LA VICTORIA XVIII
No sé el porqué del nombre de “La Catalana” dado al autobús que nos transportaba de La Victoria a Córdoba.
Antes de acoplarnos en su interior a los victoreños, bajaba a San Sebastián de los Ballesteros a recoger pasajeros.
Después, “El Pipa”, encargado del pasaje, que por cierto, era un hombre muy dinámico, expresivo y simpático, nos iba acoplando a cada uno en el asiento que él consideraba que nos correspondía. Nada de subir y sentarte por tu cuenta. No. Aquello tenía su protocolo y él era el maestro de ceremonias.
Hacía y deshacía a su aire con toda autoridad y todo el pasaje aceptaba sus decisiones. Estoy convencido de que si en alguna ocasión coincidieron en el viaje el cura, el cabo de la guardia civil y el alcalde, él ya les tenía el sitio asignado.
Era el único vehículo que nos conectaba con la capital.
Hacía un viaje diario y en el recorrido de unos veintiocho kilómetros podía tardar más de una hora. En el regreso, La Cuesta del Espino era un enemigo a tener en cuenta.
A veces los niños íbamos a las afueras del pueblo, a la altura de “las escuelas” para divisar su venida, pues a un Kilómetro había una “calva” en la vegetación que rodeaba la carretera, que le llamábamos “el claro”, que nos anunciaba su llegada. En cuanto la veíamos pasar, corríamos hacia la parada anunciando su presencia. Era una manera divertida que teníamos los niños para pasar el rato.
Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el día 23 de marzo de2016.
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