LA VICTORIA XXII.
Creo recordar que se llamaba Gabriel. No lo
confirmo. Venía de La Rambla a La Victoria en un carromato. En lugar de
pescadero yo lo llamaría boqueronero, porque sólo esta variedad de pescado era la que vendía. Pero,
¡qué boquerones! ¡Madre mía! No hacía falta ni freírlos para comérselos. ¡Tan
saladitos como el bacalao o las arenques que se compraban en la tienda de
Vicente!
Podían llevar fenecidos (*) una semana y más
antes de darles cristiana sepultura en nuestro estómago.
¿De dónde venía aquel pescado? El puerto de
mar más cercano era (y sigue siendo) el de Málaga.
¿Qué medio de transporte utilizaban para
llevarlo a La Rambla que estaba a más de ciento cincuenta kilómetros de los de
entonces?
Los malagueños, que tampoco nadaban en la abundancia, bromeaban (e
incluso todavía lo hacen) diciendo que los cordobeses nos comíamos los
boquerones crudos. Era normal su asombro, ellos, aunque tenían otras carencias,
se los comían fresquitos y plateados del
alba. Los que nos comíamos nosotros eran anchoas sin enlatar.
(*) Fenecidos. Perdón por la cursilada pero… ahí queda.
Victoriano Orts Cobos.
(Re)visado el día 21 de marzo de 2016.
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