaración institucional anunciada sorpresivamente tras la llegada de los restos del dictador a El Pardo, pasadas las dos y media de la tarde.
Del Valle a El Pardo
Para entonces ya se sabía que las cosas habían transcurrido sin grandes incidencias. La familia Franco consideró que el féretro en el que han reposado durante cuatro décadas los restos de sus antepasados se hallaba en suficientemente buen estado de conservación como para no sustituirlo por otro. Y ni siquiera el mal tiempo impidió, como se sospechaba en los días previos, el traslado del cadáver en un helicóptero del Ejército del Aire. La aeronave salió a las 13:38 horas desde el complejo monumental ideado en 1940 por Franco para que el recuerdo de su «gloriosa Cruzada» desafiara «al tiempo y al olvido», y llegó al más modesto panteón de El Pardo, también de titularidad pública, menos de veinte minutos después.
A primera hora de la mañana varios minibuses oficiales habían recogido a los 22 miembros de la familia Franco en tres puntos acordados de Madrid para llevarles hasta el Valle. El Gobierno les había advertido previamente de que no permitiría ningún símbolo preconstitucional, entre otras cosas, porque la Ley de la Memoria Histórica, aprobada en 2007, prohíbe expresamente que en el recinto tengan lugar «actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo».
A Francis Franco, nieto mayor del dictador, se le retiró una bandera de España con el águila de San Juan, antes de que entrara en el templo para portar el féretro de su abuelo en hombros, junto a otros siete familiares (Luis Alfonso de Borbón, en primera fila). Pero nadie pudo evitar que, introducida la momia en el coche funerario, resonara en la explanada un «¡Viva Franco!». En la Moncloa, no se aclaró ayer, sin embargo, si el grito merecerá o no un expediente sancionador.
Escudo personal
A lo que el Gobierno no puso pegas fue a que el ataúd se cubriera con un pendón con el escudo personal del dictador y una corona de laurel con cinco rosas (como reza el 'Cara al sol') rodeada por un lazo rojigualdo. Con todo, hubo algún momento de tensión con la familia. La señal ofrecida por la televisión pública permitió ver a Francis dirigiéndose acaloradamente a Bolaños, el hombre designado por Sánchez para supervisar el delicado proceso, antes de que el cortejo fúnebre partiera hacia Mingorrubio y de que el prior del Valle, el polémico Santiago Cantera, oficiara un breve responso.
Una vez en el panteón de El Pardo -en cuyo acondicionamiento se ha gastado el Estado 39.000 euros-, Cantera y el sacerdote Ramón Tejero, hijo del artífice del golpe de Estado del 23-F, ofrecieron una misa. Por el camino, el cortejo fúnebre había atravesado concentraciones de nostálgicos y curiosos; nada que provocara incidentes graves. Certificada la reinhumación, el Gobierno se lavó las manos para permitir que, puertas adentro, los Franco desplegaran toda su parafernalia.
La exhumación del dictador cumple con una de las principales recomendaciones realizadas por el comité de expertos al que en 2011 el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero consultó sobre la mejor manera de convertir el Valle de los Caídos en un lugar para honrar la memoria de las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, como se acordó en la 'ley de la memoria histórica'. Pero el Ejecutivo admite que aún queda mucho por hacer. De momento, Sánchez prometió ayer que «más pronto que tarde» se resarcirá también la «infamia» de aquellos represaliados cuyos cuerpos fueron trasladados al Valle sin consentimiento de sus familias.
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Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Un entierro sin honores militares pero con águilas y el 'Cara al sol'
La aparición del teniente coronel Tejero animó un funeral con aroma a 1975 El féretro llegó a Mingorrubio pasadas las dos y media de la tarde, donde aguardaba medio millar de ardorosos nostálgicos
madrid. Solo faltaba la voz en off de Matías Prats padre y un filtro en blanco y negro para que El Pardo pareciera ayer un capítulo del No-Do. O de la primera temporada de la serie 'Cuéntame cómo pasó'. Medio millar de nostálgicos del régimen, la mayoría personas mayores acompañadas de algunos jóvenes, se congregaron frente a la carretera de acceso al cementerio de Mingorrubio, situado al norte de Madrid, para despedir, protestar o simplemente quitarle el polvo a las fotos del 'caudillo' y a alguna que otra rojigualda estampada con el Águila de San Juan que llevaba demasiado tiempo guardada en el cajón. O todo a la vez en distinto orden. La exhumación de Franco y su traslado al pequeño camposanto, donde también reposan figuras del régimen como Luis Carrero Blanco y Carlos Arias Navarro, y la esposa del dictador, Carmen Polo, ofrecía una oportunidad histórica de cantar a pleno pulmón el 'Cara al sol' sin que nadie alrededor mirase raro. Y lo entonaron sin desmayo.
En esta preconstitucional escena también faltaban los 'grises'. Pero los manifestantes, a cambio, se encontraron de frente a un centenar de agentes 'azules' de la UIP de la Policía Nacional y unidades caninas y a caballo que les devolvieron a la España del siglo XXI, y ya de paso les impidieron el acceso al panteón del cementerio -situado a medio kilómetro de allí- tras cortar la única vía de acceso al cementerio.
La Fundación Francisco Franco había convocado dos días antes una concentración para «orar y realizar una entrega de flores al 'generalísimo'». Pero el Gobierno quería, esta vez sí, tener la operación atada y bien atada y había prohibido, a través de su Delegación en Madrid, cualquier acto de apología franquista. Aunque a media mañana, el Tribunal Superior de Justicia madrileño revocó la prohibición.
Fue entonces, y solo dentro de la legalidad, cuando apareció el teniente coronel Antonio Tejero, condenado por rebelión por el golpe de Estado del 23-F , y cuyo hijo Ramón ya se encontraba dentro del cementerio para oficiar la ceremonia como sacerdote junto al prior del Valle, Santiago Cantera. Su llegada desató el delirio de la tropa de nostálgicos, que ya andaba cansada con el reloj marcando el mediodía.
En medio de un murmullo creciente, Tejero, a sus 87 años, pidió a uno de los agentes de la UIP que le abrieran paso para asistir a la inhumación. La negativa de los agentes produjo un motín y algunos intentaron cruzar un imaginario Ebro formado por antidisturbios a gritos de «¡Franco, Franco, Franco!». Fueron los momentos de mayor tensión de la mañana. Al no conseguirlo, frustrados, empezaron a insultar al presidente del Gobierno en funciones, «Pedro Sánchez, hijo de...» también fue coreado con ganas. «Solo queremos rezar, no vamos a quemar contenedores como los independentistas», suplicaba mientras tanto una señora más modosa.
Sin salvas militares
El jaleo no era audible frente a la verja del cementerio de Mingorrubio, donde se concentraba la mayor parte de la prensa. No todos los días se acude al sepelio de un exjefe de Estado, pero el segundo entierro de Franco estuvo más deslucido que el primero, el 23 de noviembre de 1975. Sin salvas militares, sin jefes de Estado, sin Nelson Rockefeller, en el pequeño camposanto el día transcurrió entre bancos de niebla y con frío, como otro más de otoño, hasta que el sol se impuso a media mañana. Solo el gran dispositivo policial y el centenar de periodistas allí presentes daba fe de que se estaba viviendo un acontecimiento histórico.
Pero la historia no siempre es frenética. Mientras la exhumación se llevaba a cabo a 55 kilómetros de allí, lo más emocionante que ocurrió en Mingorrubio fue la llegada de cuatro furgonetas que descargaron frente a la verja una docena de coronas de flores rojigualdas con cintas en las que se podía leer mensajes como «Barcelona con el Caudillo» o «Cartagena con el Caudillo». También regaló una nota de color la llegada del cura Ramón Tejero, que provocó varios corrillos de curiosos. «¿Es él, es él?», «¡Sí, viene con sotana».
Después de casi tres horas de espera, al fin el helicóptero con los restos del dictador aterrizó en un antiguo campo de tiro de la Guardia Real. Primero se escuchó su motor, luego pasó volando a baja altura. A la media hora llegaron por carretera los 22 nietos y bisnietos y sus respectivos cónyuges repartidos en seis turismos y un microbús. Pasaron por delante de los periodistas y la gente, y accedieron en menos de cinco minutos al cementerio, como en la escena berlanguiana de 'Bienvenido Mr. Marshall', pero sin americanos.
Faltaba solo el féretro, que también se hizo esperar mientras los Franco aguardaban tras la verja. Llegó en un coche fúnebre escoltado por la Policía y seguido del vehículo que en el que viajaba Francis Franco, el único de la comitiva en viajar con la ventanilla bajada.
Una vez en el interior del panteón, en una pequeña capilla anexa y la hora del 'Telediario' -mientras el presidente Sánchez hacía una declaración institucional en la Moncloa- un grupo de menos de 30 personas volvía a inhumar a quién fuera cabeza visible de una férrea dictadura durante casi 40 años.
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Publicado en Diario SUR.****************************************************************************
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 27 de octubre de 2019.
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