miércoles, 27 de julio de 2011

MI PRIMA TRINIDAD

MI PRIMA TRINIDAD

LA VICTORIA XXXVII.

Ya en mi blog hablo de ella, diciendo que es la única pocatorteña que no emigró. La verdad es que no fue del todo cierto.

Se vino a Málaga a trabajar de sirvienta en la misma casa que lo hacían mis hermanas Dulce y Aurora.

Tenía novio en La Victoria: Juan. Su marido. Su amor de siempre. Una bella persona. Sólo estuvo unos meses. El amor triunfó y  Trinidad volvió al pueblo para no intentar nunca más la aventura de la emigración. Con el bueno de Juan, su hija, su hijo y varios nietos vive una existencia  tranquila, cada día más enraizada a La Victoria.

Cuando de tarde en tarde en el tiempo voy al pueblo, me colman de atenciones.

Juan se desvive por darnos algo de lo que tiene en su casa. Una vez, siendo mis hijos pequeños nos regaló un conejo vivo, ya criado, que hizo las delicias de los niños, sobre todo del varón que era al más pequeño. De regreso a Málaga, por el camino nos paramos en varias ocasiones en el campo para coger carrihuela y como vivíamos en un piso y mi suegra vivía en una casa independiente cerca de nosotros, (nuestra casa actual), lo dejamos varios días allí y a continuación lo “pasaportamos" al otro mundo.

 A los niños les dijimos que el animal  se había escapado porque en la casa estaba triste. Como inocentes que eran, por su edad, lo aceptaron y nosotros disfrutamos de un conejo al ajillo, tranquilos de que no se trataba de una imitación gatuna.

Victoriano Orts Cobos.

(Re)visado el día 25 de marzo de 2016.     




domingo, 24 de julio de 2011

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN

MATERIALES DE CONSTRUCCIÓN

LA VICTORIA XXXVI.

En Pocatorta todas las casas estaban hechas de tierra. Sólo una que debía ser la primitiva y que tal vez le diera nombre al barrio, y que, restaurada, es la única que  aún pervive, debía tener materiales más sólidos. Las demás, sin excepción, todas estaban hechas  únicamente de tierra.

La construcción de las paredes se hacía poniendo dos hileras de tablas paralelas de unos dos metros de largo por uno de profundidad, con una separación de unos cincuenta centímetros de ancho, sujetas, creo, que por barras de hierro atravesadas en los extremos, -no recuerdo si también en el centro-, y dentro del hueco se iba echando tierra que se compactaba con una  maza a mano y un  riego de agua para que fraguara.

Las fachadas  no tenían ventanas. El único hueco a la calle era el de la puerta de entrada.
Dentro de mi casa no había ni una sola puerta. Sólo los marcos o huecos. Como máximo, para dar algo de intimidad, una modesta cortina.

Pienso que este sistema de construcción tan económico sería mayoritario en todo el pueblo  y que aún habrá muchas viviendas de este tipo. La casa de Victoriana, la hija mayor de mi hermano Luis puedo ponerla como ejemplo.

La cal jugaba un papel importantísimo en la conservación de este tipo de construcción. Las capas sucesivas de este mineral las aislaba de la lluvia y del calor y por ello, en cuanto se producía un desconchón se procedía de inmediato a enjalbegarlo.

Victoriano Orts Cobos.

(Re)visado el día 25 de marzo de 2016.      





martes, 19 de julio de 2011

ELEGÍA A MI HERMANO GASPAR

ELEGÍA A MI HERMANO GASPAR

LA VICTORIA XXXV.

.En esta noche en que tu humanidad espera la aurora en un frío tanatorio para que el fuego purificador te transforme en cenicienta mariposa de bellas alas que te lleve por los campos que tanto amaste, mi mente se inunda de ti. ¡Mi hermano mayor! ¡Mi hermano pequeño! El más frágil, el más cándido, el menos dotado para depredar en este mundo de chacales.
Por tus limitaciones psicológicas, siempre necesitaste del manto protector de tu familia: Primero tu madre, que tanto luchó por ti y que te inculcó la inquietud por ser útil y trabajador, la humildad y el respeto.

Con ella viviste hasta que falleció hace treinta y cinco años. Después cogió el testigo tu hermana: Dulce Nombre, que fue contigo más dulce que su nombre. ¡Qué buena era! ¿Verdad? Y, ¡qué buena cocinera! También se fue. Y me tocó a mí heredar su tesoro; que eras tú. Conmigo has pasado los últimos años de tu vida.

Los más duros, pues a los achaques de la vejez, hay que agregarle las limitaciones intelectuales que padecías. Pero tú pasabas casi desapercibido. Siempre conformista y cariñoso. Tus torpezas me dieron más de un quebradero de cabeza, pero no te lo podía tener en cuenta porque no eras consciente de ello. Alguna vez me sacaste de mis casillas y, enfurecido te grité. En una de ellas me contestaste gritándome también: -“¡A mí no me grites, que soy mayor que tú!”-.

 Esa frase me llegó al alma.Te prometo que ya no te grito más.


*****

Descansa en la calma;
Vive tu gran sueño;
Mi hermano mayor;
Mi hermano menor;
Mi hermano pequeño;
¡Mi hermano del alma!

Victoriano Orts Cobos.

Málaga 6 de febrero de 2010.

(Re)visado el día 24 de marzo de 2016.
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viernes, 15 de julio de 2011

ANIMALES Y ESTRELLAS

ANIMALES Y ESTRELLAS

LA VICTORIA XXXIV

Si exceptuamos algunas gallinas y conejos, no existían en las casas de Pocatorta prácticamente otro tipo de animales. Los perros, como dependían para su alimento de los humanos, al no tener éstos nada que les sobrara, su existencia era remota. Los gatos, más autónomos, podían subsistir a base de cazar ratas, ratones, algún insecto y algún que otro pajarillo.

Los animales de carga, si exceptuamos a los humanos, eran seres de otro planeta. Yo me vine a Málaga sin conocer el placer que podía reportar el subirse en un jumento. ¡Qué cateto más atípico! ¿Verdad?

¡Pero no todo eran estrecheces en aquel lugar. Gozábamos de la abundancia del silencio; no sólo por la noche; de la pureza del aire; de la luminosidad del cielo en las noches estrelladas…!

Cuando en verano nos sentábamos en la puerta para mitigar el calor, alguna vez, mirando al firmamento le pregunté a mi madre que cuantas estrellas podía haber en el firmamento, y ella me contestó  –“tantas como seres humanos poblamos la Tierra”-.

En otra ocasión, al contemplar la estela luminosa que dejaba un meteorito al entrar en contacto con la atmósfera terrestre le pregunté por aquel fenómeno, y mi madre que siempre tenía respuesta para todo me dijo, -“esa es la estrella moribunda de una persona que acaba de fallecer.”-.

Aunque no fuera del todo cierto, ¡qué bonito era todo lo que me enseñaba mi madre!

Victoriano Orts Cobos.

(Re)visado el día 24 de marzo de 2016.




lunes, 11 de julio de 2011

BASILIO

BASILIO
LA VICTORIA XXXIII.

 Su casa estaba situada al noroeste del barrio. Justo a la espalda de la mía, que daba al sur.  Alto y fuerte, era un veterano del deporte nacional por excelencia de la España de la primera mitad del siglo XX.

Veintitrés trofeos (si estoy bien informado), había acumulado a fuerza de insistencia y sacrificio sagrado durante su dilatada carrera. Había competido con rivales de altura pero él, por su constancia y dedicación llegó a ser reconocido por la alta jerarquía político-deportiva, merecedor de una condecoración.

Fue en El Pardo. Acompañado de un seleccionado grupo de campeones, lo recibió quien hubiese sido el farolillo rojo en aquel tipo de competición: D. Francisco Franco, que en  aquella recepción quiso agradecer el tributo de aquellos “sementales” al engrandecimiento de la miseria en España.

Victoriano Orts Cobos.


(Re)visado el día 24 de marzo de 2016   



martes, 5 de julio de 2011

PICÓN

PICÓN
LA VICTORIA XXXII.


En invierno, durante el día había que moverse. Como las hormigas, cada cual tenía su misión, pero en cuanto llegaba la noche nos refugiábamos en el comedor, más que a comer, a calentarnos alrededor de la mesa de camilla en cuyo interior había un brasero que a duras penas nos daba calor. Más bien, el calor nos lo dábamos entre nosotros mismos. Para disfrutar de este bien, había que proveerse de picón.

El picón que utilizábamos era el producido por la planta de algodón después de recogido el producto.

Pedían permiso, nuestros mayores a D. Alfonso y en pleno mes de agosto nos íbamos al cortijo de “El Colegio”, en familia, provistos de lo necesario para aquel menester.

Después de cortadas o arrancadas las plantas,  se apilaban y se les prendía fuego procurando que no  se quemaran en exceso y las apagábamos  con escobas de palmito, tierra y agua.

El resultado era un picón de muy mala calidad, pero  bueno, no había otra cosa que resultase gratis. Lo metíamos en sacos y lo transportábamos a pie a casa. (En Pocatorta no había un solo jumento).
Antes de salir a este menester del picón, dejábamos en el patio un barreño lleno de agua y varios cubos.

Cuando volvíamos, todos tiznados y sudorosos, nos íbamos al patio y cada cual como podía se refrescaba y destiznaba dentro de lo que le era posible.

En nuestro vocabulario no existían las palabras wáter, aseo, lavabo etc. En el dormitorio de mis padres había un palanganero que utilizaban ellos, Mi padre,  seguro que acostumbrado en su infancia a asearse con asiduidad, cuando se levantaba por la mañana, lo primero que hacía era abrir la puerta de la calle, (la única puerta física que había en la casa, las demás eran sólo huecos)  y dirigirse al pozo de Mª Francisca que estaba a unos diez u once  metros de nuestra puerta. Cogía un   cubo de agua, templada en invierno y fresquita en verano y llenando la palangana, procedía al ritual diario de su aseo. Los demás éramos menos asiduos a este menester.

Victoriano Orts Cobos.

(Re)visado el día 24 de marzo de 2016


sábado, 2 de julio de 2011

EL COLEGIO

EL COLEGIO

LA VICTORIA XXXI.

No sé ahora, pero en los años 40 del pasado siglo, los niños de La Victoria no íbamos a estudiar al colegio: íbamos a la escuela.

El Colegio es un cortijo que está a un kilómetro aproximadamente de La Victoria y a unos 400 metros de distancia de donde se ubicaba el barrio de  Pocatorta, en dirección nordeste,  junto a la carretera que va a San Sebastián de los Ballesteros.

El dueño se llamaba D. Alfonso. Era un cortijo tipo medio. Con unos terrenos muy cuidados y productivos. Los trigales, maizales y algodonales se desarrollaban magníficamente. En aquella época, la finca tenía pocos olivos.

Mi madre visitaba con bastante frecuencia a la Sra. De D. Alfonso. No recuerdo el nombre  de esta buena mujer. Sin embargo, sí recuerdo el de su criada de confianza: Catalina.

El motivo de ir con relativa frecuencia a “El Colegio” lo atribuyo a que mi hermana Teresa trabajaba de sirvienta interna desde hacía muchos años con la hija de D. Alfonso. El yerno era médico militar y lo trasladaban de residencia cada vez que lo ascendía de grado.

A través de esta buena Sra., mi madre tenía noticias de mi hermana y de paso, Catalina, la criada encargada de los víveres y de la cocina  le llenaba la cesta de alimentos. Tal vez, por el motivo de que Catalina era la que nos surtía de comida  era por lo que se me quedó  grabado su nombre y no el de la Sra. de D. Alfonso.

Recuerdo que en la habitación en que recibía a mi madre, en una de las paredes había un almanaque grande con la panorámica de  un campo de trigo raquítico, con las espigas casi invisibles. A la derecha; dentro del cuadro, se veía la figura de D. Quijote que a lomos de Rocinante miraba divertido a Sancho que, a la izquierda, de pie, junto a su rucio no salía de su asombro contemplando con la vista hacia arriba una espiga gigante, rebosante de hermosos granos de trigo. Era la propaganda de una fábrica de fertilizantes de cuyo nombre, aunque sí quiero acordarme, no lo consigo. La propaganda nunca descansa. Hubiese sido interesante haber memorizado el nombre de aquella casa comercial.

Victoriano Orts Cobos.

(Re)visado el día 24 de marzo de2016.