lunes, 16 de mayo de 2011

D. JOSÉ EL CURA

D. JOSÉ, EL CURA

LA VICTORIA VIII.

El cura de La Victoria se llamaba D. José. Era el polo opuesto a ese cura grosero y malhumorado del relato XXIV de - “Platero y Yo”-.( Libro maravilloso que toda persona amante de la poesía, debería leer más de una vez); en el que Juan Ramón Jiménez, con el pincel de la palabra, pinta los cuadros de oro de su Moguer natal. D. José, el Cura de La Victoria, era  un hombre alto y corpulento que podía estar cercano a los 60 años. Gozaba de muy buena reputación y de mejor salud: Bien comido y mal trabajado. Era simpático y ocurrente y sobre todo, se preocupaba por los necesitados,  que éramos  mayoría. Agobiaba a los caciques, no del pueblo, que no los había, si no de  los cortijos del entorno, para sacarles algo con lo que ayudar a los desheredados. Todo el pueblo estaba contento con él.
 Un mal día el bueno de D. José se ausentó de La Victoria “sin dejar señas”. Al principio todo fueron rumores y conjeturas, hasta que poco a poco, (como  la barriga de la joven a la que había embarazado) la noticia explotó y todo el vecindario supo la causa de su ausencia. Fue una pena y una gran desgracia no sólo para él y la joven, sino también para sus feligreses: Su pastor los había abandonado.
En más de una ocasión me he preguntado. ¿En el camino que él había elegido, era la primera piedra en la que había tropezado, o a lo largo de su vida había habido una sucesión de tropiezos a los que ya se había acostumbrado, y sabedor de que al castigo mayor a que se exponía era a un traslado de parroquia, lo daba por bueno?
Lo cierto es que cuando se escoge un camino cómodo es difícil rectificar y comenzar de nuevo. Eso debió ocurrirle al bueno de D. José.
Que Dios, si es que existe lo haya perdonado y lo tenga en lugar preferente.   Por encima de todo, D. José era un buen hombre.  
 Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el día 13 de marzo de 2016.



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