GRAN IGLÚ CINCO
ESTRELLAS
DE MÁLAGA A LA
VICTORIA, CAPÍTULO LXXI
(Viaje virtual de Málaga a La Victoria,
(Córdoba) a través de los polos, por los Meridianos 4º O y 176º E).
Me desperté pasadas las 8 horas del día siguiente de mi tránsito al interior del habitáculo en el que me encontraba.
Había dormido tanto y tan a gusto en aquel inesperado recinto, con una temperatura que superaba los + 20º C, que me costaba trabajo espabilarme.
Me incorporé con los ojos aún cerrados, y al abrirlos noté un choque de sorpresa tan rotundo que me vi obligado a cerrarlos de nuevo y abrirlos otra vez ante la visión tan asombrosa que me brindaban. Aquello era impresionante. Me encontraba en un recinto monumental totalmente ovalado, cubierto en su base por un césped verde de unos 20 cm de alto.
Aquel edificio tan majestuoso carecía en su totalidad de columnas o muros que estorbaran la visión de su territorio.
Desde el lugar en que me encontraba, que era aquel por donde la noche anterior fui impulsado hacia a dentro me giré hacia la pared que soportaba aquella majestuosa edificación.
Se trataba de de un anillo de 3 metros de altura completamente vertical sobre el que descansaba una enorme semiesfera de 180º.
Aquella pared, blanca brillante estaba "sembrada" en todo su contorno de cientos de marcos negros de 120 cm de ancho por 210 cm. de alto, quedando en su interior una pantalla de 2 mº. Entre marco y
marco quedaba un pequeño espacio de unos 10 cm.¿ Qué significaban aquellas pinturas ?
Con la intención de averiguar el diámetro de aquel monumental edificio me encaminé en linea recta hacia la parte frontal del mismo. Al llegar al centro llevaba andados nada menos que 75 m.
Desde aquel punto, la panorámica era majestuosa. Miré hacia arriba y vi como una luminaria roja a modo de faro, iluminaba la cúpula, y su resplandor se expandía por todo el recinto. También pude comprobar como desde la parte alta del centro de los marcos subían hacia aquella cúspide lineas negras de 90º de inclinación que se perdían en el centro.
Estos detalles me hicieron pensar que aquel monumento podía ser una representación en miniatura del Emiferio Norte del planeta Tierra. ¡Nada más y nada menos! Para dar más veracidad a esta idea opté por contar el número de pantallas que poblaban aquel recinto.
Pero, ¿como hacerlo? Todas las imágenes y marcos eran iguales, por lo tanto, habría que marcar la primera para saber cuando se llegaba al final.
Seguí bajando hacia el final de aquel camino recto y al llegar a la pared advertí que aquel cuadro era más intenso en sus colores que el de sus vecinos.
Comencé la contabilidad desde aquel punto y tranquilamente seguí circulando, (nunca mejor dicho), por aquella vereda. Todas las pantallas tenían la misma luminosidad menos la primera, que como ya dije era más intensa, sin embargo, al llegar a la 181 noté la similitud con la primera diferente. Miré hacia abajo, hacia el sur, pensando que aquellas dos pantallas estaban situadas en la misma longitud, cosa que pude comprobar al volver de nuevo a ella.
Este descubrimiento me demostraba que aquellas dos columnas dividían el recinto en dos mitades y que cada mitad disponía de 179 cada una, a las que añadiéndole las dos diferentes hacían un total de 360 marcos.
Si a este descubrimiento añadimos la evidencia de que desde el centro de cada uno de ellos se elevaba una línea negra hacia el centro de la cúpula no había duda de que estaba ante la representación en miniatura de media esfera terrestre.
Todo aquello era incomprensible para mi. También era incomprensible el significado de aquellos 360 dibujos o puertas enmarcadas.
Me vino a la mente la idea de saber los metros de largo que tenía la circunferencia de aquella edificación.
Multipliqué los 150 metros de su diámetro por 3,14 y el resultado era de 471.
Resumiendo: si cada marco tenía una anchura de 1,20 metros, entre marco y marco quedaba una linea separatoria de solo 10 centímetros. Así de distraído pasé el día. Y llegó la noche y el descanso.
Me desperté antes de las 7 de la mañana, pero, me sentía tan cómodo en aquel mullido lecho de hierba y me tenía tan intrigado aquella fantasía que estaba viviendo, que mi imaginación no descansaba tratando de comprender aquel misterio.
A las 7 en punto de la mañana, un silbido producido por el aire que entraba o salía me sorprendió de tal manera que salté como un felino, asustado.
La incredulidad ocupó toda mi atención sobre aquellas pantallas. Una de ellas permaneció abierta durante unos segundos, cerrándose a continuación, y abriéndose la de al lado que tras otros segundos abierta se cerraba como la anterior y, así una, y otra, y otra...
Me encaminé hacia el centro para observar aquel increíble espectáculo, y no acabó aquí la cosa. Pude comprobar como aquellas oquedades se abrían a unísono de dos en dos, siendo siempre las parejas que estaban en la misma frontal.
A las 8 en punto, una hora después del inicio de aquel increíble concierto, se cerró la última pareja danzante, Confirmándose con ello que aquel increíble espectáculo tenía una duración de 60 minutos.
Otra idea ocupó mi curiosidad. Quise saber cuantos segundos permanecían abiertas aquellas oquedades.
Convertí en segundos aquella hora y me deban un total de 3.600. Los 3.600 los dividí por las 180 parejas danzantes y el resultado del tiempo de apertura era de 20 segundos por pareja.
Pasó el resto del día sin ninguna otra novedad.
Me acosté temprano para al día siguiente madrugar y estar pendiente para averiguar si se producía de nuevo aquel maravilloso espectáculo y por cual de aquellas pantallas comenzaba.
Antes de las 7 de la mañana ya estaba en el centro de aquel recinto. Miré una vez más hacia arriba, hacia aquella cúpula luminosa que distaba del suelo nada menos que 78 metros contando los 3 de aquel anillo potente que la sostenía.
A las 7 en punto de la mañana se abrieron las puertas vecinas de la 4º O y de la 176º E; comenzando de nuevo aquel maravilloso espectáculo que terminó con la apertura y cierre de la pareja mencionada.
Este fenómeno sorprendente, que me cautivaba, se repitió todos los días que permanecí en aquel Iglú Cinco Estrellas. Pero mi estancia allí tenía que acabar porque el deber me llamaba a seguir mi viaje.
El día de emprender la marcha llegó.
Me situé, como ya tenía por costumbre, en el centro del recinto para disfrutar por última vez de aquella fantasía. Cuando faltaba poco tiempo para su conclusión me dirigí hacia la puerta 4º O y me situé en su centro. Llegó el momento, y al abrirse, sin pérdida de tiempo me introduje en su cavidad y ayudado por una ráfaga de viento fui despedido hacia afuera dando varias vueltas de campana.
Me incorporé y me giré hacia atrás para contemplar desde fuera aquel enigmático monumento, que, para mi sorpresa, ¡había desaparecido!
Sí, así era. Allí no había ningún monumento ni ninguna montaña. Aquel terreno, algo ondulado no se elevaba más de 8 ó 10 metros. En su parte más baja, cerca de donde yo me encontraba, pude observar una cavidad de aproximadamente 1 metro de alto por medio de ancho.
No daba crédito a aquella situación. No comprendía qué había pasado. Mi mente quedó por unos minutos bloqueado. Aunque no era la primera vez que una situación similar se producía.
Al cabo de unos minutos fui tomando conciencia de aquella situación y me dirigí hacia cavidad de la que salían unas pisadas recientes de pies humanos.
Llegué a la entrada y asomé la cabeza, y de momento lo comprendí todo. ¡Allí, en aquella oquedad, en aquella osera abandonada había pernoctado yo en mi tránsito por el Polo Norte. Aquel olor a humanidad que transmitía a mi olfato aquella cueva, me era muy familiar!
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Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el 25 de febrero de 2020.
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Iglú gigante Fotografía:es.wikipedia.com |
Me desperté pasadas las 8 horas del día siguiente de mi tránsito al interior del habitáculo en el que me encontraba.
Había dormido tanto y tan a gusto en aquel inesperado recinto, con una temperatura que superaba los + 20º C, que me costaba trabajo espabilarme.
Me incorporé con los ojos aún cerrados, y al abrirlos noté un choque de sorpresa tan rotundo que me vi obligado a cerrarlos de nuevo y abrirlos otra vez ante la visión tan asombrosa que me brindaban. Aquello era impresionante. Me encontraba en un recinto monumental totalmente ovalado, cubierto en su base por un césped verde de unos 20 cm de alto.
Aquel edificio tan majestuoso carecía en su totalidad de columnas o muros que estorbaran la visión de su territorio.
Desde el lugar en que me encontraba, que era aquel por donde la noche anterior fui impulsado hacia a dentro me giré hacia la pared que soportaba aquella majestuosa edificación.
Se trataba de de un anillo de 3 metros de altura completamente vertical sobre el que descansaba una enorme semiesfera de 180º.
Aquella pared, blanca brillante estaba "sembrada" en todo su contorno de cientos de marcos negros de 120 cm de ancho por 210 cm. de alto, quedando en su interior una pantalla de 2 mº. Entre marco y
marco quedaba un pequeño espacio de unos 10 cm.¿ Qué significaban aquellas pinturas ?
Con la intención de averiguar el diámetro de aquel monumental edificio me encaminé en linea recta hacia la parte frontal del mismo. Al llegar al centro llevaba andados nada menos que 75 m.
Desde aquel punto, la panorámica era majestuosa. Miré hacia arriba y vi como una luminaria roja a modo de faro, iluminaba la cúpula, y su resplandor se expandía por todo el recinto. También pude comprobar como desde la parte alta del centro de los marcos subían hacia aquella cúspide lineas negras de 90º de inclinación que se perdían en el centro.
Estos detalles me hicieron pensar que aquel monumento podía ser una representación en miniatura del Emiferio Norte del planeta Tierra. ¡Nada más y nada menos! Para dar más veracidad a esta idea opté por contar el número de pantallas que poblaban aquel recinto.
Pero, ¿como hacerlo? Todas las imágenes y marcos eran iguales, por lo tanto, habría que marcar la primera para saber cuando se llegaba al final.
Seguí bajando hacia el final de aquel camino recto y al llegar a la pared advertí que aquel cuadro era más intenso en sus colores que el de sus vecinos.
Comencé la contabilidad desde aquel punto y tranquilamente seguí circulando, (nunca mejor dicho), por aquella vereda. Todas las pantallas tenían la misma luminosidad menos la primera, que como ya dije era más intensa, sin embargo, al llegar a la 181 noté la similitud con la primera diferente. Miré hacia abajo, hacia el sur, pensando que aquellas dos pantallas estaban situadas en la misma longitud, cosa que pude comprobar al volver de nuevo a ella.
Este descubrimiento me demostraba que aquellas dos columnas dividían el recinto en dos mitades y que cada mitad disponía de 179 cada una, a las que añadiéndole las dos diferentes hacían un total de 360 marcos.
Si a este descubrimiento añadimos la evidencia de que desde el centro de cada uno de ellos se elevaba una línea negra hacia el centro de la cúpula no había duda de que estaba ante la representación en miniatura de media esfera terrestre.
Todo aquello era incomprensible para mi. También era incomprensible el significado de aquellos 360 dibujos o puertas enmarcadas.
Me vino a la mente la idea de saber los metros de largo que tenía la circunferencia de aquella edificación.
Multipliqué los 150 metros de su diámetro por 3,14 y el resultado era de 471.
Resumiendo: si cada marco tenía una anchura de 1,20 metros, entre marco y marco quedaba una linea separatoria de solo 10 centímetros. Así de distraído pasé el día. Y llegó la noche y el descanso.
Me desperté antes de las 7 de la mañana, pero, me sentía tan cómodo en aquel mullido lecho de hierba y me tenía tan intrigado aquella fantasía que estaba viviendo, que mi imaginación no descansaba tratando de comprender aquel misterio.
A las 7 en punto de la mañana, un silbido producido por el aire que entraba o salía me sorprendió de tal manera que salté como un felino, asustado.
La incredulidad ocupó toda mi atención sobre aquellas pantallas. Una de ellas permaneció abierta durante unos segundos, cerrándose a continuación, y abriéndose la de al lado que tras otros segundos abierta se cerraba como la anterior y, así una, y otra, y otra...
Me encaminé hacia el centro para observar aquel increíble espectáculo, y no acabó aquí la cosa. Pude comprobar como aquellas oquedades se abrían a unísono de dos en dos, siendo siempre las parejas que estaban en la misma frontal.
A las 8 en punto, una hora después del inicio de aquel increíble concierto, se cerró la última pareja danzante, Confirmándose con ello que aquel increíble espectáculo tenía una duración de 60 minutos.
Otra idea ocupó mi curiosidad. Quise saber cuantos segundos permanecían abiertas aquellas oquedades.
Convertí en segundos aquella hora y me deban un total de 3.600. Los 3.600 los dividí por las 180 parejas danzantes y el resultado del tiempo de apertura era de 20 segundos por pareja.
Pasó el resto del día sin ninguna otra novedad.
Me acosté temprano para al día siguiente madrugar y estar pendiente para averiguar si se producía de nuevo aquel maravilloso espectáculo y por cual de aquellas pantallas comenzaba.
Antes de las 7 de la mañana ya estaba en el centro de aquel recinto. Miré una vez más hacia arriba, hacia aquella cúpula luminosa que distaba del suelo nada menos que 78 metros contando los 3 de aquel anillo potente que la sostenía.
A las 7 en punto de la mañana se abrieron las puertas vecinas de la 4º O y de la 176º E; comenzando de nuevo aquel maravilloso espectáculo que terminó con la apertura y cierre de la pareja mencionada.
Este fenómeno sorprendente, que me cautivaba, se repitió todos los días que permanecí en aquel Iglú Cinco Estrellas. Pero mi estancia allí tenía que acabar porque el deber me llamaba a seguir mi viaje.
El día de emprender la marcha llegó.
Me situé, como ya tenía por costumbre, en el centro del recinto para disfrutar por última vez de aquella fantasía. Cuando faltaba poco tiempo para su conclusión me dirigí hacia la puerta 4º O y me situé en su centro. Llegó el momento, y al abrirse, sin pérdida de tiempo me introduje en su cavidad y ayudado por una ráfaga de viento fui despedido hacia afuera dando varias vueltas de campana.
Me incorporé y me giré hacia atrás para contemplar desde fuera aquel enigmático monumento, que, para mi sorpresa, ¡había desaparecido!
Sí, así era. Allí no había ningún monumento ni ninguna montaña. Aquel terreno, algo ondulado no se elevaba más de 8 ó 10 metros. En su parte más baja, cerca de donde yo me encontraba, pude observar una cavidad de aproximadamente 1 metro de alto por medio de ancho.
No daba crédito a aquella situación. No comprendía qué había pasado. Mi mente quedó por unos minutos bloqueado. Aunque no era la primera vez que una situación similar se producía.
Al cabo de unos minutos fui tomando conciencia de aquella situación y me dirigí hacia cavidad de la que salían unas pisadas recientes de pies humanos.
Llegué a la entrada y asomé la cabeza, y de momento lo comprendí todo. ¡Allí, en aquella oquedad, en aquella osera abandonada había pernoctado yo en mi tránsito por el Polo Norte. Aquel olor a humanidad que transmitía a mi olfato aquella cueva, me era muy familiar!
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Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el 25 de febrero de 2020.
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