Alfonsina Storni, ¿qué poemas fuiste a buscar?
Poesía al SUR
Antes de lanzarse al mar, hace hoy 81 años, la autora argentina reivindicó la igualdad y desafío las convenciones sociales con sus libros y su condición de madre soltera: «Mirad cómo se ríen y cómo me señalan. / ¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!»
Hace hoy 81 años que Alfonsina Storni se arrojó desde la escollera del club de mujeres de Mar de Plata. Días antes había enviado un poema al diario La Nación que terminaba así: «Si él llama nuevamente por teléfono / le dices que no insista, que he salido». Aquellos versos simbolizan bien el carácter de la poeta argentina, independiente hasta la soledad, feminista convencida en un tiempo impropio para serlo. Su suicidio inspiró la mítica zamba 'Alfonsina y el mar', compuesta por Ariel Ramírez y escrita por Félix Luna, inmortalizada en la voz de Mercedes Sosa y un sinfín de cantantes: «Te vas Alfonsina con tu soledad. / ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?». Sufrió pronto los zarpazos del desprecio social y el desamor al quedarse embarazada de un hombre casado, veinte años mayor. Decidió tener sola a su hijo Alejandro, enfrentándose al estigma que en aquella época arrastraban las madres solteras. Curtida en la rebeldía, comenzó a publicar sus primeros poemas en revistas literarias donde cuestionaba la desigualdad y criticaba con ironía el machismo: «Tampoco te entiendo, pero mientras tanto / ábreme la puerta, que quiero escapar; / hombre pequeñito, te amé media hora, / no me pidas más».
Ya de pequeña parecía diferente al resto de niños, poseedora de cualidades inusuales para su edad, hasta el punto de ser la única escolarizada de los hermanos. Las estrecheces económicas de la familia, agravadas por el alcoholismo de su padre, dieron alas a las aspiraciones de la pequeña Alfonsina, nacida en 1892 cerca de Lugano, en Suiza, donde vivió parte de su infancia hasta el regreso a Argentina. Se veía «redonda, chatilla y fea», una imagen de sí misma que la acompañaría hasta el final. Apenas levantaba unos palmos del suelo cuando servía y fregaba en la cafetería familiar. La muerte de su padre, cuando tenía catorce años, zarandeó su universo pero no dulcificó la memoria, como demostró en el poema 'A mi padre', donde ajustó cuentas calificándolo como «vagabundo y huraño». También escribió sobre su madre, y por extensión sobre el papel reservado a las mujeres: «Y todo esto mordiente, vencido, mutilado, / todo esto que se hallaba en su alma encerrado, / pienso que sin quererlo lo he libertado yo».
Ya huérfana de padre, Alfonsina entró a trabajar como aprendiza en una fábrica de gorras, empleo que dejó para acceder a una compañía teatral sin abandonar sus estudios en la escuela de maestros rurales. El rechazo familiar a su embarazo la empujó hasta Buenos Aires, donde resultaba más sencillo obviar la hipocresía y los prejuicios de una sociedad que castigaba la autonomía de las mujeres. En 1916 publicó su primer libro, un hito que la estimuló hasta animarla a recitar sus poemas en bibliotecas de barrio y entablar amistad con otros autores de la capital argentina. Sus colaboraciones cada vez más frecuentes con diarios y revistas le sirvieron para reivindicar relaciones más justas, un discurso profundamente innovador en la América Latina de comienzos del siglo XX: «Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior. Ese día la moral sufrirá un vuelco, las costumbres cambiarán».
Storni ya pedía el voto femenino casi cuatro décadas antes de que Argentina lo aprobase. Consolidada como articulista combativa, empeñada en dinamitar los roles de género y los tópicos patriarcales, sobrevino la primera de varias crisis nerviosas, producto en parte del agotamiento; trabajaba como periodista y maestra, cuidaba de su hijo, escribía poemas y recitaba, una sobrecarga que acabó pasando factura. Por aquel tiempo entabló una intensa relación con Horacio Quiroga, además de conocer a Gómez de la Serna y Lorca. Fueron contactos que enriquecieron su voz poética, inicialmente limitada al romanticismo aunque ya con señales de su poderosa personalidad, como en el poema 'La loba', donde aborda su condición de madre soltera: «Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley. / Mirad cómo se ríen y cómo me señalan. / ¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño! / No temáis a la loba, ella no os hará daño».
En sus libros, Storni reformuló el destino de las mujeres, a quienes concedió la posibilidad de mostrarse fuertes y libres, estoicas y excitadas, sin renunciar a los anhelos amorosos: «¿Qué diría la gente, recortada y vacía, / si en un día fortuito, por ultrafantasía, / me tiñera el cabello de plateado y violeta?». Y sigue: «¿Me quemarían como quemaron hechiceras? / En verdad pensarlo me da un poco de risa». Borges llegó a definir su trabajo como «chillonerías de comadrita». El fracaso teatral y los dardos de muchos de sus colegas hicieron mella en Storni, que tras 'Ocre' tardó casi diez años en publicar nuevos poemas. En 1935, poco después de salir de aquel silencio, le diagnosticaron un cáncer de mama. Cuentan que anímicamente nunca superó la mastectomía. Tres años más tarde, en un viaje a Mar de Plata, Alfonsina dejó una carta para su hijo antes de sumergirse en el agua y despedirse de la vida para siempre, una muerte convertida en canción.
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