viernes, 26 de junio de 2020

Poemas para maridos infieles


Carson, en una de sus pocas imágenes promocionales./SUR
Carson, en una de sus pocas imágenes promocionales. / SUR

Esquiva y misteriosa, Anne Carson obliga por contrato a limitar su biografía a una frase. Eterna candidata al Nobel, acaba de ganar el Princesa de Asturias. En sus libros, apenas vendidos hasta ahora en España, conviven Homero, Woolf y Keats. Pero ella es puro rock


Alberto Gómez

ALBERTO GÓMEZ
Cuando tenía quince años, Anne Carson entró en una librería y encontró por casualidad un libro de Safo, la misteriosa poeta de la isla de Lesbos. Era una edición bilingüe y los signos del abecedario griego le parecieron indescifrables pero hermosos. Aquel descubrimiento, cuando aún era tan joven que hubiera bastado una simple corriente de aire para que acabara en cualquier otro lugar, ha marcado su obra. Ahora está considerada una de las mejores poetas vivas en lengua inglesa, aunque haya guardado su biografía bajo mil candados. Esquiva y hermética, obliga por contrato a que las solapas de sus libros no se extiendan más allá de una simple frase: «Nació en Canadá y se gana la vida enseñando griego antiguo». Ni un detalle más. No importa. Ya hablan sus poemas por ella, aunque no sean poemas sino una combinación a menudo compleja, liberada del corsé de los géneros. En su rico universo se reúnen Homero, Woolf, Dickinson y Keats, pero también el hermano muerto y el marido infiel. Eterna candidata al Nobel, acaba de ser premiada con el Princesa de Asturias de las Letras, distinción que ha servido para que España conozca a una de las autoras más radicales de las últimas décadas.
De Carson suele decirse que tiene más fans que lectores: auténticos devotos que adoran su actitud críptica y los enigmas que la sobrevuelan, más propios de una estrella del rock que de una poeta, aunque la voz apenas le salga del cuerpo y nunca cometa más excesos que los literarios. No es una escritora al uso. Su prosa parece atravesada por la poesía, pero sus versos no se ajustan a ninguna tradición. Por eso hay que acercarse a sus libros sin prejuicios, dispuestos a encontrar inspiración filosófica, retales mitológicos y un profundo conocimiento de la cultura clásica. En 'Autobiografía de rojo', una novela en verso, reescribe el mito de Gerión y Hércules en clave homoerótica. Resulta innegable el vuelo poético que alcanzan muchos de sus fragmentos: «Era la hora en que la nieve se vuelve azul / y se encienden las luces de la calle y una liebre quizá / se detiene en los confines del bosque tan quieta como una palabra en un libro».
'Nox', otra de sus grandes obras, ni siquiera es un libro, sino una caja que contiene páginas engarzadas en forma de acordeón donde hay fotografías, cartas, pinturas y manuscritos sobre Michael, su hermano mayor, muerto tras media vida enganchado a las drogas. La autora revela que de adultos tuvieron poco contacto, apenas cinco llamadas en más de veinte años, y traza un emocionante viaje para conocerlo con la milenaria elegía de Catulo, también a su hermano, como espina dorsal: «Atravesé multitud de pueblos, multitud de océanos. / Llegué a estas pobres tumbas, hermano, / para traerte la última ofrenda debida a los muertos / y hablar (¿por qué?) con la ceniza muda».
Hija de banquero, Carson pasó una infancia nómada que forjó su carácter introvertido y tentacular. El encuentro, ya de adolescente, con una profesora de latín que le dio clases particulares de griego tras conocer su pasión por Safo, sobre quien terminaría escribiendo la tesis doctoral, resultó fundamental en su «felicidad», confiesa. Aquel idioma siempre le ha parecido «mejor» que el resto: «Es como si alguien te pusiera en las manos una lengua que sólo tuviera una hora de vida, un ser vivo todavía cubierto de rocío». Pero el mundo editorial no le abrió las puertas hasta cumplidos los cuarenta años. En España sus libros están publicados por sellos exquisitos como Lumen, Vaso Roto y Pre-Textos, una apuesta perdida hasta hace unos días, cuando la concesión del Princesa de Asturias despertó el interés general. «Ojalá cuando nos preguntan si todavía tenemos ejemplares de sus obras no tuviéramos que decir que están casi todas las ediciones enteras», lamentó el editor Manuel Borrás.
'La belleza del marido', que la convirtió en la primera mujer en ganar el Premio T. S. Eliot, está considerado por la crítica como uno de los mejores libros de este siglo. La poeta canadiense disecciona la historia de un matrimonio a través de veintinueve capítulos, tangos como prefiere llamarlos, que acaba en divorcio por las constantes infidelidades del marido. De los cónyuges sabemos poco. Ella es una mujer culta, aficionada a escribir. Él, un hombre guapo y seductor, mentiroso hasta la médula: «Leal a nada / mi marido». Si se trata de un ajuste de cuentas autobiográfico sólo Carson, ahora felizmente casada con el artista Robert Currie, lo sabe.
El domingo cumplió setenta años. Ha confirmado que acudirá a Oviedo «si el virus lo permite». Empeñada en «llegar a la idea que había antes de la propia idea», define la poesía, «si la prosa es una casa», como «un hombre corriendo en llamas a través de ella». Sólo hay que dejarlo arder.

ANNE CARSON

Dedico este libro a Keats... (fragmento)

Una herida despide su propia luz
dicen los cirujanos.
Si todas las lámparas de la casa se apagaran
podrías vendar esta herida
con el resplandor que de ella surge.

Pero una dedicatoria sólo es afortunada si se realiza en presencia de testigos... (fragmento)

Leal a nada
mi marido. ¿Entonces por qué lo amé desde la temprana
adolescencia hasta entrada la madurez
y la sentencia de divorcio llegó por correo?
La belleza. No tiene mucho secreto. No me avergüenza decir
que lo amé por su belleza.
Como volvería a hacerlo
si se acercara. La belleza convence. Ya sabes que la belleza
hace posible el sexo.
La belleza hace al sexo sexo.
Tú lo entiendes mejor que nadie...

Pero para honrar la verdad... (fragmento)

Mi marido mentía en todo.
Dinero, reuniones, amantes,
dónde habían nacido sus padres,
la tienda donde se compraba las camisas, la grafí
de su propio nombre.
Mentía cuando no hacía ninguna falta.
Mentía cuando ni siquiera le convenía.
Mentía cuando sabía que sabían que mentía.
Mentía cuando con ello les rompía el corazón.

Mi corazón. El corazón de otra. A menudo me pregunto
cómo acabó ella.
La primera.

Hay algo afilado y ardiente en la primera infidelidad
de un matrimonio.

Taxis arriba y abajo.
Lágrimas.
Grietas en la pared que recibe golpes.
Luces encendidas tarde en la noche.

No puedo vivir sin ella.
Ella, esa palabra que explota.

Luces aún encendidas al amanecer.

Homo Ludens (fragmento)

Esperando el futuro y los dioses,
marido y mujer descansaron,
como pueden descansar los jugadores contraviniendo
las reglas del juego,
si es que es un juego y conocen las reglas,
y lo era y las conocían.

Marido: último ejercicio de campo...

Duele estar aquí.
«Solo tú pudiste escapar».
Contar una historia sin contarla:
querida sombra, esto lo escribo despacio.
Ella con sus inicios.
Yo con mis finales.
Pero todo vuelve
a una luna azul de junio
y a una noche mancillada como dicen los poetas.
Se supone que algunos tangos van sobre mujeres pero mira este.
A quién ves
reflejado muy pequeño
en cada una de sus lágrimas.

Ahora mira cómo doblo esta página para que creas que eres tú.
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Publicado en Diario SUR.
Copiado/pegado de Internet por Victoriano Orts Cobos.
Málaga 26 de junio de 2020.
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