viernes, 15 de julio de 2011

ANIMALES Y ESTRELLAS

ANIMALES Y ESTRELLAS

LA VICTORIA XXXIV

Si exceptuamos algunas gallinas y conejos, no existían en las casas de Pocatorta prácticamente otro tipo de animales. Los perros, como dependían para su alimento de los humanos, al no tener éstos nada que les sobrara, su existencia era remota. Los gatos, más autónomos, podían subsistir a base de cazar ratas, ratones, algún insecto y algún que otro pajarillo.

Los animales de carga, si exceptuamos a los humanos, eran seres de otro planeta. Yo me vine a Málaga sin conocer el placer que podía reportar el subirse en un jumento. ¡Qué cateto más atípico! ¿Verdad?

¡Pero no todo eran estrecheces en aquel lugar. Gozábamos de la abundancia del silencio; no sólo por la noche; de la pureza del aire; de la luminosidad del cielo en las noches estrelladas…!

Cuando en verano nos sentábamos en la puerta para mitigar el calor, alguna vez, mirando al firmamento le pregunté a mi madre que cuantas estrellas podía haber en el firmamento, y ella me contestó  –“tantas como seres humanos poblamos la Tierra”-.

En otra ocasión, al contemplar la estela luminosa que dejaba un meteorito al entrar en contacto con la atmósfera terrestre le pregunté por aquel fenómeno, y mi madre que siempre tenía respuesta para todo me dijo, -“esa es la estrella moribunda de una persona que acaba de fallecer.”-.

Aunque no fuera del todo cierto, ¡qué bonito era todo lo que me enseñaba mi madre!

Victoriano Orts Cobos.

(Re)visado el día 24 de marzo de 2016.




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