LA VICTORIA XXXVII.
Ya
en mi blog hablo de ella, diciendo que es la única pocatorteña que no emigró.
La verdad es que no fue del todo cierto.
Se
vino a Málaga a trabajar de sirvienta en la misma casa que lo hacían mis hermanas
Dulce y Aurora.
Tenía
novio en La Victoria: Juan. Su marido. Su amor de siempre. Una bella persona.
Sólo estuvo unos meses. El amor triunfó y Trinidad volvió al pueblo para no intentar
nunca más la aventura de la emigración. Con el bueno de Juan, su hija, su hijo
y varios nietos vive una existencia tranquila, cada día más enraizada a La
Victoria.
Cuando
de tarde en tarde en el tiempo voy al pueblo, me colman de atenciones.
Juan
se desvive por darnos algo de lo que tiene en su casa. Una vez, siendo mis
hijos pequeños nos regaló un conejo vivo, ya criado, que hizo las delicias de
los niños, sobre todo del varón que era al más pequeño. De regreso a Málaga,
por el camino nos paramos en varias ocasiones en el campo para coger carrihuela
y como vivíamos en un piso y mi suegra vivía en una casa independiente cerca de
nosotros, (nuestra casa actual), lo dejamos varios días allí y a continuación lo “pasaportamos" al otro mundo.
A los niños les dijimos que el animal se había escapado porque en la casa estaba
triste. Como inocentes que eran, por su edad, lo aceptaron y nosotros
disfrutamos de un conejo al ajillo, tranquilos de que no se trataba de una
imitación gatuna.
Victoriano
Orts Cobos.
(Re)visado
el día 25 de marzo de 2016.