LA VICTORIA VI.
Aquel
Sr. bajito que intercedió por mí el día de mi 1ª comunión se llamaba D. José Cabello
Cañete y fue desde aquel día mi maestro. Mi único, respetado y admirado
Profesor: D.JOSÉ CABELLO CAÑETE, maestro “nacional”. En aquel tiempo todo era nacional.
7 años estuve bajo su sabia enseñanza.
Además
de las clases ordinarias, D. José daba clases particulares a un grupo de alumnos
previo cobro de sus honorarios. Era un grupo mixto, de una docena aproximada de
niños y, menor cantidad de niñas; lógicamente de la clase social más..., ¿pudiente?
(Me suena fuerte esa palabra; mejor sería decir menos necesitada, porque en el
pueblo no había nadie al que se le pudiese asignar el calificativo de
pudiente) Las clases las daba después de
terminar con las obligatorias. Un día, -puede que más de uno-, me quedé rezagado
en el exterior del aula y, por la
cristalera, observaba lo que ocurría en el interior. D. José había puesto en la
pizarra una serie de operaciones matemáticas y mandaba a los alumnos a
resolverlas. Poco a poco iban resolviendo los problemas hasta que quedó uno que
no conseguían solucionarlo. D. José miró hacia la ventana y me indicó que entrara. Tendría yo unos 10
años. Desde aquel día, durante más de 4 años asistí a sus clases particulares sin que
mis padres tuviesen que pagar un solo céntimo de peseta. Este detalle, este
acto de generosidad no lo ejerció este gran Sr. sólo conmigo, fueron más los
alumnos pobres que destacaban en los estudios quienes también se beneficiaron de
su generosidad.
Sin
lugar a dudas, dejando aparte a mi madre, el bueno de d. José es la persona a
la que he admirado más En los 72 años que llevo tratando con seres humanos.
Nunca
olvidaré el nombre ni la obra de este Sr. ejemplar: D. JOSÉ CABELLO CAÑETE.
Victoriano
Orts Cobos.
(Re)visado
del día 13 de marzo de 2016.
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