Poesía al SUR
García Baena, pájaro de lágrimas
Capaz de encontrar belleza hasta «en los contenedores rodeados de gaviotas», el poeta cordobés construyó una obra sugerente repleta de silencios, al abrigo del grupo Cántico, y premiada con el Príncipe de Asturias
Solía decir que la poesía «es misterio y precisión». Por eso la voz de Pablo García Baena enmudecía durante años y luego resurgía con el esplendor de siempre, que en su caso era un esplendor distinto en cada poema. El poeta cordobés, fundador de la revista y el grupo Cántico, que estableció un vínculo imprescindible entre la Generación del 27 y los autores de la posguerra, era dueño de una de las voces más sugerentes de la lírica española. La sensualidad y profundidad de su lenguaje constituyen una lección estética desplegada con brillantez en títulos como 'Antiguo muchacho', 'Rumor oculto', 'Junio' o 'Antes que el tiempo acabe'. Abordó temas universales como el olvido, la muerte o el desengaño amoroso desde una compleja combinación entre rigor técnico y sensibilidad. Convencido de que «hasta los contenedores rodeados de gaviotas pueden ser bellos», aunó tradición barroca y modernidad hasta su muerte en 2018, a los 94 años, por complicaciones respiratorias.
Nacido el 29 de junio de 1923, juntó sus primeras letras en la escuela pública López Diéguez, donde una inscripción le rinde homenaje. En su adolescencia leyó a San Juan de la Cruz y comenzó a frecuentar la biblioteca provincial de Córdoba. Allí conoció al también poeta Juan Bernier, puerta de entrada a las obras de Marcel Proust, Juan Ramón Jiménez, Pedro Salinas y Jorge Guillén, aunque el autor que más influyó en García Baena fue Luis Cernuda, cuyo compromiso y sentido de la ética hizo propios. Empezó a publicar poemas y dibujos en la prensa local bajo el seudónimo Luis de Cárdenas. Por entonces ya mantenía amistad con el pintor Ginés Liébana y había adaptado al teatro varios poemas de San Juan de la Cruz. En 1947 fundó la revista Cántico, una de las publicaciones más importantes de la posguerra, junto a Ricardo Molina, Julio Aumente, Mario López, Miguel del Moral y los propios Bernier y Liébana. Este grupo de artistas, que reivindicaba mayor exigencia formal y estética, enlazaba con los autores del 27 y sería conocido como Grupo Cántico. Su poesía sensual y vitalista influyó en diversos artistas posteriores y sirvió como puente intergeneracional.
García Baena nunca entendió la poesía como una ocupación, algo que dio pie a largos silencios entre sus obras. Uno de los más prolongados tuvo lugar entre 1958, cuando publicó 'Óleo', y 1971, año en que se editó 'Almoneda'. Dedicó aquellos años a viajar por la Costa Azul francesa, la Riviera italiana, Florencia, Milán, Venecia, Roma, Nápoles, Capri, Atenas, El Cairo, Nueva York, Florida, Alejandría y Delfos, entre otros destinos que influirían en sus poemas posteriores. En los años sesenta fijó su residencia en Torremolinos, donde abrió una tienda de antigüedades, y luego se trasladó a Benalmádena. Allí siguió trabajando como anticuario hasta 2004, cuando regresó a Córdoba. Era el más malagueño de los poetas cordobeses. Por eso varios artistas de la provincia organizaron un acto en su honor en 1971. Aquella iniciativa, liderada por José Infante, supuso el regreso del poeta andaluz a la escritura tras más de una década de silencio. Las casi cuatro décadas que pasó en la Costa del Sol le permitieron forjar amistad con autores como Manuel Alcántara, María Victoria Atencia y Antonio Jiménez Millán.
Vivía rodeado de libros, cuadros, antigüedades e imágenes religiosas. Las referencias a ritos y procesiones andaluzas resultan constantes en su obra, con un evidente acento gongorino, una voz genuina que, aunque ya enmudecida, perdura en títulos como 'Pinar de la piedra': «Yo espero confiado que tu inicial escrita en la piedra callada / vuelva a hablarme en la noche con tu voz, / con la voz del agua en el venero, / de ese agua que rompe su líquido alabastro / en el silencio verde de las hierbas». Jamás abandonó la poesía. Ni siquiera en sus últimos años de vida, cuando tenía dificultades para ver. Esa ceguera progresiva marcó su escritura en los compases finales, hasta su muerte.
'Claroscuro', publicado de forma póstuma, recoge poemas inéditos, trazados entre la neblina que ocupaba sus ojos. «A la noche, en el whisky, entre el hielo y las lágrimas, / volvían sombras idas, blancos comendadores, / el laurel de Michele, ojos persas de Omar. / Todo lo bello amaste: los cuarzos, los grabados, / los putti de Nápoles en la risa de Góngora, / los torsos palpitantes, sangre azul y plebeya, / timbrada por la heráldica o la bullente y roja», escribe en uno de aquellos poemas, que dictaba a un sobrino para que los pasara a ordenador y los imprimiese con letras grandes para corregirlos.
Entre los numerosos reconocimientos a su obra, García Baena recibió los premios Príncipe de Asturias, Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y Federico García Lorca, además de ser nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1988 y Premio Andalucía de las Letras en 1992. También se le otorgaron las Medallas de Oro de las Ciudades de Córdoba y de Málaga. En 2007 se creó un premio de poesía joven con su nombre. Antes, el Instituto Cervantes de Nueva York y la Universidad Barnard College presentaron un volumen de la colección Ciudad del Paraíso con sus poemas bajo el título 'Recogimiento'. En 'Cándido', como una premonición, escribió: «Así un día te fuiste y los perros / ladraron a tu muerte entre la niebla, / entre el olvido, pájaro de lágrimas».