EL PP Y LA ULTRADERECHA
Editorial
La mejor arma para combatir a Vox es la defensa de los valores en los que se basa la convivencia
Las elecciones generales del 10-N han transformado radicalmente la correlación de fuerzas en el centro-derecha con el espectacular derrumbe de Ciudadanos y el alarmante crecimiento de Vox hasta situarse como el tercer partido en España. Lo que no han modificado es la profunda fragmentación de ese espacio político, que penaliza su representación en el Congreso y, mientras persista, le impedirá no solo disputar al PSOE la victoria en las urnas, sino configurar una mayoría alternativa a la que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pretenden convertir en el eje del nuevo Gobierno. El PP no tiene motivo alguno para darse por satisfecho con la previsible y obligada mejora de los pésimos resultados del 28-A, que consolida el liderazgo de Pablo Casado y le concede tiempo para asentar su proyecto. Porque no solo ha visto frustrado su objetivo de acceder a la Moncloa, sino que ha desaprovechado el hundimiento de Ciudadanos para concentrar de nuevo en torno a sus siglas el grueso del electorado conservador. Los 700.000 votos ganados por los populares, hasta sumar cinco millones, les colocan todavía por debajo de los peores registros de Mariano Rajoy y constituyen una pequeña parte de los 2,5 millones perdidos por la formación naranja. Es preocupante para el PP que el extremismo de Vox haya sabido rentabilizar mejor el desplome de Cs, de forma que ya casi le pisa los talones con un discurso xenófobo y que cuestiona sin complejos las bases de la convivencia en este país desde la Transición. El PP incurrirá en un grave error si intenta combatir el auge de la ultraderecha -su socio en varias comunidades y ayuntamientos- mirando hacia otro lado o con un viraje hacia sus posiciones que le aleje del centro político. Al populismo de brocha gorda basado en una patética demagogia y mentiras falaces hay que hacerle frente con una firme e inequívoca defensa de los derechos, libertades y valores consagrados por la Constitución que Vox pretende socavar. De modo que no haya lugar a equívocos entre un partido con vocación y experiencia de Gobierno, al que siempre le fue mejor cuando supo conectar con los sectores más moderados de la sociedad, y una fuerza que simpatiza con Le Pen. Cuestionar el Estado de las autonomías, asumido como una seña de identidad por la inmensa mayoría de los ciudadanos, o defender la ilegalización de partidos nacionalistas por su ideario político equivale a caer en las burdas trampas tendidas por la extrema derecha en su propio beneficio.
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Editorial Diario SUR
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 19 de noviembre de 2019.
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