sábado, 30 de marzo de 2019

Idea Vilariño, poeta en carne viva







Idea Vilariño, poeta en carne viva

Abierta en canal en cada poema, llevó su honestidad hasta el dolor propio y ajeno. Amó a muchos hombres pero sólo escribió de uno: Onetti. Él la acusó de crear una relación «para la historia de la literatura». Ella nunca cedió: «Éramos dos monstruos»







Alberto Gómez

ALBERTO GÓMEZ
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Cuentan que a su entierro, hace ahora una década, no acudieron más de diez personas. Idea Vilariño murió sola. Fue el precio de una libertad insobornable, pero también de un carácter rugoso y una honestidad que llevó hasta el límite, hasta el dolor propio. Se descarnaba en cada poema. Por eso no le hicieron falta artificios, paisajes, imágenes que adornaran la intención de su escritura. Renunció pronto a las distorsiones, también al pudor. Nada de retórica: en sus libros sólo caben la herida abierta, la poesía despojada. Parecía taciturna, lo era, pero siempre mantuvo «unas ganas / unas vulgares ganas / de seguir». Padeció problemas respiratorios y de piel, una fragilidad física que contrastaba con una personalidad poderosa, capaz de desafiar el machismo del Uruguay de mitad del siglo pasado, haciéndose hueco como una de las voces imprescindibles de la Generación del 45. Amó a muchos hombres pero únicamente escribió de uno: Juan Carlos Onetti. Se quisieron hasta la extenuación, hasta colisionar como trenes a alta velocidad: «Éramos dos monstruos».
Su padre, poeta, era anarquista. Su madre, una enferma crónica que adoraba la literatura. Murieron con cinco años de diferencia cuando Vilariño era joven. También en ese tiempo falleció uno de sus cuatro hermanos. En apenas un lustro se quedó huérfana «de madre, de padre, de hermano». La infancia, que concentró casi todos sus momentos felices, se convirtió entonces en un «paraíso perdido», como tituló uno de sus libros. Se agravó su problema dermatológico, un eccema feroz por el que recibía baños especiales hasta que la piel mudaba. Ya se había ganado el respeto de sus colegas y de maestros como Juan Ramón Jiménez. También de Mario Benedetti, con quien entabló una amistad incomprendida entre las élites literarias de Montevideo, incapaces de encajar que ella, poeta de culto, comiese en la misma mesa que un autor al que consideraban menor, un escritor de escaparate. Pero incluso en las relaciones personales, o sobre todo en ellas, Vilariño se mostró exigente hasta la crueldad, un látigo que azotaba también contra ella misma. En 1998 se dirigió sin filtros a Benedetti: «Te debo una carta, pero se trataba de una carta difícil. Porque te dije que escribiría sobre tu libro y no sé cómo decirte que no me gustó».
Los años cincuenta resultaron fundamentales en la vida y obra de Vilariño. Lo resumió así en el documental 'Idea', dirigido por Mario Jacobs: «Empieza la enseñanza, la militancia política. Me enamoro de Onetti». Él, escritor colosal, hombre inseguro y tímido, acababa de publicar 'La vida breve' y de ser padre por segunda vez. Ella aún no había escrito sus mejores poemas. Arrastraban prejuicios cruzados. Antes de conocerse no tenían una buena opinión uno del otro, pero su primer encuentro provocó una pequeña revolución en ambos. «Esa misma noche me enamoré», confesaría Vilariño años después. Onetti mendigaba por unas cuantas frases suyas: «Si se encuentra con Idea», escribía, «dígale que ella y yo estuvimos o estamos histéricos, que mi última carta era asombrosamente imbécil».

Pasión tóxica

Nunca fue una relación estable. Irrumpían cada varios meses en sus respectivas vidas para voltearlo todo, como fantasmas de presencia intermitente y poder absoluto: «Cerrábamos las puertas y las ventanas, no sabíamos si era de día o de noche». Onetti se separó en 1953, pero para casarse con otra mujer, Dorotea Muhr, con quien pasaría el resto de su vida y que permitió el idilio discontinuo con Vilariño. Se amaban para luego destrozarse en discusiones sonoras, hasta que alguno ponía tierra de por medio y, poco después, volvía a girar la rueda de su pasión tóxica. Una noche, cuenta la poeta uruguaya, él llamó desesperado. Ella estaba con otro hombre, «alguien que me amaba», pero lo dejó para atender la súplica del autor de 'El astillero': «Y recuerdo que lo único que hicimos fue ponernos de espaldas, leyendo un libro él y otro yo. A la mañana siguiente le agarré la cara y le dije: 'sos un burro, Onetti, sos un perro, sos una bestia. Y me fui».
Aquel episodio quebró algo entre ambos. Vilariño publicó 'Poemas de amor', su obra cumbre, que incluía 'Ya no', considerado paradójicamente uno de los mejores poemas de desamor escritos en español: «Nunca sabrás quién fui / por qué me amaron otros. / No llegaré a saber / por qué ni cómo nunca / ni si era de verdad / lo que dijiste que era / ni quién fuiste / ni qué fui para ti / ni cómo hubiera sido / vivir juntos / querernos / esperarnos / estar». Él, con el ego roto, primero por verse reducido a musa y luego al saber que Idea mandó eliminar la dedicatoria inicial («A Juan Carlos Onetti»), la acusó de no haberlo amado nunca, de haber creado una relación «para la historia de la literatura». Ella se defendió: «No podés hacer eso cuando estás escribiendo las barbaridades que yo he escrito para él».
Completó su obra, apenas trescientas páginas brillantes, con 'Pobre mundo' y 'No', este último tras su relación con un alumno veinte años más joven. El corazón de Vilariño se paró en 2009. Había dejado escrita su última exigencia: «Nada de cruces. No morí en la paz de ningún señor». Y ni muerta se atrevieron a cuestionarla.

IDEA VILARIÑO

YA NO

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

(SIN TÍTULO)

Alguno de estos días
se acabarán las bromas
y todo eso
esa farsa
esa juguetería
las marionetas sucias
los payasos
habrán sido la vida.

QUIERO

Si acaso estás jugando
si llevaste el juego hasta ese punto
porque yo no aceptaba nada menos
bueno
juego
me gusta
sigo
quiero.
No podría jurar que yo hago más.

PUEDE SER

Puede ser que si vieras Hiroshima
digo Hiroshima mon amour
si vieras
si sufrieras dos horas como un perro
si vieras
cómo puede doler doler quemar
y retorcer como ese hierro el alma
desprender para siempre la alegría
como piel calcinada
o vieras que no obstante
es posible seguir vivir estar
sin que se noten llagas
quiero decir
entonces
puede ser que creyeras
puede ser que sufrieras
comprendieras.

ANOCHE

Anoche entre mis sueños 
puñado de cenizas
hice el amor contigo
sereno y exquisito
contigo que hace tanto
hace tanto estás muerto.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 30 de marzo de 2019.

Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti[editar]

Muchas de las obras de Idea Vilariño reflejan la tormentosa relación de amor que mantuvo con el también literato Juan Carlos Onetti. Actualmente no es difícil rastrear múltiples testimonios de testigos y amigos, entrevistas y correspondencia que restituyen los fragmentos de una historia llena de pasión. La fragilidad y retaimiento de Vilariño coinciden con la timidez de Onetti y su nerviosismo. Dos personalidades feroces y fuertes que se sintieron atraídas. La mima Idea se refiere al instante en el que él la sedujo: “estaba seduciéndome a fondo con lo mejor de sí mismo y tanto que yo me quedé convencida de que aquello era la séptima maravilla. Esa misma noche me enamoré de él. Me enamoré, me enamoré, me enamoré.”
La obra Poemas de Amor de la poeta uruguaya, asimismo, plasma a la perfección la indecisión de Onetti. Uno de los más representativos es el que se titula Ya no. Y es que en medio de la relación él la dejó para casarse con otra mujer: Dorothea Muhr, que le acompañó hasta el final de sus días. Sin embargo, el enlace no acabó con el romance entre ambos, pero se tradujo en recelos, celos y en temor. Una situación que paradójicamente conocía la propia Dorothea. La última vez que se vieron fue en 1974 en el hospital. Cuando Idea entró en la habitación, la mujer de él los dejó solos e Idea recuerda así aquel encuentro: “Me levanté y quise tocarlo, tocar su mejilla con la mía. Apenas llegaba a él cuando me agarró con un vigor desesperado y me besó con el beso más grande, más tremendo que me hayan dado, que me vayan a dar nunca, y apenas comenzó su beso, sollozó, empezó a sollozar por detrás de aquel beso, después del cual debí morirme”.
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He ampliado este artículo de Alberto Gómez con datos recogidos de Wikipedia.
V.O.C.
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