ARROZ CON GATO
LA VICTORIA XXVII.
Cleopatra, sé que la lectura de este relato puede herir tu sensibilidad, pero quiero aclararte que tú para mí no eres una gata. Tú para mí eres la niña mimada de la casa y aunque los seres humanos somos impredecibles en nuestros actos, yo jamás te haría daño.
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El abuelo Frasquito tenía en su casa algunas gallinas. Una de ellas había empollado una decena de huevos y los pequeños comenzaban su andadura. Mi hermano mayor, Frasquito, los cuidaba porque al abuelo ya le costaba trabajo atenderlos.
Un gato asilvestrado se “encariñó” con ellos y día tras día los iba eliminando. Frasquito le tendió una trampa y el felino pasó a mejor vida. Bueno, mejor vida para nosotros.
El animal era joven y “entrado en carnes” y mi hermano, siguiendo el ritual que se emplea con los conejos lo desolló, lo dejó una noche colgado al relente para que se le fuese el humillo y, al día siguiente, para la cena, que era cuando se hacía la comida principal, pues todos estábamos en casa, nuestra madre nos hizo una arroz con “conejo”, ¡delicioso!
Nos supo tan bueno, que voy a tener que darle la razón a quienes opinan que la comida de hoy no sabe tan buena como la de antes.
Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el día 23 de marzo de 2016.
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