De una urbe lunática a la posible vida en Marte
Las elucubraciones de ciencia ficción son confirmadas por la NASA, que halla agua y metano en planetas y asteroides
En este mismo momento, una gigantesca tormenta de arena, que ocurre cada diez años, cubre de total oscuridad a Marte, y ahoga al 'Curiosity' y los dos 'rovers' que le acompañan en su peregrinar. Con seis años de misión en el espacio se espera que los robots logren reaccionar a los primeros rayos de sol, cuando lleguen, quizás dentro de un par de meses, y continúen aportando grandes hallazgos. El más importante, e inquietante, es la existencia de material orgánico. «Hemos encontrado moléculas orgánicas y trazas de metano, que aumenta en invierno y disminuye en verano», afirma Larry James, director adjunto de Jet Propulsion Laboratory, que trabaja desde el Instituto Tecnológico de California (Caltech) para la NASA.
«Aunque no sabemos la fuente del metano, es interesante porque puede ser creado por seres vivos». Para encontrar ese generador de gas metano, en mayo la agencia espacial norteamericana lanzó una nueva nave a Marte, que llegará en noviembre, cuando haya remitido el manto de arena. Su objetivo es enviar datos sobre el núcleo del planeta rojo y crear un mapa de su interior, armado con un taladro que perfora hasta seis metros y un dron, con aspecto de libélula con dos rotores de dos aspas, que tendrá que volar por una atmósfera muy fina. «Marte es una gran zona de exploración y nosotros somos la única organización que ha logrado aterrizar con éxito», afirma James. Otro 'rover' llegará en 2020.
Los científicos que examinan los datos e imágenes enviadas por los droides también han visto grandes lagos y mares. «Hace dos décadas era impensable que hubiera más agua en el resto del Sistema Solar, pero la hemos encontrado en varios sitios», dice James. La NASA ha revelado que el precursor de la vida está también en una luna de Saturno, Enceladus, en la que se han captado géiseres, mediante una nave que, al agotarse su combustible y no estar esterilizada, se prefirió destruir estrellándola contra la atmósfera del gran planeta. También en Europa, satélite de Júpiter, con una masa que podría triplicar la de la Tierra. «Ahora tenemos que saber su composición química y lo que hay debajo del hielo», advierte James durante una charla en Casa de América, en Madrid. También hay agua en el asteroide Ceres, en el cinturón entre Marte y Júpiter; montañas de hielo salado fotografiadas con una nave que se ha acercado a 35 kilómetros. Y en la Luna, que podría servir incluso de combustible para las estaciones próximas.
Paseo por la Luna
La NASA tiene un plan para empezar la colonización de la Luna, con una primera fase de aterrizaje robótico y nuevas exploraciones. El proyecto será puesto en marcha en dos o tres años, gracias a que se utilizará tecnología existente, calcula James. Pero antes de volver a caminar sobre la Luna, y crear asentamientos, hay varios escollos que resolver. Aparte de cómo evitar que los residuos queden flotando en el espacio y que la radiación a largo plazo no afecte a los humanos, está la manera en que se colaborará con las misiones comerciales que ya apuntan a algunos de los territorios investigados por la NASA. Uno, el satélite terrestre, donde la NASA debe proteger cualquier interferencia con la estación espacial y, dos, Marte, en el punto de mira de Tesla.
«Tienen dinero para invertir en la exploración y descubrir nuevos mundos, como los antiguos reyes españoles que financiaron las expediciones que cruzaron el océano», comenta Suzanne Dodd, directora de la Red Interplanetaria para la Investigación del Espacio Profundo de la NASA, de visita en España, donde existe una de las tres sedes del proyecto. «Quieren viajar al espacio, vivir en Marte, construir en la Luna, pero nosotros hacemos investigación científica y no los vemos como competencia ni amenaza». Como bromea James, en referencia a los millonarios embarcados en el negocio interestelar, como Elon Musk o Jeff Bezos: «Para ganar un billón de dólares en el negocio espacial, tienes que gastar diez billones».
Mirar la Tierra
Los instrumentos de la NASA apuntan también hacia su hogar. Uno de los más precisos es el telescopio espacial Spilzer, que mide la gravedad de la Tierra con tanta precisión que detecta incluso cuando se extrae agua de un acuífero, cambiando la densidad del planeta y por tanto su fuerza de atracción. Capaz también de medir hasta un nanómetro de distancia. Se estudia también la topografía del océano, con la detección de la altura del océano y los movimientos de los glaciares.
Datos con los que quizás lograr disminuir los efectos del cambio climático, reforzados, como anuncia Dodd, con la presencia de la Red del Espacio Profundo en todas las próximas misiones interplanetarias, con los que mirar la Tierra.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 11 de agosto de 2018.
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